Imagen de 1971 en una explosión nuclear en el atolón de Mururoa, en la Polinesia Francesa.

Por Emma Lacey-Bordeaux, CNN

(CNN) – En una noche de enero de 1961, un bombardero de la Fuerza Aérea de Estados Unidos se partió en dos mientras volaba sobre Carolina del Norte. Desde el centro del B-52 cayeron dos bombas- dos bombas nucleares que se estrellaron contra el suelo cerca de la ciudad de Goldsboro.

Un desastre peor que la devastación causada en Hiroshima y Nagasaki pudo haber ocurrido en los Estados Unidos esa noche. Pero no fue así, gracias a una serie de pasos en falso afortunados.

Documentos desclasificados que el Archivo de Seguridad Nacional publicó esta semana ofreció nuevos detalles sobre el incidente. El llamativo titular lee: “Bomba multimegatones estaba prácticamente ‘armada’ cuando se estrelló contra la tierra”.

O, como el Secretario de Defensa Robert McNamara expuso en ese entonces: “Por un margen mínimo de probabilidad, debido a que literalmente dos cables fallaron en cruzarse, se evitó una explosión nuclear”.

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El incidente de Goldsboro  

El B-52 volaba sobre Carolina del Norte el 24 de enero de 1961, cuando se presentó un “fallo en el ala derecha”, indicó el informe.

Cuando el avión se desintegró, las dos bombas cayeron en picada hacia el suelo. El paracaídas se abrió con una de las bombas, pero no lo hizo con la otra.

“El impacto de la desintegración del avión inició la secuencia de espoletas para ambas bombas”, decía el resumen de los documentos.

En otras palabras, las dos armas estuvieron alarmantemente cerca de detonar.

Arma 1, la bomba cuyo paracaídas se abrió, aterrizó intacta. Afortunadamente, los pasadores de seguridad que proporcionaban energía de un generador al arma habían sido retirados -evitando que se detonara.

Arma 2, la segunda bomba con el paracaídas sin abrir, aterrizó en una caída libre. El impacto del choque la puso en la posición de “armado”. Afortunadamente -una vez más- dañó otra parte de la bomba necesaria para iniciar una explosión.

Catástrofe evitada  

El incidente fue detallado por primera vez el año pasado en el libro “Comando y Control” de Eric Schlosser. Los documentos publicados esta semana dieron detalles adicionales escalofriantes.

Ocho miembros de la tripulación estaban a bordo del avión esa noche. Cinco sobrevivieron al accidente.

“Pude ver tres o cuatro paracaídas contra el resplandor de los restos”, relató el copiloto, el Mayor Richard Rardin, según un informe publicado por la Universidad de Carolina del Norte.

“Impacté contra unos árboles. Logré ver a la distancia unas luces y empecé a caminar”.

Las bombas MK39 pesan 10.000 libras y su potencia explosiva era de 3,8 megatones. Compara eso con las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki: eran de 0.01 y 0.02 megatones.

Pero en ese entonces Rardin no sabía la gran catástrofe que se había evitado.

“Mi mayor dificultad para regresar eran los varios y diversos perros que me encontré en el camino”.

Dave Alsup de CNN contribuyó con este reporte.