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Por Nina dos Santos

LONDRES — Como dice el refrán, no hay tal cosa como mala publicidad.

Y para los disruptivos emprendimientos actuales, la crucial cobertura de los medios de comunicación a menudo es presumida como una insignia de honor.

Esto significa que, como un recién llegado, están logrando un impacto. Y eso puede ser visto como una reivindicación de un deseo de cambiar las cosas, lo cual los destaca ajuste de los negocios establecidos que desean desafiar.

Esta publicidad también puede aumentar su notoriedad, lo cual les ahorra grandes sumas de dinero en mercadotecnia.

Uber es un gran ejemplo. Puede que su modelo de negocio sea revolucionario, pero es poco probable que la empresa hubiera captado la atención mundial tan pronto como lo ha hecho sin el flujo de historias con “malas noticias”.

Del mismo modo, cuando los funcionarios de ciudades en todo el mundo declaran la guerra a Airbnb, la gente quiere saber a qué se debe el alboroto. Visitan el sitio web, e incluso podrían tener la tentación de hacer su primera incursión en el mundo del alojamiento alternativo.

Pero llega un momento en que incluso la startup con menos recursos necesita crecer y adoptar la responsabilidad que conlleva crear un nuevo mercado.

Y en el caso de empresas como Uber y Airbnb -ambas valuadas ahora en muchos miles de millones de dólares- eso significa reconocer cuando te has convertido en parte del sistema establecido.

Tal transformación no será fácil, sobre todo cuando anbas empresas de tecnología son iniciadas por jóvenes carismáticos deseosos de convertirse en el próximo Steve Jobs; aunque menos dispuestos a controlar sus lenguas, como aprendió por las malas el presidente ejecutivo de Uber.

Estas empresas no sólo necesitan mejorar su imagen, también es hora de que den algo a cambio. Y podrían comenzar con su personal.

Porque aunque la llamada “economía del intercambio” ha ayudado a los propietarios de viviendas y de automóviles a hacer un poco de dinero aparte, no ha creado muchos puestos de trabajo a tiempo completo. Una gran cantidad de personas empleadas por estas empresas son freelance.

¿Qué se puede hacer?

El capital de riesgo, con sus inversores experimentados, podría desempeñar un papel más importante en dirigir estas empresas hacia ese objetivo. De hecho tienen el deber de hacerlo, para proteger su inversión.

Los gobiernos de todo el mundo deben empezar a adaptarse al cambiante panorama que crean tales disruptores, evaluar los riesgos que suponen para los consumidores y suavizar algunas de sus fallas a través de una regulación inteligente.

Nadie quiere una economía de intercambio, si no es segura o gratificante.

Muchas de estas empresas, incluyendo a Uber y Airbnb, dicen que están dispuestas a trabajar con las autoridades para resolver cualquier grieta en el sistema a medida que estas surjan.

En un raro ejemplo de trabajo con los reguladores y no contra ellos, Uber ha accedido a cerrar sus servicios en Portland, Oregon, durante tres meses, mientras que la ciudad actualiza sus leyes.

Los nuevos agentes de cambio actuales ya han alterado nuestra vida cotidiana, por lo cual merecen reconocimiento. Pero para que ese legado dure -al igual que el de los titanes de la tecnología antes de ellos- necesitan madurar y aprender de los errores del pasado.