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Por Ulrich Speck, especial para CNN

Nota del editor: Ulrich Speck es experto visitante del grupo de estudios Carnegie Europe en Bruselas.  

(CNN) — En el conflicto que Ucrania desató entre Occidente y Rusia no solo está en juego el futuro de Crimea, sino el futuro del orden internacional.

Hace algunas semanas, Crimea era un lugar remoto al que los historiadores conocían como el centro de una guerra en la década de 1850. Sin embargo, se volvió repentinamente un punto geopolítico álgido en un conflicto entre Rusia y Occidente que parece salido de un libro de estrategias de la Guerra Fría.

El gobierno ruso elevó radicalmente las apuestas con una anexión de facto de esta región que alberga una importante base naval rusa y en donde la mayoría de la población se inclina por Rusia (aunque una minoría considerable, incluidos los cosacos, está sólidamente unida a Ucrania).

No está claro si el presidente de Rusia, Vladimir Putin, cree que este es apenas el primer paso al que podría seguir una invasión de otras partes del sur y el este de Ucrania.

Lo que está claro es que Rusia no se retirará pronto.

Unión Soviética light

Las tácticas y estrategias de la anexión de facto ya se dejaron ver en las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia, tras la guerra contra Rusia en 2008; es muy probable que volvamos a verlas en Crimea. Tras la máscara de la legalidad, la región quedará básicamente bajo el control total de Rusia.

La dirigencia actual del Kremlin nunca aceptó que Ucrania, que logró su independencia en 1991, sea un Estado soberano. Consideran que Ucrania se encuentra dentro de su esfera de influencia, lo que significa que Rusia cree que Ucrania debe pedir permiso al gobierno ruso en lo que concierne a asuntos importantes.

El plan general de Putin es recrear alguna especie de “Unión Soviética light”, una red de países bajo el control de Moscú con el objetivo de impulsar la posición geopolítica de Rusia. Ucrania es la piedra angular de ese proyecto.

No obstante, la caída del presidente Yanukóvich y el triunfo del movimiento popular Maidan en Ucrania dejaron ver a Rusia que está perdiendo el control de Ucrania y que su gran estrategia no va a ninguna parte.

Mientras el nuevo gobierno en Kiev parece comprometido a profundizar los lazos con la Unión Europea, Putin ha perdido los medios indirectos de control, por lo que decidió usar la fuerza armada para recuperar a Ucrania o al menos negarle a Occidente el triunfo, según su punto de vista.

El gobierno ruso siempre ha considerado que Ucrania es un país satélite, pero Occidente ha ignorado constantemente el riesgo de que Rusia recurra a las armas en ese país.

Sí, existe el precedente de la guerra en Georgia, pero en ese entonces Rusia al menos tenía argumentos para respaldar su historia de intervención humanitaria, además de que la facción georgiana perdió el valor y tomó medidas preventivas.

Además, Estados Unidos y la Unión Europea estuvieron más que dispuestos a aceptar la versión rusa de los hechos y siguieron haciendo negocios como siempre.

La situación de Ucrania es distinta en varios aspectos. Primero, no había tensiones étnicas graves que pudieran servir de pretexto para una intervención rusa. En segundo lugar, Ucrania se encuentra entre la Unión Europea y Rusia, lo que significa que Occidente simplemente no puede ignorar una agresión de parte de Rusia a causa de la proximidad geográfica. En tercer lugar, la Unión Europea ya está muy involucrada en Ucrania.

En el caso de Ucrania, Occidente no aceptará la historia de Rusia. El usar la fuerza y violar la soberanía de Ucrania es un caso de agresión demasiado obvio. Sin embargo, Putin debe haber considerado que a pesar de que el precio de desafiar a Occidente por Ucrania no sea demasiado alto, Occidente no se unirá para reaccionar duramente.

Grietas en Occidente

¿Está en lo correcto? Se pueden ver indicios del desacuerdo respecto a la respuesta adecuada. El ministro del Exterior de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, manifestó el domingo sus dudas acerca de la propuesta de excluir a Rusia del G8. La táctica del gobierno alemán es seguir actuando como si Rusia fuera un socio constructivo al que hay que hacer entrar en razón por medio del diálogo intenso.

Mientras que Alemania quiere traer a Rusia de vuelta al camino de la virtud, otros actores creen que ha llegado el momento del castigo. Washington prepara medidas para intensificar las presiones económicas. Sin embargo, en la Unión Europea no hay consenso respecto a cuál será la reacción adecuada.

Occidente no está cerca de adoptar una postura uniforme ni de emitir una respuesta poderosa. Peor aún, en vez de dejar a un lado sus diferencias, las grietas de Occidente son demasiado visibles y envalentonan a Putin.

Se puede asumir que la reacción de Occidente está trazando el rumbo que Putin tomará. Rusia teme al aislamiento y a las represalias económicas. El dinero que permite que la dirigencia rusa emprenda costosas y arriesgadas aventuras de política exterior proviene en gran parte de la Unión Europea en forma de pagos por el petróleo y el gas. Una parte considerable de las inversiones de la élite rusa también se encuentran en la Unión Europea.

Sin embargo, no parece que Occidente esté aprovechando su ventaja. Esta precaución puede resultar contraproducente. Podría animar a Putin a ir más allá de la anexión de facto de Crimea y tratar de quitarle partes aún mayores a Ucrania.

Los políticos occidentales deben actuar en consecuencia y entender qué es lo que está en riesgo.

Si Rusia va más allá de Crimea, existe el riesgo de que estalle una guerra con Ucrania. Ningún gobierno puede quedarse mirando mientras otro país invade su territorio.

Actuar como un imperio

Más allá de Ucrania, el conflicto también es un momento decisivo para el futuro de la política exterior de Rusia. Si el gobierno ruso tiene éxito en Ucrania, llegará a la conclusión de que puede actuar como un imperio. Un imperio no tiene fronteras ni respeta las fronteras de los demás.

El pretexto de proteger a los supuestos ciudadanos rusos podría usarse en contra de muchos países. Si la operación en Ucrania tiene éxito, asustará a muchos de los países vecinos y los incitará a tratar de sobornar a Rusia.

La seguridad fronteriza y la soberanía son principios esenciales del orden mundial y están consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y en otros documentos, muchos de los cuales Rusia ha firmado. Rusia es accionista en este sistema y su pertenencia al Consejo de Seguridad de la ONU es un elemento importante que asegura su posición como potencia.

A Rusia también le interesa insistir en la santidad de las fronteras ya que tiene un vecino poderoso en el sureste: China. Rusia no puede poner en tela de juicio la soberanía de los demás sin arriesgar la propia.

Vacío de poder

En Ucrania está en juego algo más que la región.

Si Estados Unidos y la Unión Europea aceptan que Rusia tome ese territorio, debilitarán las bases del orden internacional actual que nació de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y que se consagraron en la Carta de las Naciones Unidas.

La carta pretende evitar precisamente una situación en la que los Estados poderosos ponen las condiciones de acuerdo con sus propios intereses y los débiles no tienen más opción que aceptar.

Si un Estado puede invadir a otro sin que lo ataquen, sin tener un mandato internacional y el claro respaldo de las normas internacionales (como la responsabilidad de proteger), las bases del orden internacional actual estarán en riesgo.

Anteriormente, Estados Unidos promovía y garantizaba el orden impuesto por la ONU. Al asumir el rol de un cuasi soberano mundial y enfrentarse a grandes amenazas, a veces violó este mismo principio. Pero se trató de excepciones al rol en general beneficioso que Estados Unidos asumió como promotor de un orden democrático liberal.

Actualmente, Washington ha disminuido su huella en el mundo ya que sus contribuyentes ya no están dispuestos a llevar la mayor carga por mantener el orden mundial.

El Kremlin detectó un vacío de poder e intervino.

Ahora Occidente debe decidir si aceptará las nuevas reglas que Rusia impone en su vecindario o si tiene el poder y la fuerza para defender un orden que ha propiciado décadas de libertad, seguridad y prosperidad.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Ulrich Speck.