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Por Madeleine Stix

(CNN) — Neil Harbisson es el primer cíborg (organismo cibernético) reconocido legalmente en el mundo. Tiene una antena implantada en el cráneo que le da acceso a algo con lo que no había nacido: la capacidad de ver a colores.

En un mundo donde la tecnología está abrumando nuestro enfoque mental y nuestras vidas sociales, Harbisson, de 32 años, tiene una relación más estrecha con la tecnología que incluso el más ávido usuario de un teléfono inteligente.

Harbisson creció en un pueblo costero de Cataluña, España y cuando era niño, fue diagnosticado con acromatopsia, una condición que no permite ver a colores. En 2004, decidió encontrar una forma de salir de su mundo en blanco y negro, al desarrollar una tecnología que le permitiera tener una experiencia sensorial como ningún otro humano hubiera experimentado jamás.

La idea surgió mientras estudiaba composición de música experimental en el Dartington College of Arts en Devon, Inglaterra. Para su proyecto final, Harbisson y el experto en computación Adam Montandon desarrollaron la primera personificación de lo que ellos llamaron el “eyeborg”. El aparato era una antena sujetada a un ordenador de cinco kilogramos y un par de auriculares. La cámara web en el extremo de la antena convertía cada color en 360 ondas de sonido diferentes que Harbisson podía escuchar por los audífonos.

Aunque parezca una forma de sinestesia inducida (una condición neurológica que causa que las personas vean o incluso saboreen los colores) la nueva condición de Harbisson es diferente, y merece un nombre completamente nuevo: sonocromatopsia, un sentido extra que conecta a los colores con el sonido. A diferencia de la sinestesia, que puede variar enormemente de persona a persona, la sonocromatopsia hace que cada color corresponda a un sonido específico.

Le tomó alrededor de cinco semanas acostumbrarse a las jaquecas ocasionadas por los sonidos de cada color nuevo, y alrededor de cinco meses poder descifrar cada frecuencia como un color particular que ahora podía percibir como un sonido.

En los años posteriores a cuando empezó a usar el eyeborg, Harbisson pasó de no distinguir ningún color en absoluto a la capacidad de descifrar colores como rojo, verde y azul. Incluso podía detectar colores como el infrarrojo y el ultravioleta, que están fuera del espectro de colores que alcanza a percibir el ojo humano.

Desde entonces, ir al supermercado se convirtió en algo parecido a una visita a un club nocturno. La ropa que elegía a diario comenzó a reflejar la escala de tonos musicales que coincidía con su estado emocional, de la misma forma en que algunas personas combinan sus pantalones con el resto de su atuendo. Cuando estaba de buen humor, Harbisson se vestía en un acorde do mayor, colores cuya frecuencia de sonido corresponden al rosa, amarillo y azul; si se sentía triste, se vestía en colores turquesa, morado y naranja, que corresponden a re menor. También cambió el concepto que tenía sobre las razas: se dio cuenta de que el color de piel, para él, en realidad no era blanco y negro.

“Yo creía que la gente negra era negra, pero no es así. Ellos son de un tono de piel naranja muy oscuro y las personas que dicen ser blancas son de un naranja bastante claro”, explica Harbisson.

El siguiente paso fue lograr que la antena se viera menos voluminosa. Comenzó por reducir el peso de la computadora a un kilo y a sujetarla bajo su ropa. Después, el software fue reducido a un chip instalado bajo su piel. Y en diciembre del año pasado, a Harbisson le implantaron la antena directamente en su cráneo.

Encontrar a un doctor que hiciera este procedimiento no fue fácil. Le presentó su caso a cirujanos plásticos, y después a una docena de médicos. Todos lo rechazaron. Finalmente encontró a uno que estuvo dispuesto a hacerlo siempre y cuando su identidad se mantuviera en secreto. Pasaron meses antes de que la antena y el hueso se fusionaran, pero Harbisson dice que logró exactamente lo que deseaba.

“No siento ningún peso, ni presión”, dice, tomando el delgado cuello de la antena. “Solo parece como si tocara una parte de mi cuerpo. Parece ser una nueva parte de mi cuerpo, como una nariz o un dedo”.

El cíborgismo, un movimiento del cual Harbisson es uno de los pioneros más destacados, es una tendencia que crece lentamente. El desarrollo de Google Glass ha atraído más atención al concepto de utilizar la tecnología portátil durante largos períodos de tiempo. Los implantes magnéticos que permiten que uno sienta la atracción de campos magnéticos, como microondas o transformadores conectados a un suministro de energía, se han vuelto un equipo popular para los autodenominados “hackers biológicos”. Y más recientemente, un cinematógrafo canadiense desarrolló e implantó su propio tipo de eyeborg: un ojo protésico incrustado con una cámara de vídeo.

Pero Harbisson dice que él tiene la distinción de ser el primer cíborg legalmente reconocido por un gobierno: la fotografía de su pasaporte británico lo muestra con su dispositivo, lo que efectivamente lo aprueba como parte de su cara.

Él cree que el movimiento necesita más impulso: “Pensaba que luego de unos pocos años esto sería realmente popular, que mucha gente empezaría a extender sus sentidos, pero todavía no es así”.

Esto lo atribuye a la presión social, señalando que una organización en contra de los cíborgs llamada “Stop Cyborgs”, cuyo blanco específico son aquellos que usan tecnología portátil como Google Glass o Narrative Clip, una cámara automática portátil que captura tu vida en video.

“La gente le tiene miedo a lo desconocido. Suelen exagerar o ser muy negativos sobre las posibles consecuencias de lo que es nuevo para ellos”.

Para Harbisson, acostumbrarse físicamente a la tecnología fue la parte sencilla. Obtener la aceptación de los demás ha sido el verdadero desafío. Frecuentemente compara los obstáculos a los que se enfrenta cada día con los que experimentaron los transexuales y travestis hace medio siglo.

En un esfuerzo por abordar algunos de estos problemas, Harbisson fundó, junto a su amigo de la infancia, Moon Ribas, la fundación Cyborg en 2010. Afirma que no está haciendo nada antinatural: “Oír mediante conducción ósea es algo que los delfines hacen, una antena es algo que muchos insectos tienen, y saber dónde está el norte es algo que los tiburones también pueden detectar. Estos sentidos son muy naturales; todos existen ya, pero ahora podemos aplicarlos a los humanos”.

Una de las maneras en las que la fundación está tratando de mostrarle a la gente qué se siente ser un cíborg es mediante la aplicación Eyegorg para Android, que traduce los colores a las frecuencias de sonido que Harbisson escucha.

Él considera que la aplicación es el primer paso para presentarle a las personas la experiencia cíborg: “Todos tenemos un teléfono móvil y constantemente usamos la tecnología, de modo que esto se ha convertido en algo normal. También llegará a ser normal tener tecnología dentro de nuestros cuerpos o hacer que nos la implanten. Creo que solo tenemos que darle algo de tiempo.