Por Megan Sandel y Renée Boynton-Jarrett
Nota del editor: Megan Sandel y Renée Boynton-Jarrett son pediatras y profesoras asociadas de pediatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston. Sandel también es profesora asociada del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Boston y directora de investigación de Children’s HealthWatch. Boynton-Jarrett es directora de Vital Village Network.
(CNN) – Crystal R. toma fotos de su barrio como parte del proyecto “Witnesses to Hunger” (Los testigos del hambre). Entre las fotos de Crystal de montones de basura, lotes abandonados y cercas de alambre de púas hay una imagen sorprendente: grandes anuncios que ofrecen “precios especiales” de cigarrillos con el mensaje “Kool– be true” que la saludan cuando sale a comprar comida.
Un análisis reciente de datos federales realizado por la Red de la Métrica en Salud ha descubierto que así como el hábito de fumar se está reduciendo en las comunidades más ricas, las tasas no están variando entre los más pobres y la clase obrera. Más personas están fumando en las comunidades más pobres.
Es fácil culpar a las personas que viven en la pobreza por hacer malas elecciones. Pero es más complicado que eso. Las compañías tabacaleras fomentan el hábito en estas comunidades, y el estrés de vivir en la pobreza y a veces la desesperanza también provocan que las personas recurran a los cigarrillos.
El proyecto “Witness to Hunger” trabaja con los verdaderos expertos: las madres y cuidadores de niños pequeños que han pasado hambre y viven en la pobreza. Crystal, quien prefiere no usar su apellido, habla abiertamente sobre el estrés de su entorno: “Cuando voy al supermercado, es incómodo. …Es embarazoso sacar mi tarjeta de Access. Siento que las otras personas en la fila solo se quedan viendo y juzgan, diciendo cosas…”
Como pediatras del Centro Médico de Boston, sabemos definir lo que es un síntoma de la enfermedad, como la tos, y lo que es la enfermedad subyacente a ser tratada, la neumonía. No nos limitamos a suprimir la tos con jarabes; tratamos la infección subyacente con antibióticos.
En este caso, la pobreza puede ser tanto el síntoma como la enfermedad, teniendo en cuenta cómo el estrés crónico de la pobreza impulsa los comportamientos poco saludables. Existen factores subyacentes que deben ser tratados antes que el uso del tabaco pueda ser reducido sustancialmente en todas las comunidades.
En primer lugar, las empresas tabacaleras se enfocan en los barrios de bajos ingresos, al hacerle más publicidad a los cigarrillos: más vallas y anuncios más grandes, y el triple de anuncios de marca. Los fabricantes de tabaco también se dirigen específicamente a los jóvenes de los barrios de nivel socioeconómico bajo y minoritarios y vender cigarrillos más baratos en las comunidades pobres. Esta es una estrategia inadmisible por parte de las grandes tabacaleras.
Otro factor es que las dificultades económicas, como el hambre, la inestabilidad de vivienda y los problemas para mantener encendida la calefacción son estresantes y poco saludables para los niños. Y la adversidad en la niñez está vinculada a conductas no saludables más adelante, sobre todo en relación al consumo de tabaco. Un estudio de la Universidad de Duke encontró que “las preocupaciones sobre el pago de facturas o la necesidad de vender las posesiones a cambio de efectivo erosionan el autocontrol de un niño, independientemente de una buena crianza”. Esa falta de autocontrol a menudo lleva a fumar.
Las mujeres están dejando el hábito de fumar a un ritmo más bajo que los hombres. Sin embargo, las mujeres que son víctimas de abuso físico o psicológico por parte de sus parejas a menudo fuman para hacerle frente a la dura realidad en la que viven. Sorprendentemente, estas relaciones entre la exposición a la violencia y el hábito de fumar se hacen presentes en las mujeres de bajos ingresos, y en grupos socioeconómicos más altos también.
Las madres solteras en barrios pobres son más propensas a estar en un riesgo más alto, al tener la carga de las responsabilidades del cuidado de sus hijos, junto al aislamiento social y al estrés crónico asociado a la pobreza del barrio. Fumar puede ser una estrategia confiable para aminorar esas cargas.
La geografía de la oportunidad y la desventaja no es igual a lo largo de Estados Unidos.
Evidentemente, los programas de salud pública como los impuestos al tabaco y los lugares públicos libres de humo han logrado reducir las tasas de tabaquismo, pero parece que las comunidades más pobres se pasan por alto.
Fumar es la principal causa de muertes prevenibles en Estados Unidos. Causa cáncer de pulmón, enfermedades cardíacas, bronquitis, enfisema y más; hablamos de crisis de salud costosas que solo se suman a los problemas de los pobres.
Para prevenir el hábito de fumar y evitar que los jóvenes lo adquieran, se requiere mucho más que los mensajes de salud pública. Será necesario cambiar nuestras políticas económicas para mejorar las condiciones de vida de nuestros vecindarios. Las personas necesitan trabajos que sean bien remunerados y comunidades más seguras para reducir el estrés que a menudo está detrás del hábito de fumar.
Hasta que nos preocupemos verdaderamente por la carga emocional de vivir en vecindarios que ofrecen poca esperanza o ayuda y le pongamos fin a la fuerte promoción de los cigarrillos, fumar seguirá siendo una estrategia para hacerle frente a la realidad entre los miembros más vulnerables de nuestra sociedad.