(CNN) — El 27 de abril de 1994 fue un momento culminante de la vida de Nelson Mandela: el día en que Sudáfrica celebró sus primeras elecciones abiertas a ciudadanos de todas las razas. Su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC) se llevó la victoria con el 63% de los votos. El Partido Nacional de F. W. de Klerk obtuvo 20% de los votos y el partido Inkatha el 10%.
En su discurso de victoria, Mandela dijo: “Ahora es momento de celebrar, de que los sudafricanos se unan para celebrar el nacimiento de la democracia. Alzo mi copa en honor de todos los que trabajan tan duro para lograr lo que solo puede ser un pequeño milagro”. Muchas personas, desde líderes del mundo hasta electores sudafricanos, coincidían en que era un milagro, en vista del caos y la segregación arraigados en Sudáfrica años antes.
La compasión y la astucia política de Mandela ayudaron a que ocurriera este cambio. Sin embargo, lo que le permitió ganarse a esta nación dividida y a hechizar al mundo con sus cualidades de estadista fue que el líder no se amargó a pesar de los 27 años que pasó como prisionero del régimen del apartheid.
A su llegada al poder, Mandela y su administración heredaron un país devastado por décadas de apartheid y una mayoría negra que se reconciliaba con el hecho de que votar no garantizaba la igualdad social ni económica. Madiba implementó iniciativas de desarrollo de vivienda, educación y economía con el objeto de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de raza negra.
El líder sudafricano también dejó huella en el escenario internacional. Durante los cinco años que ocupó la presidencia, recibió a 73 jefes de Estado o de gobierno, y realizó 83 visitas de Estado en el extranjero. Trabajó para negociar la paz en las naciones vecinas de África, como Angola y la República Democrática del Congo.
Madiba participó en la restauración del orden en Lesotho luego de que se desencadenaran graves disturbios a consecuencia de las elecciones de mayo de 1998. Envió tropas sudafricanas para estabilizar la situación y creó un clima favorable para las negociaciones. Además, encabezó los llamados a aplicar sanciones a Nigeria tras la ejecución de Ken Saro Wiwa y otros prisioneros políticos.
Mandela jugó un papel esencial en la resolución del desacuerdo entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Libia por la rendición de los dos hombres responsables del atentado de Lockerbie, en 1988 en el que un vuelo de Londres a Nueva York explotó, dejando un saldo de 270 personas muertas.
A menudo viajaba solo, tras haberse separado de su esposa Winnie. En 1995, decidió presentarse en un tribunal para la dolorosa audiencia de su divorcio, en la que reveló los detalles del romance que su esposa sostuvo con un joven abogado y que continuó a pesar de que él regresó a vivir al hogar familiar.
Sin embargo, tres años después Mandela se casaría con Graca Machel, la viuda del expresidente de Mozambique, Samora Machel en 1998. Ese mismo año, recibió la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos, convirtiéndose en el primer africano en recibir dicha distinción. El expresidente de EU, Bill Clinton, dijo que se le había otorgado la medalla no solo por los “10,000 largos días” que pasó en prisión, sino por su“brillante ejemplo” como líder político desde su liberación.
Durante los últimos días de su presidencia, Mandela entregó gradualmente el gobierno del país a su sucesor, Thabo Mbeki, quien asumió el poder en 1999. En un discurso que dio en el banquete de despedida, volvió a hacer referencia al milagro de Sudáfrica.
“Los sudafricanos de todos los estratos superaron las divisiones que databan de hace siglos y evitaron un baño de sangre que muchos observadores creían inevitable, de tal suerte que nuestra suave transición fue considerada en general como un milagro. Por ello, nuestro pueblo causó confusión entre quienes profetizaban la desgracia. Confiamos en que lo harán una y otra vez”.