Pyongyang (CNN) – CNN asiste a un festival de lucha libre en Corea del Norte en un viaje estrechamente controlado. Detrás del espectáculo público, el festival es un intento de diplomacia deportiva. Escoltas vigilan cada movimiento de los periodistas. Esto es lo que Corea del Norte quiere que veamos.
La multitud aclama a las estrellas que caminan al ring en la primera pelea de wrestling que Corea del Norte celebra en casi 20 años.
En aquel entonces, se nos dice que los espectadores pensaban que la acción era real.
Ahora son más inteligentes y agradecidos, y aplauden fuertemente mientras las ex estrellas estadounidenses ejecutan sus maniobras durante la competición de dos días en Pyongyang.
“Estamos aquí para hacer algo más grande y mejor,” ruge el luchador profesional Jon “Strongman” Anderson en el backstage.
También podría estar aludiendo a la finalidad del viaje, un intento de “diplomacia deportiva” de Antonio Inoki, un japonés ex luchador profesional convertido en político.
Él organizó el viaje en un momento de deshielo de relaciones entre Japón y Corea del Norte sobre la cuestión de los secuestros de ciudadanos japoneses en los años 1970 y 80.
Las recientes conversaciones abrieron la puerta a nuevas investigaciones por parte de Corea del Norte y se espera un informe en las próximas semanas.
Pero la diplomacia está muy lejos de los espectáculos públicos escenificados durante este festival de artes marciales mixtas.
Las estrellas del espectáculo - incluyendo la ex estrella de la NFL Bob “The Beast” Sapp - se unen a las competiciones de ” arm-wrestling” y “tug-of-war” con los lugareños de Pyongyang, algunos de los cualese parecen más que desconcertados.
Estrechamente controlados
Los medios internacionales se ha unido a una gira fuertemente controlada que nos llevó desde el lugar de nacimiento del fundador de la nación Kim Il Sung, a los proyectos favoritos de su actual líder Kim Jong Un.
Un viaje en autobús parecía llevarnos atrás en el tiempo, ya que pasamos campos donde los locales donde trabajan la tierra con sus manos.
Nuestro destino era un club de campo, donde, por el equivalente a 10$ por hora, los locales podrán montar a caballo en un pabellón deportivo. No es más que un pasatiempo para la élite de Pyongyang. El ingreso per cápita del país se estima en alrededor de 1.000 a 2.000$ al año, lo que pone tales actividades fuera del alcance de la mayoría de la gente.
Sin embargo, fuera de Pyongyang hay un lugar donde cualquiera puede ver los monumentos más impresionantes del país, sin tener que visitar cada uno.
Es un parque temático que recoge los puntos de referencia de Corea del Norte en miniatura.
Muchos de ellos se pueden conocer en Pyongyang. De hecho, los visitantes aún pueden ver la verdadera Torre Juche desde el parque.
La original, construida en la orilla del río Taedong, lleva el nombre de la ideología política formada por el Presidente Eterno Kim Il Sung en el país, “el hombre que es el dueño de todo y lo decide todo”.
Escenas del poderío y los éxitos militares de Corea del Norte nos fueron exhibidos en las pantallas. Nos mostraron un barco de investigación de la marina estadounidense secuestrado en 1968 por supuesto espionaje a Corea del Norte.
Estados Unidos afirma que aquel barco nunca entró en aguas de Corea del Norte.
También nos muestran las fotos de aviones y helicópteros estrellados en territorio de Corea del Norte, incluyendo una gráfica imagen de un soldado estadounidense muerto.
Preguntado por qué era necesario para mostrar la foto, el guía dijo: “Porque queremos que el mundo sepa que serán castigados si atacan a la RPDC (República Popular Democrática de Corea).”
Proyectos caprichosos
Desde que asumió el poder tras la muerte de su padre en 2011, Kim Jong Un ha tratado de dejar su huella en el país y en su población de unos 25 millones de personas.
Ha lanzado una serie de proyectos de su propio gusto, gastado millones en un nuevo hospital de niños y un parque acuático en Pyongyang, que pudimos ver de primera mano durante nuestro viaje.
Sin embargo, fuera de Pyongyang no está claro hasta qué punto el gasto se ha diseminado.
Corea del Norte sigue siendo un estado secreto, acusado por Naciones Unidas de abusos generalizados contra los derechos humanos, denuncia que el país niega.
Escoltas vigilaron cada movimiento nuestro, desde el momento en que aterrizamos en Pyongyang para el viaje en autobús a nuestro hotel, que se encuentra en su propia isla. El recorrido ha seguido siempre rutas pre-aprobadas; se nos muestra lo que ellos quieren que veamos.
Hasta ahora, esa ha sido la infraestructura impresionante para un país que está luchando para alimentar a su propio pueblo, y que se ha erigido una frontera casi inexpugnable entre ella y el mundo exterior.
Hilary Whiteman en Hong Kong contribuyó a este reportaje.