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Por Paul Burress, especial para CNN

Nota del editor: Paul Buress es el pastor de Victory Church, en Rochester, Nueva York, y aparece en el nuevo documental Fight Church. La película fue dirigida por Bryan Storkel y Daniel Junge. Las opiniones expresadas en esta columna le pertenecen a Burress.

(CNN Español) – Antes de salir, pude escuchar el sonido de miles de personas que aclamaban mientras esperaban que entrara al ring. “Señor, cúbreme”, oré en un susurro. “Úsame como un testigo. Úsame para que yo pueda hablar de ti”.

Mi trabajo es ser pastor, y a la mañana siguiente iba a predicar el sermón de la Pascua. Pero esa noche, estaba preparándome para algo completamente distinto. Esta no era la multitud normal de asistentes a la iglesia.

Estaba a punto de entrar a la jaula y competir en un combate de artes marciales mixtas.

Cuando le digo a la gente que soy pastor y luchador de artes marciales mixtas, usualmente me dirigen miradas de asombro.

“¿Cómo puedes predicar la palabra de Dios y participar en una actividad tan brutal?”, pregunta la gente. “¿Acaso no nos enseñó Jesús a amarnos unos a otros?”

Las personas tienen razón en hacer estas preguntas, pero están equivocados en asumir que el deporte de artes marciales mixtas no es compatible con las enseñanzas de Jesucristo.

Es completamente lo contrario.

Al igual que muchos deportes competitivos, las artes marciales mixtas pueden ser consideradas violentas, pero no es algo lleno de odio o destructivo. Nos enseña como contener y controlar nuestros impulsos más violentos a través de fuerza, disciplina y perseverancia; ninguna de las cuales son contrarias al cristianismo.

Cuando entro a la jaula, lo hago para competir, no matar; no hay una pizca de rencor o mala voluntad en mi corazón.

Lo más importante es que mi trabajo como pastor me ayuda a guiar a las personas hacia Jesús, a llevarlos por un camino mejor. Para hacerlo, mi ministerio debe ser relevante, debo hablarle a las personas en sus propios términos y en su propio idioma.

Como dice la Biblia: “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él”. (1 Corintios 9:21-22)

Dios me ha puesto en esta tierra para luchar y dar a conocer el mensaje de la salvación. Y aunque aparentemente esas dos misiones -dar a conocer el mensaje de paz y enseñarle a las personas cómo dar un golpe directo- parecen ser opuestas, pueden ir de la mano.

Cuando era niño, luchaba y practicaba artes marciales con mi padre, quien también era pastor. Cuando entré a la universidad, conocí a un hombre llamado Glenn Cozzens, quien operaba una escuela de combate en aquella época en el sótano de una iglesia.

Entrenábamos como bestias en aquél momento, íbamos de gimnasio en gimnasio, visitábamos varias escuelas de combate, luchábamos con cualquier persona para compartir nuestro conocimiento del arte y aprender de ellos.

Esto fue mucho antes de que la MMA fuera popular o incluso aceptada, pero éramos cristianos, así que rápidamente vimos la oportunidad de compartir con hombres y mujeres acerca de Jesús y la Biblia.

Algunas personas que conocimos, podrían nunca haber aprendido acerca de la fe de otra manera. Eran drogadictos y miembros de pandillas, y en general se trataba de personas difíciles.

Compartimos el mensaje sencillo de la Biblia: todos somos seres humanos necesitados e imperfectos, pero a Dios no le interesa qué hemos hecho; lo importante para él es hacia dónde vamos y que busquemos a Jesús.

Nuestro ministerio verdaderamente ponía a las personas en la dirección correcta, no solo les enseñábamos a amar a Cristo, sino a amar a su prójimo.

Las artes marciales mixtas le dieron a estos jóvenes un lugar dónde enfocar sus energías, sacar sus frustraciones y formar relaciones reales y duraderas con personas que los ayudarían a crecer.

Lo más importante es que les dio la oportunidad de establecer una relación con Jesús para toda la vida.

Luego me convertí en capellán para Good News Jail & Prison Ministry, donde también le enseñé a los miembros de las fuerzas de seguridad cómo defenderse.

Actualmente, soy el pastor de Victory Church, donde tenemos un gimnasio de MMA precisamente en la iglesia.

Eso podría parecer extraño para algunos, pero Victory Church no es solo un lugar donde las personas van a entrenar, es una familia, unida por Dios.

Extendemos la mano a las personas que quieran salir adelante en la vida sin juzgarlos; tratamos de fomentar un ambiente donde todos se puedan sentirse cómodos y todos se puedan relacionar unos con otros. Creo que esto es amor verdadero en acción.

Por siempre estaré asombrado por las cosas tan increíbles que Dios hace a través de nuestra iglesia. He visto hombres que peleaban en la calle y ahora llevan vidas estructuradas y llenas de amor. Y he visto drogadictos que han dejado atrás sus adicciones.

Todo esto se debe a que las artes marciales mixtas -y Jesús- trabajan juntos. No hay conflicto en su combinación.

La fe y las artes marciales salvaron mi vida y la de muchas otras personas en mi ministerio, y sin importar cualquier noción preconcebida que algunas personas podrían tener, los resultados hablan por sí mismos.

No soy un luchador fenomenal, ni soy un predicador fenomenal. Solo soy una persona normal que intenta hacer lo mejor posible con lo que Dios le ha dado, desde la jaula y desde el púlpito.