Por Lillian Leposo
(CNN) — Frente a los vehículos empapados, tres ramas obstruían el camino. Nos habíamos encontrado infinidad de puntos de revisión militares, policiales y civiles pero ahora que estábamos en el patio trasero de Boko Haram, nos preocupaba que en vez de encontrar un punto de revisión, nos topáramos con una emboscada.
Tras el secuestro de más de 200 estudiantes de una escuela del noreste de Nigeria, la atención de todo el mundo se centró en una aldea: Chibok. Sin embargo, CNN fue la primera organización noticiosa que envió un equipo al sitio en el que se cometió la atrocidad.
Fue arduo concertar citas para entrevistar a los afectados por el secuestro en masa, pero una vez que se hizo, el desafío mayor fue llegar allá con seguridad. He reportado desde zonas de conflicto en otras ocasiones y siempre me concentro en las historias que esperamos obtener y no en el peligro potencial. Así es como lidio con el miedo.
Tratábamos de encontrar una escolta de seguridad, pero nadie estaba dispuesto a hacer el viaje a Chibok, localizada en el estado de Borno, uno de los tres estados que componen lo que se considera el territorio de Boko Haram.
El grupo rebelde islamista ha bombardeado escuelas, iglesias y mezquitas; secuestrado a mujeres y niños, y asesinado a políticos y líderes religiosos. No era probable que recibieran con los brazos abiertos a unos periodistas occidentales ni a quienes los acompañaban.
El viaje desde la relativa seguridad de la capital de Nigeria, Abuja, hacia la remota zona rural en la que Boko Haram acecha puede tomar entre ocho y 10 horas, aunque por cuestiones de logística y seguridad tardamos cuatro días. Viajamos en dos autos de doble tracción para lidiar con el terreno.
Aun antes de llegar a la zona infestada con rebeldes, tuvimos algunos percances. En el estado de Bauchi, un neumático del primer auto estalló y provocó que perdiera el control.
Ahora nos faltaba un auto. Pasaron varias horas para que pudiéramos encontrar un habitante dispuesto a prestarnos su auto destartalado para viajar a Chibok. Finalmente ese auto se descompuso y tuvimos que abandonarlo.
‘¿Por qué vine?’
Cuando entramos en el estado de Borno, nos golpeó una tormenta violenta.
No podíamos ver nada mientras la intensa lluvia azotaba a nuestros vehículos. Había caído la noche, aún estábamos lejos de nuestro destino —la capital del estado, Maiduguri— y nuestro conductor no conocía el camino. No podíamos ver lo que había a un lado, atrás ni adelante.
Al cubrir otras historias en otras zonas de conflicto, hubo ocasiones en las que el peligro era tan evidente que me pregunté: “¿Por qué vine?”. En este caso, fue esa noche, cuando entramos al estado de Borno en plena oscuridad, durante una intensa tormenta.
La situación era aún más tenebrosa porque la tormenta había tirado ramas en el camino y nos preguntamos si estábamos por caer en una emboscada.
Sin embargo, al final llegamos a la relativa seguridad de Maiduguri, en donde encontramos otro obstáculo.
Habíamos arreglado que una escolta policial nos acompañara durante el tramo final y más peligroso desde Maiduguri hacia el sur, a Chibok. Se sabe que Boko Haram ataca y embosca en ese camino.
Mientras nos preparábamos para el tercer día de nuestro viaje, nuestra escolta policial nos informó que no nos llevarían porque durante la mañana había habido un tiroteo entre los rebeldes —que regresaban de atacar una aldea— y las fuerzas de seguridad. Uno de los agentes recibió un disparo en el cuello.
Más allá de los puntos de revisión
Para cuando salimos con una escolta policial, al día siguiente, ya era mediodía.
Toda nuestra ruta estuvo pavimentada hasta la ciudad de Damboa, desde donde parte el camino hacia Chibok. A partir de allí no hay pavimento. Los conductores deben esquivar los baches que provoca el calor y es un terreno realmente difícil: es la sabana.
En Damboa encontramos el último puesto de revisión.
Antes de eso nos vimos obligados a detenernos constantemente. Había un punto de revisión militar, unos minutos más tarde encontramos un punto de revisión policial y un poco más adelante uno de autodefensas: hombres locales armados con machetes que vigilaban en caso de que Boko Haram apareciera.
Sin embargo, en el camino que lleva a la aldea que está en el centro de la atención mundial a causa de las atrocidades que se cometieron allí, no había nada, ni un solo punto de revisión.
Conducíamos por una vasta zona abierta con pastizales y arbustos. No se veía poblado alguno. Si las fuerzas de seguridad establecieran un punto de revisión, serían blanco fácil para los insurgentes. Tendríamos que arreglárnoslas solos.
Nuestros escoltas policiales iban armados con rifles AK-47 y llevábamos chalecos antibalas ocultos para no despertar dudas sobre nuestro cometido… pero nuestro principal medio de defensa era conducir lo más rápido posible por el camino lleno de agujeros durante los 45 minutos de viaje.
Varios pensamientos cruzaron mi mente; este es el camino a Chibok, los militantes podrían atacarnos desde cualquier punto de ese camino.
Fue un momento aterrador. Durante todo ese tiempo no dejé de pensar: “¿Cómo es posible que no haya un solo punto de revisión en el camino a esta aldea, ni uno solo?”.
Al llegar a Chibok nos encontramos con una aldea extensa en la que había un mercado bullicioso y los habitantes compraban alimentos. Sin embargo, el puesto más popular es el punto de recarga de batería para los teléfonos porque no hay electricidad en los hogares.
La pernocta
Como salimos tarde, llegamos a Chibok como a las tres de la tarde y la policía nos dijo que era demasiado peligroso regresar por el mismo camino, así que tendríamos que pernoctar en la aldea. Eso no era parte del plan. Para nada. Nos ofrecieron unas chozas para quedarnos, pero declinamos porque nuestra presencia sería demasiado obvia y desde luego no queríamos estar con la policía porque si ocurría un ataque, sería en el lugar donde ellos estuvieran.
Una familia muy valiente nos alojó y nos dieron unas esteras para dormir afuera. Aún hay humanidad y hospitalidad en una aldea que ha perdido tanto.
Durante el día, Chibok parece una aldea normal. Pero de noche es cuando se ve el miedo y el terror. Las mujeres, los ancianos y los niños se van a dormir. Los hombres jóvenes se quedan despiertos para patrullar y vigilar.
El equipo de CNN los acompañó y descubrió que una cosa está clara: los habitantes de Chibok dejaron de esperar al gobierno y están protegiendo a su gente.