Por Peggy Drexler, para CNN

Nota del editor: Peggy Drexler escribió los libros Our Fathers, Ourselves: Daughters, Fathers, and the Changing American Family yRaising Boys Without Men. Es profesora asistente de Psicología en el Colegio Weill de Medicina de la Universidad de Cornell y fue experta en género de la Universidad de Stanford. Únete a ella en Facebook y síguela en Twitter: @drpeggydrexler.

(CNN) — La actriz Kate Winslet figura en la portada del número de noviembre de la revista Vogue. Luce radiante, resplandeciente y bastante atemporal en una forma que, se sospecha, solo se puede lograr gracias a la edición fotográfica, aunque Winslet se ha opuesto a que manipulen digitalmente su imagen en ocasiones anteriores.

Sin embargo, mucho han hablado sobre el hecho de que Winslet estaba embarazada de su tercer hijo durante la sesión de fotos, aunque es imposible notarlo. En la portada solo se ve su rostro; en las páginas interiores, su cuerpo está cubierto con telas gruesas. Luce espectacular. ¿Pero embarazada? Fuera de la forma maternal en la que sus manos rodean su vientre inexistente, no lo parece.

El sector editorial tiene antecedentes de presentar a celebridades embarazadas en las portadas de las revistas y de hacerlas protagonistas de sesiones de fotos. Naturalmente, ellos han logrado que estas mujeres luzcan impecablemente chic y más cómodas que nunca consigo mismas, dos características que usualmente no están relacionadas con los nueve meses tan físicamente demandantes que implica llevar un niño en el vientre.

Demi Moore —ante la lente de Annie Leibowitz— fue desde luego la pionera de este particular género de modelaje para portadas cuando posó desnuda —sin contar las joyas enormes y la expresión distante— para la portada de la revista Vanity Fair, en 1991. Es una imagen que inspiró incontables fotos más, y desde entonces, las revistas han recreado esa escena con celebridades como Cindy Crawford, Jessica Simpson y Claudia Schiffer.

Además, los cuerpos han mejorado: al menos Leibowitz o Vanity Fairdejaron que Moore conservara un poco de celulitis real. Pero para cuando llegamos a la supermodelo Miranda Kerr, desnuda y embarazada en la revista W en 2010, fue oficial: el embarazo es la vida común, pero con un vientre ligeramente redondeado.

Y eso ocurre este mes, tanto con Winslet como con Ivanka Trump, quien posó para la portada de la revista FitPregnancy con un vestido con una abertura que llega hasta la cadera y lucía muy embarazada y muy estilizada. La portada suscitó halagos como “¡Ivanka Trump es perfecta!”. Y lo es, envidiable y casi imposiblemente.

Si dejamos a un lado la práctica ahora común de “perfeccionar” electrónicamente a mujeres que ya son hermosas con el fin de vender revistas, hay algo particularmente peligroso en retratar así a las mujeres embarazadas. Se podría argumentar que esas revistas celebran la forma natural que adopta una mujer durante una etapa hermosa de su vida. Pero, ¿es una celebración o una explotación?

El hecho es que es raro que una celebridad femenina que supere la talla cuatro figure en la portada de una revista, especialmente en una de moda. Cuando ocurre, a menudo se debe a que es un “número especial” de la revista… o porque está embarazada. O ambas. Por ejemplo, en 2003, Vogue presentó a Brooke Shields embarazada en la portada de su número especial Shape (forma). Pero el embarazo no es una forma, no exactamente. Sin embargo, las revistas dicen —o mejor dicho, lo representan con imágenes— que es bastante glamoroso.

El mensaje es que estar gorda está bien si estás embarazada y te retocan con Photoshop hasta alcanzar una perfección resplandeciente. Después de todo, es temporal. De otra forma, olvídalo.

Tomemos en consideración el número actual de la revista Elle, que presenta a seis celebridades en diferentes portadas como parte de su tema anual Mujeres en Hollywood. Una de las actrices es Melissa McCarthy, quien luce espectacular vestida con un enorme abrigo de Marina Rinaldi, mientras las otras actrices portan vestidos que moldean su figura o posan en diversos grados de desnudez. ¿Por qué no vemos las curvas de McCarthy como vemos las de Trump?

Claro que las mujeres reaccionan de forma diferente al embarazo. Tal vez estas celebridades, que indiscutiblemente están benditas genéticamente, lucen igual si están embarazadas o no. Tal vez, pero no es probable.

Lo más probable es que la sociedad reciba este mensaje: esa tranquilidad y belleza durante el embarazo es la norma. Al retratar claramente a las mujeres embarazadas como seres hermosos, resplandecientes y listos para salir por la noche portando un vestido ajustado, estas revistas crean expectativas irreales, tanto sobre el embarazo como de la maternidad; ninguno es fácil, hermoso o perfecto, o al menos no todo el tiempo.

Ya surgió la prueba del cambio en las expectativas y la sociedad ha llegado a esperar cierto nivel de belleza de parte de sus estrellas embarazadas. Aunque generalmente se admira a Kim Kardashian por tener un cuerpo que no sucumbe al ideal de Hollywood, recibió críticas negativas de parte de la prensa a lo largo de su embarazo por subir de peso, por no ser “digna de una portada” todo el tiempo.

La gente, con la ayuda de los medios, parece olvidar que el cuerpo de las mujeres embarazadas cambia y que eso es algo maravilloso y natural que no tiene que ocultarse ni defenderse o cubrirse con prendas de alta costura. No es necesario que siempre luzca perfecto, porque, ¿cuándo lo es en realidad?

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Peggy Drexler.