Por Sheena Mckenzie para CNN
(CNN) – Lo que comenzó como una noche en el bar se convirtió en una mañana montando una cebra salvaje.
Si esto parece ser el tipo de historia que nace luego de una noche de demasiadas cervezas y de tener una vívida imaginación, entonces no es posible dudar de las fotos del legendario entrenador de caballos, Gary Witheford.
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Así es, lo que ves es una chica montando una cebra.
Mientras a otros entrenadores por lo general les toma de seis a ocho semanas domar a un caballo, Witheford -un experto equino–, dice que puede hacer la labor en solo 20 minutos, como lo reveló en su nuevo libro ‘If Horses Could Talk’.
No solo puede encantar a caballos… también a burros, llamas y un animal con rayas negras y blancas más vinculado a la sabana africana que al campo inglés.
“Lo he hecho con cuatro cebras”, dice el hombre de 54 años, quien también ha domado caballos de carreras propiedad de la reina Isabel II de Inglaterra, del gobernante de Dubai, el jeque Mohammed, y del capitán de la selección nacional de fútbol de Inglaterra, Wayne Rooney.
“Decían que a las cebras no se les puede domar, ni es posible montarlas. Pero la primera fue domada en cuarenta minutos. Y la segunda, que era completamente salvaje, fue domada y montada en veinte minutos”.
Paseo salvaje
En los 30 años que lleva en el negocio, Witheford, quien prefiere que lo llamen “domador de caballos”, dice que nunca se ha encontrado un animal que no fuera domesticable.
Y eso incluye a las cebras, el primo exótico del caballo, que durante siglos han recorrido libremente las llanuras africanas.
Una noche en 1996 y luego de haber bebido unos tragos con amigos en un bar local, Witheford hizo alarde de su peculiar habilidad.
No tenía idea de que lo había oído una mujer que trabajaba en el cercano Logleat Safari Park del sur de Inglaterra.
“Puedo conseguirte una cebra”, dijo.
Fiel a su palabra, a la mañana siguiente Witherford se enfrentó a dos cebras. Una de ellas era tan caprichosa que corrió directamente a la autopista, donde casi no logra escapar del tráfico que venía en dirección contraria.
Estas criaturas eran salvajes, incluso para los estándares del domador. Una lo pateó tan fuerte con sus patas traseras que le abrió la mano.
“Las cebras están en la base de la pirámide”, explica Witherford. “Los leones y las hienas siempre están tras ellos”.
“Por lo tanto, son listas; tienen que reaccionar a los sonidos, a los olores y a la vista muy rápidamente o se las comen. Siempre están atentas”.
Conoce a Mombasa
Sin embargo, Witherford se puso a trabajar con la primera cebra, llamada Mombasa, de modo muy similar a lo que lo haría con cualquier otro caballo. Sin embargo, en lugar de agacharse para ponerle la silla, mantuvo su distancia al utilizar un tipo de sistema de poleas.
Le permitió a Mombasa correr y brincar alrededor del corral hasta que el potro de tres años se cansó y se volvió dócil.
Sin embargo, en cuanto a los detalles de la técnica de Witheford para domar animales, el entrenador lenguaraz lo hace sonar bastante simple.
“Solo entro al corral, le pongo la silla de montar, dejo que se sacuda y se enoje”, dice el abuelo de tres nietos, hablando por teléfono desde sus establos de Wiltshire, Inglaterra.
“Se trata de leer al animal… entenderlo según la forma en que lame y mastica, el movimiento de sus orejas y el contacto visual. Es necesario ver cómo funciona el lenguaje corporal”.
“Una vez empieza a confiar en ti, hace lo que le pides que haga”.
Mascota peculiar
Una vez Mombasa fue domada, se necesitó un jinete pequeño para la cebra, que tenía solo 12 manos de altura.
La estudiante y jinete entusiasta Nicky Davies fue reclutada para la tarea, y en 30 minutos estaba haciendo trotar felizmente al animal alrededor del corral, ante el asombro de todos.
Después de Mombasa hubo tres cebras más, y con el tiempo, vivieron en la granja de Witheford como parte de las mascotas más inusuales que el campo inglés ha visto jamás.
“Podías llamar a Mombasa y venía galopando y rebuznando como suele hacerlo”, dice Witherford.
“Era como mi perro; era muy amigable”.
Sanando caballos
¿Acaso proviene el toque mágico de Witheford de una conexión espiritual más profunda, dados los problemas de trauma en su niñez que revela en su libro?
“Me volqué a los caballos y aprendí a permanecer lejos de las personas. Las personas te lastiman, los caballos no”, dice Witheford.
“Creo que entendieron que yo quizá venía de una familia desintegrada; ven la inocencia en mí y yo veo la inocencia en ellos”.
Hoy, el célebre entrenador doma entre 600 y 800 caballos al año… y no es que él lo vea de esa forma.
“Quebrar no es una buena palabra”, dice Witheford. “No quieres quebrar el espíritu del caballo. Si fueras a la escuela por primera vez en tu vida y te trataran mal y te asustaran, probablemente no querrías regresar el segundo día”.
“Se trata más de empezar algo nuevo. ‘Empezar’ es una palabra más agradable, en mi opinión”.
Un nuevo comienzo, no solo para los caballos… sino para el mismo domador legendario.