Por John D. Sutter
Nota del Editor: John D. Sutter es columnista de Opinión de CNN y jefe del proyecto Change the list. Síguelo en Twitter, Facebook o Google+.
New York (CNN) – Hemos convertido a los ricos en caricaturas.
Son unos avariciosos “gatos gordos” con cigarros colgando de sus labios gruñones.
“¡Cómo se atreve el presidente a llamarnos gordos! Lo que pasa es que tenemos huesos grandes”, dice un gato que es definitivamente obeso en una caricatura política de 2011 de Stuart Carlson.
“Hiere profundamente mis sentimientos”, dice otro gato gordo.
Otras caricaturas los muestran con bolsas llenas de dinero marcadas con “$”.
Ya lo sabes, es que es tan obvio.
Es fácil burlarse de los ricos, en especial de los súper ricos, cuyos ingresos han resistido la recesión mejor que los de cualquiera y que se llevan a casa un trozo del pastel económico que es obsceno e injusto. Si ves documentales como “Nacido en familia rica”, de Jamie Johnson, heredero de Johnson & Johnson, es imposible que no te rías, o vomites, conforme ves cuán alejadas de la realidad están estas personas que pertenecen a ese 1 por ciento.
Una de ellas presume del helicóptero familiar que es “verdaderamente divertido”.
“No recuerdo esa noche muy claramente, pero definitivamente me gasté varios miles de dólares en una factura de bar, probablemente”, dice un heredero a quien le gusta apostar, cuando se refiere a una noche de copas en los Hampton, en las afueras de Nueva York. “Estas cosas ocurren”.
Estas cosas ocurren.
Sí.
Todo esto es por pura diversión, pero en el segundo aniversario del movimiento “Occupy Wall Street” (Ocupemos Wall Street), que falló en alcanzar sus metas de promover políticas económicas que disminuirían la brecha entre ricos y pobres, vale la pena preguntarnos: ¿Es justo que pintemos a los súper ricos como un conjunto homogéneo de villanos? O, para ser más exactos: ¿Es productivo?
La semana pasada hice esta pregunta al anterior Secretario de Trabajo de los Estados Unidos, Robert Reich, quien es (y ha sido) uno de los más fervientes defensores de estrechar la brecha que ha surgido entre los ricos y los pobres. Su nuevo documental, “Desigualdad para todos” es a la justicia económica lo que “Una verdad incómoda” de Al Gore fue para el cambio climático global. Es un resumen poderoso, un poco confuso, lleno de tablas, presentaciones del tipo PowerPoint y un llamado enérgico para tomar acción.
Otras películas recientes sobre la diferencia en la riqueza en los Estados Unidos, por ejemplo “Park Avenue”, no se andan con rodeos en la forma que pintan a los ricos como idiotas que sobornan a los políticos para mantener sus hábitos innecesarios y codiciosos.
Sin embargo Reich no quiere convertir en villanos a los ricos.
“Creo que es incorrecto y no nos lleva a ninguna solución constructiva”, me dijo en una entrevista con algunos reporteros en Nueva York.
Su película intenta mostrar cómo la desigualdad económica lastima a todos.
“Los ricos estarían mejor con una porción menor de una economía que crece rápidamente”, me dijo, “que la que (actualmente) tienen de una gran parte de una economía anémica, que prácticamente no crece, en su mayor parte porque no hay muchas personas con mucho dinero que puedan sostener la economía y comprar lo suficiente”.
“Creo que los ricos estarían mejor con una sociedad menos polarizada”, agregó, “con una economía menos polarizada y más colaboradora, que como están ahora con una sociedad que está (bastante) llena de cabezas duras”.
El problema está en convencerlos.
La película de Reich puede ser el principio. Una de las personas a quienes representa es Nick Hanauer, un inversor de capital de riesgo de Seattle que vendió una empresa a Microsoft en 2007 por $6,4 millardos y fue el primer “inversor que no pertenecía a la familia” de Amazon, la cual, como lo saben, vale mucho dinero.
Sin embargo, a diferencia de muchos de los que mueven el dinero, Hanauer apoya las políticas que los economistas dicen podrían reducir la diferencia entre los ricos y los pobres y aumentar la movilidad económica.
Dice que es por su propio interés.
En el documental, Hanauer habla sobre cómo tiene un montón de dinero para gastar, y se compra cosas bonitas, pero no gasta mucho más que una persona de clase media.
“Tengo el Audi más bonito que se puede comprar”, dice, “pero sigue siendo un Audi”.
Si docenas de personas en la clase media tuvieran su dinero, comprarían docenas de automóviles y docenas de todo, lo cual crearía una mayor industria y más puestos de trabajo.
Sus negocios tendrían más clientes.
La economía en general crecería.
Reich llama a esto “el círculo virtuoso”.
Por ahora, estamos atorados en un patrón que él llama “vicioso”, en donde el efectivo termina únicamente en las manos de unos pocos, y el dinero se escurre entre los dedos de aquellos que verdaderamente lo necesitan, y que realmente lo gastarían en la economía.
El apoyo de los ricos, esos codiciosos gatos gordos que amamos odiar, sería útil para cambiar el rumbo. Sin embargo, para convencerlos, probablemente sea necesario que dejemos de verlos como villanos, y en cambio, los retemos a convertirse en héroes.
Las heridas de la crisis financiera, luego de cinco años, siguen abiertas.
Pero este aniversario debería de darnos un descanso.
Hemos convertido, tanto a los muy ricos, como a los muy pobres en villanos.
La tarea de ahora es pensar sobre cómo podemos enmendar y seguir adelante.