Por Lillian Leposo
(CNN) — El mecánico Samuel Yaga se encontraba haciendo una reparación de rutina en el coche de un cliente cuando su teléfono sonó. Fue una llamada que cambiaría su vida para siempre.
“Me llamó por la mañana mi hermano mayor notificándome de un ataque en la escuela donde iba mi hija”, recuerda.
La sangre de Samuel se enfrío mientras su hermano continuaba diciéndole que algunas de las menores habían sido secuestradas por Boko Haram.
Samuel sabía demasiado bien la naturaleza viciosa y brutal de la banda terrorista: apenas unos meses antes, el grupo había atacado a su pueblo en el noreste de Nigeria.
Hombres armados lo obligaron a salir de su casa y uno de ellos le apuntó con un arma en la cabeza. Por un milagro inexplicable uno de los militantes intervino y la vida de Samuel se salvó.
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Todo su pueblo fue arrasado hasta los cimientos y así fue como Samuel se mudó con su familia a Chibok e inscribió a su hija mayor Sarah en la Escuela Secundaria de Gobierno.
Eligió Chibok no sólo porque era su hogar ancestral y tenía parientes allí, sino porque no tenía antecedentes de ataques de Boko Haram. Sintió que era seguro, hasta ese momento.
Más tarde el hermano de Samuel volvió a llamar. “Entonces, antes de la puesta del sol, me llamó de nuevo y me informó que mi hija era parte de aquellos que fueron secuestrados por Boko Haram”.
Su esposa Rebecca dice que la noticia del secuestro de su hija le desgarraba el corazón. Ella se negó a creerlo cuando su marido se lo dijo hasta que lo confirmó en el noticiero de la noche.
“En serio, en serio, una mamá y su hija. El dolor es indescriptible”, reflexiona.
Rebecca dice que no hay un día que no piense en su hija. La describe como una chica ambiciosa que vio en la educación una forma de salir de la pobreza.
“Ella me decía que un día iba a terminar la escuela y llegar a ser alguien. Ella solía ayudar a los más jóvenes con sus tareas”, recuerda la madre.
“Amaba los estudios. Ella solía quedarse dormida con sus libros en sus brazos”, agrega.
Su padre también recuerda su pasión por el conocimiento.
“Ella es brillante. Le gustaba leer. Siempre le encantaba ir a la escuela”, asegura.
Dentro de su pequeña casa no hay en el ambiente que indique que la Navidad ha comenzado. Dicen que solía ser un momento de risa y de tiempo con la familia.
“Cada Navidad solía ser completa y feliz, pero ahora uno de nosotros no está, ¿cómo puede ser lo mismo?”, expresa Samuel.
“No hay nada que pueda decir. Es una mala Navidad. Y no hay nada que podamos hacer”, agrega Rebecca.
Una tristeza rodea a la pareja y se aferran a la única memoria física que tienen de su hija: un par de fotos de ella con una prenda de color verde brillante, una de sus favoritos.
Pero a pesar de eso, dicen que su esperanza se mantiene alta y que su hija va a volver.
“Sus hermanos saben que ella no está aquí, ellos mismos saben lo que está pasando, después de haber salido de la guerra”, menciona Samuel.
“Ellos me preguntan ¿Cuándo va a venir de nuevo? Pero yo sigo diciéndoles que tengan confianza en Dios. Tal vez él nos escuchará “, añade.