Por Shahira Amin
Nota del editor: Shahira Amin es una periodista independiente ubicada en El Cairo. Fue directora delegada de la estación Nile TV, dirigida por el estado, pero renunció a su puesto durante el levantamiento ocurrido en enero de 2011 a manera de protesta por lo que vio como la cobertura parcial que la estación hizo de las manifestaciones en la Plaza Tahirir. Actualmente, escribe para Index On Censorship, un portal de libre expresión. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente suyas.
(CNN) – La aparente reanudación de las “pruebas de virginidad” forzadas por parte de fuerzas de seguridad en Egipto ha defraudado las esperanzas de los activistas respecto a reformas democráticas y ha alimentado los temores de un retorno a la brutalidad y abuso de la policía, similar al de la era de Hosni Mubarak.
Cuatro mujeres que fueron arrestadas en los últimos meses por tomar parte en protestas en contra de los militares han expresado que fueron sometidas a pruebas de virginidad por parte de la policía mientras se encontraban en custodia.
Recuentos de primera mano de su experiencia traumática -publicados la semana pasada por BuzzFeed, el sitio web social de noticias- generaron un grito de protesta de grupos locales e internacionales de derechos humanos, quienes están molestos por lo que algunos grupos han descrito como “crímenes atroces” cometidos por el estado, desde la destitución del ex presidente islamista Mohamed Morsy, ocurrida en julio.
Las pruebas de virginidad a las que presuntamente fueron sometidas las cuatro detenidas señalan el regreso de una práctica cuyo objetivo es humillar y aterrorizar a las manifestantes femeninas.
Una de las mujeres que dice fue forzada a someterse a una prueba de virginidad en enero, mientras se encontraba detenida en la prisión de Qanater, le dijo a BuzzFeed: “Creí que las pruebas eran historia. Creí que las habíamos dejado atrás en los días de Mubarak”.
Patrón de abuso
En diciembre de 2011, activistas celebraron luego de que el Tribunal Administrativo de El Cairo ordenara ponerle fin al vergonzoso proceso, y lo declarara ilegal en Egipto.
El veredicto fue considerado una victoria para Samira Ibrahim, la joven activista que había presentado una denuncia legal en contra del ejército luego de que ella y por lo menos otras seis manifestantes fueran sometidas a pruebas de virginidad realizadas por un médico del ejército en marzo de 2011.
“Realizamos las pruebas a fin de demostrar que las jóvenes no eran vírgenes, para que no acusaran al ejército de violación más adelante”, me indicó un general de alto rango en una entrevista telefónica llevada a cabo el 30 de mayo de 2011. Ésta fue la primera vez que un general del ejército reconoció que las pruebas se habían realizado, dando marcha atrás a las negaciones anteriores por parte del ejército respecto a la realización de dichas pruebas.
Sin embargo, en marzo de 2012, un tribunal militar absolvió al doctor acusado de realizar pruebas de virginidad, por razones de “testimonio contradictorio”. Para los activistas de derechos humanos, su absolución fue un golpe a sus esperanzas de que hubiera rendición de cuentas por los abusos que las mujeres habían sufrido a manos de los militares.
Analistas y defensores de derechos dicen que las pruebas de virginidad son parte de un patrón de abuso practicado por el Servicio de Seguridad del Estado, el cual, según informes, fue desmantelado luego de la revolución ocurrida en enero de 2011, pero que ahora ha regresado.
Desde que las protestas respaldadas por militares llevaron al derrocamiento de Morsy, miles de miembros de la Hermandad Musulmana y partidarios han sido arrestados y aproximadamente 1.400 personas han muerto en medio de la violencia política.
Muchas de las muertes fueron ocasionadas por el “uso excesivo e injustificado de fuerza por parte de la policía y el ejército”, según Amnistía Internacional.
En meses recientes, las medidas energéticas de seguridad sobre la Hermandad Musulmana -a la que Egipto designó como organización terrorista en diciembre- se han incrementado, al enfocarse en disidentes de todo tipo, entre ellos activistas y periodistas seculares.
Reportes de tortura
Muchos egipcios se han hecho de la vista gorda en cuanto a los abusos a derechos humanos cometidos por las fuerzas de seguridad en contra de partidarios de la Hermandad, y algunos incluso consideran que los asesinatos son necesarios para eliminar del país a las personas que llaman terroristas, cuyo objetivo, según dicen, es destruir a Egipto y sumirlo en un caos.
En semanas recientes, ha habido un aumento de informes sobre tortura de detenidos políticos, muchos de ellos basados en testimonios de los mismos prisioneros.
Anteriormente este mes, el Ministro del Interior, Mohammed Ibrahim, emitió una declaración en la que negaba las denuncias de tortura o agresión sexual por parte de la policía. Ibrahim dijo que varias organizaciones de derechos humanos habían visitado prisiones en Egipto y se habían reunido con reclusos y que estaba abierto a recibir otras solicitudes de otros grupos que quisieran comprobar las condiciones de primera mano.
Un oficial de la policía que trabaja para el departamento de medios del Ministerio del Interior (quien solicitó no se diera a conocer su nombre porque no está autorizado para hablar con los medios de comunicación) dijo que quienes hacen tales acusaciones eran “enemigos de estado” que querían perjudicar las relaciones entre los ciudadanos y la policía.
En un discurso televisado dirigido a la nación, transmitido el 3 de julio (horas luego de que Morsy fuera derrocado), el General Abdel Fattah El Sisi, Ministro de la Defensa, prometió una transición democrática y un gobierno inclusivo.
No ha cumplido con ninguno de sus ofrecimientos. En un intento por sacarle ventaja a una ola de fervor nacionalista, muchos esperan que anuncie su candidatura a la presidencia en los próximos días. Si bien lo están promoviendo como “el salvador de la nación” para traer estabilidad, su candidatura política seguramente profundizará la polarización y aumentará la agitación política en el país.
Atmósfera de temor e incertidumbre
El Sisi ha dicho que la destitución de Morsy ha salvado a Egipto de una guerra civil, pero el aumento de aparentes bombardeos por venganza por parte de grupos yihadistas que fijan objetivos en instalaciones de seguridad y puestos de control en todo el país, evidencia lo contrario.
De hecho, la barrera de temor fue quebrantada durante la revolución de enero de 2011 y los jóvenes activistas revolucionarios creen que la tendencia es irreversible. Ellos insisten en que su revolución -“apropiada por islamistas y posteriormente, por los militares”- continuará a pesar de los obstáculos.
Pero con una ley draconiana en vigor, la cual penaliza las protestas sin permiso previo de la policía, la misión de los activistas se ha tornado más difícil. Ellos han quedado con la única alternativa de acudir a las redes sociales de los medios a fin de recoger apoyo publico para su campaña.
Mientras tanto, las agencias de seguridad no han guardado en secreto el hecho de que estas redes ahora están siendo monitoreadas enérgicamente, lo cual aumenta el riesgo de arresto de activistas por Internet que critican al gobierno. Y debido a que los medios de comunicación tradicionales que están a favor del ejército siguen comunicando mensajes que incitan al odio hacia los islamistas y siembran temor en el público, una gran mayoría de egipcios han decidido apoyar el regreso del ejército al poder.
Es en esta atmósfera de incertidumbre y temor que las pruebas de virginidad han regresado. Pocos egipcios están dispuestos a expresarse en contra de la práctica degradante y otras violaciones a los derechos. Muchos de ellos dicen que no pueden darse el lujo de abandonar la seguridad y estabilidad por principios democráticos y derechos humanos.
Una de las detenidas que afirma fue sometida a una prueba de virginidad mientras se encontraba en custodia le dijo a BuzzFeed: “Las personas han olvidado lo que el ejército nos hizo en 2011. El Sisi estaba a favor de las pruebas de virginidad para las jóvenes que se encontraban en Tahirir”, dijo.
Para ella y otros activistas de la oposición, la abrumadora ola de apoyo popular hacia el ejército es tanto desconcertante como frustrante.