Por Moni Basu
(CNN) — Leon Gersten no soportaba ver La Lista de Schindler, la película de Steven Spielberg sobre el empresario checo Oskar Schindler, que salvó a 1.200 judíos de los campos de exterminio nazis. Era demasiado doloroso para este sobreviviente del Holocausto. Algo muy cercano a su realidad.
Pero ahora, casi 70 años después de que su aldea fuera liberada por el ejército soviético en Polonia, Gersten ha conocido a su propio Oskar Schindler: Czeslaw Polziec.
Como Schindler, Polziec es católico. Su familia protegió en secreto a Gersten en la zona rural de Polonia durante dos años de la Segunda Guerra Mundial.
Como si una reunión de este tipo, entre sobreviviente y salvador, fuera poco emocional, el encuentro ocurrió este miércoles, en la víspera de Hanukkah, que coincide este año con el festejo de Acción de Gracias (en Estados Unidos).
Dos fiestas que giran alrededor del agradecimiento.
Gersten, de 79 años, había tratado de imaginar cómo se sentiría cuando conociera a su amigo polaco en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York, en Estados Unidos. Él solo dijo esto: “Creo que va a ser una reacción física”.
Y así fue. Los dos hombres se abrazaron. Luego, se abrazaron de nuevo.
“Hola, hola, hola”, dijo Polziec, con su inglés limitado a solo unas cuantas palabras.
Pero las palabras parecían inútiles de todos modos. Para Gersten, ninguna expresión parecía adecuada para dirigirse al hombre que le salvó la vida. Alguien que, con sus acciones, le dejó saber que había personas buenas en un mundo lleno de maldad.
“Estoy vivo gracias a ellos”, dijo Gersten de Polziec y de su familia. “Ellos son los héroes”.
Gersten había esperado este día, en que pudiera expresar su agradecimiento en persona. Cuando pudiera mostrarle a sus hijos, nietos y bisnietos, quién era Polziec. Ellos son la gran prueba y el resultado de las acciones de la familia Polziec.
En Acción de Gracias, los dos hombres compartirán una cena formal, y el domingo se reunirán con varias generaciones de la familia de Gersten, incluyendo una nieta que viajó desde Israel. Ellos compartirán una comida con Polziec, en un restaurante de Nueva York.
“¡Qué maravilloso será poder verle!”, dijo Gersten a principios de esta semana, cada palabra mezclada con una especie de anticipación de cuando un soldado vuelve a casa después de la batalla. “¡Qué maravilloso reunirnos y compartir recuerdos!”
Con Polziec a su lado, el Hanukkah de Gersten promete ser especial. Planea celebrar la fiesta que nunca fue capaz de hacer cuando estaba encerrado en la granja de la familia de Polziec. El milagro de sobrevivir.
La vida en el ático
Los recuerdos compartidos harán que Gersten vuelva a Frystak, Polonia. A julio de 1942.
La madre de Gersten, Frieda Tepper Gersten, trabajó como vendedora ambulante y viajó por todo el sur de Polonia, vendiendo telas y otros artículos. Ella y Leon se mudaron de la ciudad de Rzeszow a Fryšták, para vivir con sus padres poco después de que Alemania invadiera Polonia en septiembre de 1939.
El padre de Gersten, Yonasan, no pudo conseguir trabajo en Fryšták y se quedó en Rzeszow, con la hermana de Gersten y tres hermanos.
Gersten nunca vio a su padre o a sus hermanos de nuevo. Él no tiene fotos, excepto una, de su hermana. Sabe que todos ellos murieron, pero todo lo demás está en blanco. Constantemente se repite las preguntas ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?
En un día de julio, los alemanes ordenaron a los judíos de Fryšták que se reunieran en el mercado. Se juntaron cerca de 1,600 personas, la mayoría niños y ancianos. Marcharon fuera de la ciudad, los mataron y arrojaron sus cuerpos como basura en una fosa común. Entre los muertos estaban los abuelos de Gersten.
Su madre sabía que moriría y su hijo también lo haría, a menos que ella escapara del gueto judío. Ella se disfrazó de católica, con una cruz alrededor de su cuello. Entró en el campo con su hijo y tocó las puertas de sus clientes, pidiendo refugio para ella y su hijo, así como su hermana, su cuñado y su sobrino.
Muchos la rechazaron. Era arriesgado ayudar a los judíos. Podía resultar fatal. Pero los Polziec eran diferentes.
María y Stanislaw Polziec vivían en una granja en las cercanías de Zawadka con sus cuatro hijas y un hijo, Czeslaw. Apenas tenían los recursos para alimentar a su propia familia y mucho menos comprar comida para los cinco extranjeros.
Los judíos lucían desesperados. Los Polziec crearon un espacio para que pudieran vivir en el oscuro desván encima de su granero. Czeslaw Polziec les llevaba comida y vigilaba cuando llegaban a visitar su granja.
Gersten recuerda que recibía una gran hogaza de pan a la semana. Se dividía en cinco partes - los dos chicos comían primero. También había papas. Gersten ofrecía a su tío una papa extra por cada dos horas que entretenía a los niños con sus historias.
“La comida no era abundante”, dijo Gersten. “Pero no nos moríamos de hambre”.
El espacio también era adecuado. El principal problema era la inactividad. No había nada qué hacer. Gersten observaba a las arañas mientras atrapaban moscas. O también arrancaba los piojos de la cabeza de su primo. De esa forma dejaba que pasara el tiempo.
Gersten solo tenía ocho años; Polziec, 10. Su interacción era limitada.
Algunas mañanas, Gersten bajaba las escaleras para ayudar a Polziec en el establo. Había dos vacas, un caballo y cerdo.
Otras veces, Polziec recogía setas y las llevaba para hacer sopa.
En algunas noches de invierno, el ático se enfriaba y los Polziec invitaban a sus huéspedes judíos a su casa, para pasar la noche en el calor.
Los Polziec construyeron un búnker subterráneo en el granero para ocultar a Gersten y su familia en los tiempos en que los alemanes atacaron la granja.
Tenía suficiente espacio para cinco personas. Parecía una tumba. Los Polziec deslizaron, sobre la entrada del búnker, una caja de madera para almacenar granos y así evitar cualquier sospecha.
Una noche, colaboradores de los nazis allanaron la finca y oyeron los pasos de la familia de Gersten, que corría hacia el búnker.
Los oficiales preguntaron a Stanislaw Polziec sobre el ruido y él culpó a sus hijos. Los colaboradores golpearon sin misericordia a Stanislaw y lo dejaron ensangrentado. Gersten podía oír los gritos de la familia Polziec. Aún así, ellos no traicionaron a los judíos.
Gersten dijo que quedó impresionado porque los Polziec nunca mostraron resentimiento contra sus huéspedes judíos, por el enorme peligro en el que los metieron.
Gersten estuvo en el ático de la Polziec durante dos años, hasta un día en 1944, cuando los soldados soviéticos liberaron la zona. Gersten y su madre se trasladaron a Estados Unidos.
‘¿Los dejaríamos dormir?’
Durante muchos años después, Gersten tenía el sueño de ser fusilado por los nazis. Le gustaba dormir cuando llovía. Todos esos meses en la clandestinidad, lo hacían sentir seguro durante la tormenta, a sabiendas de que los nazis no irían a buscar a judíos.
Él luchó por sobrevivir en Nueva York.
“Mi madre era muy religiosa”, dijo. “Ella tenía una visión más positiva sobre la supervivencia, a pesar de que nunca podríamos responder por qué Dios quería que sobreviviéramos de los demás”.
Gersten y su madre se mantenían en contacto con los Polziec después de la guerra. Enviaron a Polonia unos pocos dólares y paquetes de ayuda con ropa.
Gersten obtuvo un doctorado en psicología de la educación de la Universidad de Columbia y abrió su propio consultorio.
Dejó de hablar polaco –su lengua materna era el yiddish– y se olvidó de ella con el tiempo. Él no anhelaba regresar a la ciudad donde vivió cuando era niño. Su casa y la vida que había conocido se habían ido. Así era con la mayoría de sus seres queridos.
“Tengo sentimientos encontrados cuando pienso en volver”, dijo.
Con los años perdió el contacto con los Polziec. Pero después de que su madre murió, Gersten escribió a la Fundación Judía para los Justos en Polonia para contarles lo que los Polziec habían hecho por él y su familia.
Hace aproximadamente dos años, decidió enviar el nombre de la familia a Yad Vashem, el sitio oficial de Israel en donde se recuerdan a las víctimas del Holocausto. El monumento también reconoce a los que no son judíos y que ayudaron a su pueblo para que sobrevivieran. El nombre de Schindler está en la base de datos, así como los Polziec.
En Estados Unidos, la Fundación Judía para los Justos ayudó a Gersten a encontrar a Czeslaw Polziec en Polonia. Sus padres habían fallecido años antes.
La fundación con sede en Nueva York, apoya a los no judíos que se negaron a permanecer pasivos durante el Holocausto. Alrededor de 650 equipos de rescate en Europa reciben fondos de alimentos y bienes esenciales como combustible para calefacción.
La fundación está patrocinando la visita del Polziec a Nueva York, incluyendo la cena con él y su familia para honrarlo.
Stanlee Stahl, director ejecutivo de la fundación, visitó a Polziec en Polonia. No fue posible para CNN para hablar con él antes de la reunión, ya que se preparaba para el largo viaje a través del Atlántico.
Pero Stahl lo describió como alguien que tenía el aspecto de un infate de marina retirado. Sirvió en el ejército polaco y luego trabajó en la seguridad por muchos años.
Polziec no piensa en sí mismo o su familia como héroes, dijo a la fundación. Eran gente temerosa de Dios, gente común, que simplemente hacían lo que consideraban que tenían que hacer en una situación desesperada.
“¿Debimos haberlos dejado morir?”, preguntó Czeslaw en un comunicado a la fundación.
“La pregunta por sí sola nos puso a pensar” dijo. “Tenían todo el derecho a vivir. Nadie que alguna vez no haya vivido en aquellos días desolados, realmente no podrán entiender lo que hicieron mis padres y estoy seguro que si estuvieran todavía con nosotros, estarían sorprendidos por haber sido homenajeados”.
Stahl dijo que la fundación ha ayudado a organizar 18 reuniones entre los sobrevivientes y rescatistas. Pero este año, el Hanukkah coincide con Acción de Gracias, la reunión de Gersten con los Polziec es verdaderamente especial.
“Le debemos toda nuestra gratitud a esos gentiles (definición para los no judíos) justos”, dijo Stahl. “Ellos salvaron el honor de la humanidad”.
Gersten, por su parte, dijo que sigue sorprendido por la lealtad de la Polziec, especialmente Czeslaw y sus hermanas, que eran en ese entonces tan jóvenes. Ellos fueron a la escuela y a la iglesia e interactuaron con tanta gente. Sin embargo, nunca dijeron una palabra.
Eso es algo que Gersten planea señalar cuando se sienten en la mesa para la cena de Acción de Gracias con Polziec. Él estará agradecido de que su amigo polaco mantuviera guardado su secreto.
Pero antes de eso, la noche del miércoles, Gersten iluminará el menorah de Hanukkah, que conmemora la nueva dedicación del templo antiguo y el milagro de que el aceite no cesó.
Gersten nunca fue capaz de encender una menorah cuando estuvo escondido en la casa de Polziec. La luz habría revelado la presencia de la familia, poner fin a su supervivencia. Ahora con Polziec finalmente a su lado otra vez, Gersten simbolizará el milagro de su propia familia.