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Nota del editor: Peter Morici es economista y profesor en la Escuela de Negocios Smith de la Universidad de Maryland. Tuitea en @pmorici1.
Por Peter Morici
(CNN) -— Rusia no cederá pronto el control de Crimea.

La amenaza de la intervención militar occidental será inútil: la OTAN no tiene suficientes fuerzas en la región como para desafiar el control de Rusia y las sanciones económicas probablemente no funcionen.

La paranoia de los rusos por las amenazas de Occidente a su seguridad hace que se inclinen por soportar los grandes costos para imponer la “esfera de interés privilegiado” que Vladimir Putin afirma tener respecto a las antiguas repúblicas soviéticas que ahora están fuera de la Federación Rusa.

En el corto plazo, Rusia tiene la ventaja. Provee a Europa con el 30% de su gas natural o el 8% de su energía en total. Aunque el gas puede sustituirse, Europa no puede cambiar el rumbo de la noche a la mañana.

Europa tiene depósitos considerables de esquisto que Francia, Alemania y varios otros países han decidido no explotar. La explotación de los depósitos de esquisto, la construcción de más plantas nucleares y complejos de energía solar, la importación de más petróleo y gas de América del Norte y Medio Oriente y la construcción de infraestructura para desarrollar eficazmente esos recursos tomaría varios años.

A más largo plazo, Rusia tiene mucho que perder. Desde que la Guerra Fría terminó, Rusia depende profundamente de los mercados occidentales para impulsar su economía pero básicamente no ha modernizado su industria ni su ideología geopolítica respecto a Occidente.

El petróleo y el gas representan cerca del 70% de las exportaciones rusas, además de que envía a Occidente cantidades considerables de aluminio y otros metales. Sin embargo, el sector manufacturero de Rusia sigue siendo profundamente ineficiente y poco competitivo y el país depende de los servicios financieros sofisticados y la amplia gama de tecnologías y productos para el consumo de Occidente.

El capitalismo cómplice y el dominio de los oligarcas multimillonarios agotan a los pequeños empresarios que impulsan en gran medida la innovación y el progreso en Occidente. El 50% de los ingresos de la Federación Rusa dependen de la industria petrolera.

Si Europa encuentra sustitutos para su petróleo y gas, Rusia simplemente no podrá pagar los productos occidentales que acostumbra comprar. El gobierno ruso no podrá financiar sus aventuras militares y foráneas ni pagar el extenso sistema de subsidios que ha mantenido a Vladimir Putin en el poder desde 1999.

Los oligarcas serían mucho más pobres y serían menos capaces de disfrutar de sus apartamentos en Nueva York y los retiros para esquiar en Colorado. Sin embargo, la mayoría de los rusos preferiría arriesgarse a volverse más pobres que a rendirse a la presión de Estados Unidos y Europa a causa de los temores arraigados sobre las amenazas de Occidente a su seguridad.

Con o sin la guía de Putin, Occidente no debería sentar su política en la falsa idea de que puede cambiar la postura del gobierno ruso respecto a Ucrania o cualquier otro antiguo Estado soviético por medio del razonamiento con sus líderes o de las amenazas de congelar bienes, suspender el comercio y cosas por el estilo.

A menos que Occidente pueda imponer un precio considerable a las políticas agresivas de Rusia, reducir la vulnerabilidad de Europa ante un embargo de gas y restringir los recursos financieros del gobierno ruso, puede apostar a que Rusia ejercerá su poder militar cuando sus líderes perciban alguna amenaza a los intereses rusos en los países vecinos.

Es esencial unir esfuerzos con los europeos. Sería temerario que Estados Unidos y Europa congelaran los bienes rusos en general. Rusia podría desquitarse fácilmente con las inversiones estadounidenses y europeas en los sectores petrolero, automotriz y bancario, entre otros. Sin embargo, las restricciones focalizadas a las visas y a los viajes a Estados Unidos y Europa, aunadas al congelamiento limitado del acceso a las cuentas bancarias y a los bienes raíces de los líderes políticos y militares rusos responsables de la invasión a Crimea podría enviar un mensaje claro y doloroso.

Los europeos deberían actuar rápida y contundentemente para desarrollar su propio gas natural y otras alternativas. Eliminar la dependencia del gas ruso no acabará con la paranoia de Rusia —de hecho podría agravarla— pero al menos arrancaría al gobierno ruso su capacidad de amenazar a los europeos y a los países vecinos con embargos y acciones militares respectivamente.

Los rusos podrían tratar de vender más gas natural en Asia, pero esas posibilidades son limitadas. Los productores de petróleo ruso ya queman grandes cantidades del gas que no pueden vender en Europa.

Estados Unidos no debería ofrecerse intempestivamente a vender gas natural licuado a Europa. Francia, Alemania y otros países europeos han evitado sistemáticamente los riesgos ambientales que presenta el desarrollo del gas de esquisto y la energía nuclear. Estados Unidos debería insistir en que los europeos compartan los riesgos ambientales.

El alto costo de licuar y enviar gas estadounidense a Europa requiere que esta también desarrolle sus propios recursos para liberarse totalmente de su dependencia de Rusia y limitar su vulnerabilidad estratégica.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Peter Morici.