Por Chris Murphy y Olivia Yasukawa, CNN

(CNN) – Solo en el mundo extremo del snowboarding de montaña podría alguien desafiar a la muerte en una avalancha y darse cuenta de que esto había reafirmado su pasión por la nieve.

Pero quizá no es de sorprenderse que Xavier de Le Rue describa su relación con la naturaleza como una necesidad o una droga.

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También es una sinergia que brinda consuelo luego de una amarga desilusión, como descubrir que tu sueño de ir a los Juegos Olímpicos no se hará realidad.

“Esta enorme avalancha me llevó 2 km montaña abajo”, le dijo el francés a la serie de CNN “Human to Hero” sobre el momento en el que temió que la naturaleza finalmente lo había derrotado.

“Era uno de esos días perfectos y te olvidas de que, en una fracción de segundo, las cosas pueden cambiar radicalmente y entonces, de repente, la montaña entera se desmoronó a mi alrededor”.

“Es un milagro que sobreviviera porque estaba tirado debajo de seis metros de nieve, completamente destrozado; sangre salía de cada orificio de mi cuerpo y estaba totalmente inconsciente”.

Como era de esperar, esa experiencia cercana a la muerte ocurrida hace seis años, generó una ola de introspección.

“Durante meses, me pregunté a mí mismo si debía seguir o no, si lo que estaba haciendo tenía sentido”, dice el deportista de 34 años.

“Me di cuenta de que lo amaba más de lo que pensaba, pero siempre he tenido estas normas en mi cabeza para estar más asustado por todo, todo el tiempo, pero a la vez para estar mucho más concentrado”.

“Creo que ahora mismo, si estoy preocupado por la seguridad, no me arriesgaré. Si no siento algo, sencillamente me iré a casa”.

La disciplina de De Le Rue se denomina “boardercross”; fundamentalmente, un grupo de deportistas inician una carrera desde la cima de la montaña hacia la parte de abajo.

Él fue campeón del mundo cuatro veces; ganó el título de la Copa del Mundo en tres ocasiones y tiene tres medallas de oro de los X-Games a su nombre.

Lo único que falta en su cartera de premios es una medalla olímpica, ya que no lo logró en 2006 y en 2010.

Este sueño en especial nunca se convertirá en realidad; después de dedicar el último año de su vida a prepararse a fin de calificar para los Juegos Olímpicos que se llevarán a cabo en Sochi el próximo mes, una confusión sobre los puntos en la clasificación hizo que no llegara al mínimo.

“Fue realemente decepcionante recibir la noticia, ya que éste iba a ser el final de mi carrera en la disciplina boardercross”, explica.

“Después de obtener cuatro títulos como campeón del mundo, tres medallas de los X-Games y tres globos de cristal, habría sido una forma increible de dejar el deporte, pero esto ha sido mucho más brutal”.

“Lo bueno de todo esto es que mi verdadero lugar en el snowboarding, así como mi corazón, está en las montañas, deslizándome por la nieve. Estoy en mejor condición física que nunca, y creo que este suceso es una buena manera de empezar de cero.

“Me siento mucho más liviano en cierta manera, sin presión. Toda esa energía que he ido acumulando en realidad me hace ver hacia mis próximas aventuras”.

Hay muchas cosas más por venir.

Entre sus principales planes está continuar la produccion en sus propias películas; tiene programadas expediciones a Spitsbergen, en Noruega y a Alaska, así como un período como comentarista en Sochi.

Es evidente que esta conexión que de Le Rue siente con las montañas no es algo que puede ser roto fácilmente.

“El snowboarding significa muchas cosas para mí, pero por sobre todo, el snowboarding es lo que determina mi vida en cierta forma”, dice. “El snowboarding es lo que me ha enseñado a conocerme”.

“El snowboarding es lo que me ha llevado a los momentos más gloriosos de mi vida, pero también a los peores momentos de mi vida”.

“Creo que es solo mi propia herramienta para experimentar la vida, para esforzarme, conocer mis límites, quizá para superarlos y para ser un ser humano feliz y realizado”.

“Si estoy en una gran ciudad durante algún tiempo, empiezo a sentirme nervioso y sé que necesito volver a algún lugar donde no haya nada, donde pueda tocar un árbol o una roca o algo y luego, sentirme mejor”.

De Le Rue añora la emoción de la competencia; él describe el boardercross como “motocross” sobre nieve, como una batalla de seis personas a lo largo de un recorrido lleno de saltos y obstáculos para alcanzar la meta.

Pero es igualmente feliz cuando se encuentra solo, en la cima de una espléndida montaña nevada. “Ves esas grandes montañas que están lejos y son tan inalcanzables”, dice.

“Desde que empecé a practicar snowboarding y a esquiar, solía verlas y soñaba con llegar ahí, pasar tiempo solo e incluso deslizarme sobre ellas. Sí, el sueño se hizo realidad”.

“Creo que si tuviera que describir un sentimiento que realmente sobresale, sería el momento en el que estás en la cima de montaña, listo para deslizarte”.

“Te encuentras solo, lejos de todo y estás en condiciones bastante fuertes”.

“Es increíblemente hermoso y algo ocurr en tu mente; es como si el tiempo ya no importara más. Tus problemas cotidianos simplemente desaparecen y es indescriptible”.

De Le Rue nació en los Pirineos y comenzó a esquiar a la corta edad de dos años. Sus cuatro hermanos y hermanas también empezaron a deslizarse por las pendientes a una corta edad, y su hermano Paul-Henri parece estar determinado a ser parte del equipo francés en los Juegos de Sochi.

Pero aunque obtener una medalla en los Juegos era su deseo final en el ámbito competitivo del deporte, él cree que el boardercross se ha convertido en una disciplina que quizá ha llevado los límites demasiado lejos.

“Ahora pienso que el deporte ha cambiado”, dice. “Los jóvenes estan deseosos y dispuestos a ganar a toda costa”.

“Voy a sonar como un viejo sabio pero extraño los buenos tiempos en los que solíamos respetar los límites, donde solíamos tener un codigo de caballeros”.

“Ahora mismo, es solo una batalla donde no hay reglas, en cierta forma”.

Pero incluso si los dias de boardercross han terminado para de Le Rue, aún queda mucho más snowboarding de montaña por practicar.

“Es una forma de tener un poco de control sobre las montañas, pero aun así, ser humilde, pedir permiso para ingresar y deslizarse por ellas, y sentir este enorme orgullo y felicidad cuando llegas al final”, explicó.

“Todo queda registrado en tu mente y solo entras en modo automático. Estás en una especie de burbuja y no sientes nada, simplemente eres como un animal”.

“Una vez superas los obstáculos y vas en línea recta hacia el final, sientes un fuego que explota dentro de ti”.