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(CNN Español) – Dilma Rousseff asumió su segundo mandato presidencial en Brasil prometiendo medidas de ajuste ante el débil crecimiento de la economía, aunque sin sacrificar los planes sociales.

La mandataria se comprometió a promover la transparencia y un mayor combate a todos los tipos de crímenes, en especial la corrupción.

Este renglón es particularmente pertinente, debido al escándalo de sobornos que envuelve a la estatal de petróleos.

Rousseff enfrenta una importante lista de retos sociales para su segundo mandato además de los de corte económico, y el escándalo de malversación de fondos en Pertobras registrado en el tiempo en que ella fue funcionaria de la petrolera estatal brasileña.

La propia presidenta reelecta reconoció que su gobierno tendrá a partir de ahora el desafío de contener la inflación e impulsar el crecimiento si quiere seguir profundizando en sus políticas de reducción de la desigualdad, que justamente han sido la bandera del Partido de los Trabajadores.

En este segundo periodo, Rousseff tendrá la titánica tarea de conducir un país polarizado en torno a dos modelos de desarrollo: el social que, ella misma defiende, y el económico, abanderado por el opositor socialdemócrata Aécio Neves quien fue su rival en las elecciones.

Rousseff hizo un llamamiento al diálogo y a la unidad del país, pues asume un nuevo periodo con una oposición fortalecida y un Parlamento más fragmentado, algo que sin duda dificultará aún más la gobernabilidad de Brasil.