Por Matt Mejendie para CNN

(CNN) – Él ha esculpido una nueva carrera y esto, en gran parte, ha traído alivio a su cuerpo.

Donde Philip Blacker una vez se enfrentó a concusiones y huesos rotos, el exjinete británico ahora trabaja con moldes de arcilla y fundiciones de bronce.

Para el aficionado ocasional a las carreras, el trabajo del escultor de 64 años ya será bien conocido. Sus característicos modelos de tamaño natural de famosos caballos de carreras salpican los hipódromos, los establos y los hogares de los adinerados propietarios de caballos en toda Inglaterra y alrededor del mundo.

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“Las carreras fueron mi primer amor”, comenta acerca de una profesión ecuestre de 13 años, la cual incluyó 340 victorias y en la que estuvo cerca de ganar el prestigioso Grand National.

Ahora lo consume el amor por el arte. Su más reciente exposición es una serie de frisos de bronce, la cual también presenta a varios caballos, aunque con un tema más sombrío de cara al centésimo aniversario de la Primera Guerra Mundial.

Bajo el título ‘Farewell, Leicester Square’ los frisos capturan los horrores de ese conflicto con detalle gráfico.

Antes de descubrir el don de la escultura, Blacker inicialmente luchó para adaptarse a la vida fuera de la silla de montar, ya que extrañaba la dosis de adrenalina que el deporte le había dado.

“Intenté hacer todo lo que puedas imaginarte, todo tipo de cosas peligrosas”, recuerda Blacker, “saltar de un avión, montar motocicletas a altas velocidades, todo ese tipo de cosas”.

“Fueron aproximadamente cinco años procurando buscar un substituto, pero no sirvió de nada”.

Así que el exestudiante de arte, quien cayó en cuenta de su aptitud para esculpir durante la última parte de su carrera como jinete, empezó a practicar esta disciplina con más seriedad después de que finalmente colgó su uniforme.

“La escultura es emocionante de una manera similar. Cuando deseas entrar a un estudio si una pieza en la que estás trabajando está quedando bien se parece a la sensación que experimentas cuando estás ansioso por correr en una carrera”, explica.

“Estar involucrado en un trabajo es algo fascinante. Es tu enfoque total; la sensación que te inunda al estar en una carrera de caballos de cuatro minutos es la misma que experimentas con una escultura, solo que en una versión en cámara lenta”.

La primera gran obra de Blacker fue una versión de tamaño natural del tres veces ganador nacional, Red Rum, en 1988. Ésta sigue ocupando con orgullo un lugar en el Hipódromo Aintree.

También esculpió a Desert Orchid, el famoso caballo tordo que participaba en carreras de obstáculos para el Hipódromo de Kempton Park, así como al exganador del Kentucky Derby, Northern Dancer, para Woodbine en Canadá.

Red Rum fue un caballo que de diferentes maneras define las dos vidas de Blacker.

En 1973, Blacker terminó en cuarto lugar con Spanish Steps, mientras Red Rum ganó el nacional por primera vez. Cuatro años más tarde, en 1977, montó a Happy Ranger y obtuvo el séptimo lugar, mientras el aclamado caballo castrado selló su tercera victoria sobre las vallas en Aintree.

Red Rum se convirtió en una celebridad deportiva para los británicos, sin fallar en 100 carreras, y su tercera victoria es considerada como uno de los mejores momentos de la historia del deporte británico.

El Grand National, un evento al que con frecuencia se refieren como “la máxima prueba de valentía de un caballo” y la carrera de salto más rica en Europa, con un premio de 1 millón de libras esterlinas (1,6 millones de dólares), queda con un matiz de frustración para Blacker.

Él cree que pudo y debió haber ganado la carrera en 1982 a bordo del favorito Royal Mail.

Pero el día anterior, en contra del consejo de su entrenador, fue a montar a Ludlow, solo para caer en la última valla de la carrera final del día.

Todo terminó cuando lo llevaron al hospital con un hombro roto y, en su ausencia al día siguiente, Royal Mail cayó en la valla Becher’s Brook.

“Ese caballo necesitaba un jinete que lo conociera y, ese día no fue así, por lo que realmente lo vi como mi única gran oportunidad para ganar la carrera”, dice Blacker, quien se colocó entre los cuatro primeros en tres ocasiones en Aintree.

“Pero de manera estúpida lo dejé a un lado. Ese es uno de los mayores pesares de mi vida”.

El Grand National es una carrera que él amaba, en la que montó bien y donde abrazó los posibles peligros, cayendo al césped en cuatro de sus nueve corridas en la carrera.

“Me divertí muchísimo”, dice Blacker cuando recuerda su profesión.

“Cuando veo a un jinete como Tony McCoy, quien es bien conocido por su incesante búsqueda de la perfección en la manera en que monta a caballo, creo que quizá no fui tan dedicado como debí haberlo sido. Hubo oportunidades que se perdieron, lo pude haber hecho mejor”.

En cambio con Red Rum y sus otras creaciones equinos, Blacker se ha convertido en el McCoy de la escultura equina, permitiendo con éxito su pasión inicial para vivir aún en medio de su obra de arte.

Inicialmente, cada una es creada a partir de un modelo de un tamaño de 1/16 hecho de alambre con arcilla moldeada a su alrededor, antes de resolver cualquier problema.

Luego, eso se convierte en un modelo de tamaño normal, con alrededor de tres cuartas partes de una tonelada de arcilla utilizada antes de que la fundición pase a formar los moldes y funda. Esto, previo a que la creación final sea haga en bronce.

El último espectáculo de Blacker quizás sea un reconocimiento a su padre, Cecil Blacker, un exgeneral del ejército británico, quien también le heredó a su hijo su pasión equina, tanto en el salto ecuestre como en las carreras de obstáculos.

Sin embargo, su hijo desconocía las hazañas militares de su padre hasta que leyó su autobiografía en 1993.

Blacker, padre, recibió la Cruz de Mérito Militar, una de solo 50.000 que se otorgan; en su caso, la recibió por su papel en la Operación Goodwood de tres días contra las fuerzas nazis en Normandía en 1944.

Posteriormente, fue Oficial General Comandante en Jefe de Irlanda del Norte, justo antes del inicio de ‘The Troubles’, el sangriento conflicto entre los republicanos irlandeses y el gobierno británico, que comenzó a fines de la década de 1960 y terminó hasta el Acuerdo de Viernes Santo en 1998.

En 1974, la casa del padre de Blacker fue seriamente dañada por una bomba del Ejército de la República Irlandesa (IRA, por sus siglas en inglés).

“Leí sobre eso, pero sinceramente por el momento no puedo recordar nada al respecto”, admite su hijo. “Es malo, pero estaba tan ocupado tratando de montar a los ganadores que creo que no le puse demasiado interés”.

“Él fue muy reservado con ese tipo de cosas. Por supuesto, me di cuenta de que él podría ser un blanco por ser un oficial de alto rango, pero, en realidad, pasé por alto ese incidente”.

Los frisos militares de Blacker están hechos de bronce con una pátina (o capa delgada de químico en la superficie), la cual se hace con soplete, para así causar una reacción que cambia el color del metal y produce imágenes inquietantes.

Fue inspirado aún más por un encargo anterior del exjinete y ahora periodista Brough Scott para representar a Warrior, un famoso caballo militar.

Una vez, Scott intentó persuadir a Blacker para que renunciara a montar luego de otro accidente y para que se dedicara por completo al arte.

“No hizo caso, continuó y terminó en tercer lugar en el Grand National de 1981”, recuerda Scott. “De hecho, a los tres mejores jinetes de ese año les había aconsejado que dejaran el deporte. Y yo, qué sé, ¿eh?”

Scott argumenta que inicialmente quizás su buen amigo fue eclipsado por Sir Cecil, quien fue nombrado caballero en 1969.

“Fue difícil, ya que su padre era una persona increíblemente sobresaliente. Él salió en una fotografía de la Real Academia, en un artículo publicado en la revista The Spectator y montó a un ganador en Sandown; todo esto en la misma semana”, dice Scott.

“Así que, al principio creo que Philip iba en sentido contrario, era un tanto mediocre. Pero, en realidad, él es bastante extraordinario; se convirtió en un jinete bastante bueno y luego en escultor. Al principio lo conservó para sí mismo y su última exposición es maravillosa, es realmente muy osada”.

“Recuerdo que su hijo estaba aprendiendo música, por lo que decidió aprender a tocar el saxofón y fue autodidacta. Ahora es muy habilidoso”.

La trayectoria artística de Blacker ha enfrentado dificultades; su estudio ha sido dañado dos veces por incendios cercanos.

En el primer incendio, su trabajo quedó intacto, pero en el segundo, se dañaron los moldes que le llevó semanas crear.

Recientemente se trasladó a Wiltshire, al suroeste de Inglaterra. Se espera que dichos incendios sean cosa del pasado, pero mientras la mayoría está lista para jubilarse, Blacker (quien pasó del Grand National a los grandes diseños) no tiene planes de hacerlo.

“Soy un adicto al trabajo, así que no puedo”, dice, motivado por hacer que su próxima obra de arte sea mejor que la anterior.

Al recordar tres décadas atrás, jubilarse de las carreras de caballos fue un cierto alivio. La presión de lograr que el peso de 65 kilos ya no fuera un requisito para poder correr, ni tener que lidiar con una letanía de lesiones: cuatro muñecas rotas, una fractura de fémur y todo tipo de contusiones cerebrales.

Becher’s Brook, esa famosa valla del Grand National, ya no es la fuerza impulsora, sino que ahora son los campos de Flandes.