Por Jessica Ravitz
(CNN) — Podemos culpar al Internet de muchas cosas: la proliferación de la pornografía, nuestra obsesión por videos sobre gatos, el supuesto aumento de las tendencias juveniles como -respira hondo- la oculofilia.
Pero ¿también es culpable de ayudarnos a perder nuestra religión? Un nuevo estudio sugiere que podría ser así.
Allen Downey, un científico informático de Olin College of Engineering en Massachusetts, se dispuso a entender el aumento nacional de los que afirman no tener afiliación religiosa. Estos son los “nones” a los que el Centro de Investigación Pew considera como el grupo “religioso” de mayor crecimiento en Estados Unidos.
Desde 1985, dice Downey, el número de estudiantes universitarios de primer año que dicen no tener ninguna afiliación religiosa ha crecido del 8% al 25%, según CIRP Freshman Survey (encuesta a estudiantes de primer año).
Y, añade, las estadísticas de la Encuesta Social General (GSS, por sus siglas en inglés), que ha estado dándole seguimiento a las opiniones estadounidenses y al cambio social desde 1972, muestran que el porcentaje de estadounidenses no afiliados de la población general se disparó de 8% a 18% entre 1990 y 2010.
Estas tendencias coinciden con lo reportado en el 2012 por el proyecto “Religión y vida pública” del Centro de Investigación Pew. Este indicó que uno de cada cinco adultos estadounidenses y una tercera parte de los menores de 30, no son afiliados.
Downey dice que él entró en el debate en curso sobre el aumento de los “nones”, no porque tenga un interés personal de una u otra forma, sino porque el tema le atrae. Dice que es un buen señuelo para estudiar y atrae a los estudiantes que están aprendiendo a analizar los datos reales.
En su artículo “La afiliación religiosa, la educación y el uso de Internet”, que publicó en marzo en arXiv, una colección electrónica de artículos científicos, Downey analizó datos de GSS y descubrió una correlación entre el aumento del uso de Internet y desafiliación religiosa.
El uso de Internet entre los adultos era esencialmente cero en 1990; 20 años más tarde, pasó a ser de 80%, dijo. En ese mismo período de dos décadas, hemos visto un aumento de 25 millones de personas que no tienen ninguna afiliación religiosa.
Las personas que utilizan Internet un par de horas a la semana, según los números GSS que mostró Downey, tenían menos probabilidad a tener una afiliación religiosa en más o menos 2%. Aquellos que están en línea más de siete horas a la semana tenían mayor probabilidad, un 3% más de probabilidad, de desafiliarse, dijo.
Ahora, Downey es el primero en señalar que la correlación no implica necesariamente causalidad.
Pero fue capaz de controlar otros factores, entre ellos la educación, la educación religiosa, los entornos y los ingresos rurales/urbanos, encontrar un vínculo que le permitió “concluir, tentativamente, que el uso de Internet provoca la desafiliación”, dijo.
“Pero una persona lógica podría no estar de acuerdo”.
El internet, planteó, abre nuevas formas de pensar a las personas que viven en entornos homogéneos. También permite a las personas con dudas encontrar a personas con ideas afines en todo el mundo.
Él cree que la disminución de educación religiosa ha tenido el mayor efecto, representando el 25% de la reducción de la afiliación; la educación universitaria abarca aproximadamente el 5% y el uso de Internet podría justificar el otro 20%.
Eso deja 50%, lo que él atribuye al “relevo generacional”, es decir los nacidos más recientemente son menos propensos a estar afiliados religiosamente, aunque él no trata de explicar por qué es así.
El Centro de Investigación Pew ha ofrecido sus propias teorías.
Una explicación que da Pew es que nuestra nación está experimentando una reacción política, “que los adultos jóvenes, en particular, se han alejado de la religión organizada, porque la perciben como profundamente enredada con la política conservadora y no quieren tener ninguna relación con la misma”.
Más específicamente, explica el Pew, esta marca de la religión y la política no está en sintonía con los puntos de vista de los adultos jóvenes sobre los derechos del mismo sexo y el aborto.
El aplazamiento del matrimonio y de la paternidad, la mayor desconexión social y la secularización general de la sociedad también podrían jugar un papel, según Pew.
Pero para ser religiosamente no afiliado no se requiere falta de fe o de espiritualidad, dicen los investigadores.
Sí, el grupo de “nones” incluye a aquellos que podrían llamarse a sí mismos ateos o agnósticos. Pero también representa a muchos, 46 millones de personas, que no pertenecen a un grupo en particular, pero son, de alguna manera, religiosas o espirituales, según Pew.
Todo esto es parte de la cara cambiante de la sociedad y de la fe, y dónde encaja el Internet solo es parte de un rompecabezas complicado.
El panorama cambiante incluye a un montón de gente que buscan en línea sustento espiritual y religioso, dijo Cheryl Casey, quien ahondó en el tema en su tesis del 2006.
Casey, ahora profesora de medios de comunicación, sociedad y ética de Champlain College en Vermont, escribió sobre “volver a virtualizar el ritual religioso en el ciberespacio”, y la relación de transformación entre la tecnología y la religión.
Que Downey encontraría una correlación, que el Internet está aumentando la desafiliación, tiene perfecto sentido para ella.
“Surge el control institucional sobre la conversación, así que no solo es cuestión de más iglesias para elegir, sino más formas de tener esa conversación y más personas con las que se tenga esa conversación”, dijo el miércoles.
La gente se aleja de la afiliación formal y hacia lo que ella llama “exploración religiosa de base”, donde “la naturaleza del medio permite esas conversaciones para crecer orgánicamente”.
Las innovaciones han desempeñado un papel en influenciar la religión, dijo, y continuarán.
Algo que ella escribió en el 2006 lo explica mejor.
“Cuando una nueva tecnología, como la imprenta o el Internet, desencadena un cambio cultural masivo, el desafío a la religión es inmenso. Los desarrollos culturales cambian la forma en que se piensa y habla sobre Dios, o lo supremo”, escribió.
“Sin embargo, la dinámica de esta transformación requiere de una investigación continua”.