(CNN) – Los incansables puñetazos y zapatazos caen sobre el niño de 13 años. Atrapado en el piso entre los asientos del autobús, pide ayuda mientras recibe la furia de tres muchachos más grandes.
Al observar la feroz golpiza, el conductor del transporte escolar de Florida envía un mensaje solicitando ayuda.
El hombre, sin embargo, no se involucra físicamente para auxiliar al niño.
La realidad es que, al menos según las reglas de la escuela, el conductor no hizo nada malo.
“Que alguien venga pronto”
El ataque se produjo el 9 de julio en el condado de Pinellas, Florida. Pero las imágenes capturadas por un teléfono celular y una cámara de seguridad solo se hicieron públicas hace pocos días.
Durante la agresión, el conductor John Moody grita a los atacantes que dejen en paz a la víctima.
También llama a los controladores para que envíen ayuda.
“Que alguien venga pronto, pronto, pronto”, dice Moody. “Van a matar a este niño”.
“Por favor, que alguien venga aquí. Siguen pegándole”, agrega. “No puedo hacer nada”.
Moody, de 64 años, dice que tuvo miedo de intervenir.
“Los tres muchachos lo atacaron y comenzaron a golpearlo. Hice todo lo que pude”, le explicó a la estación WFLA, afiliada de CNN. “Estaba en shock. Estaba petrificado”, añadió.
La no obligación de intervenir
El brutal ataque le dejó dos ojos morados y un brazo roto al niño de 13 años.
“El hombre tuvo una clara oportunidad de intervenir y/o controlar el bienestar del niño y no hizo ningún esfuerzo en ese sentido”, señaló Robert Vincent, jede del Departamento de Policía de Gulfport.
Según las normas del distrito, el conductor no está obligado a intervenir, aunque sí a pedir ayuda.
Puede hacerlo, sin embargo, si cree que es seguro.
Otros condados prohíben que los conductores interrumpan disputas.
Los fiscales aseguran que no hay elementos para denunciar al hombre.
“Quería ayudarlo”
Los tres jóvenes de 15 años han sido arrestados acusados de cargos por asalto agravado.
La policía informó que los muchachos atacaron a la víctima luego de que el niño le dijera a la policía, en una visita sobre prevención a la escuela, que uno de ellos había intentado venderle drogas.
Moody, que se jubiló dos semanas después del ataque, dice que el asunto lo persigue y que, desde entonces, tiene problemas para conciliar el sueño.
“Quería ayudarlo”, aseguró.