Por Maeve Reston, CNN
(CNN) — Género: es el tema en el que Hillary Clinton luchó por mantener el equilibrio durante su campaña de 2008 y es el tema medular mientras se prepara para una posible candidatura a la presidencia en 2016.
Durante gran parte de 2014, Clinton habló fácilmente (y causó poca controversia) sobre el empoderamiento de las mujeres. En la conferenciaWomen in the World de Tina Brown, en abril de 2014, Clinton declaró que el “estándar doble” que se aplica a las mujeres está “vivito y coleando”.
En incontables presentaciones en público ha hablado del efecto de dicho estándar en su propia carrera: cuando era una joven abogada, sus colegas la subestimaban; les aconsejaban a las profesionistas de su edad que retiraran sus fotos familiares de sus escritorios.
A menudo aconseja a las jóvenes que desarrollen una piel “dura como la de un rinoceronte” ante las críticas. Rara vez daba un discurso sin recordarle al público que estaba a punto de ser abuela. La escena quedó completa cuando tuiteó una imagen suavemente iluminada en la que se la ve acunando a la recién nacida Charlotte y a Bill Clinton inclinado sobre su hombro.
La cuidada coreografía ilustra la atención que su equipo ha puesto en reconectar a Clinton con las mujeres demócratas, un electorado esencial del que Barack Obama se llevó un trozo durante la primera candidatura presidencial de Clinton en 2008.
El nuevo cortejo inició con el discurso en el que le concedió la victoria a su oponente en 2008, cuando les dijo a sus partidarios que aunque no habían “roto el techo de cristal más alto y duro”, ya tenía “unos 18 millones de grietas”.
“Si se postulara, tendría la oportunidad de seguir construyendo sobre lo que (Barack Obama) ha hecho; otro fabuloso peldaño en esa escalera es la posibilidad de que sea la primera presidenta de Estados Unidos”, dijo Tracy Sefl, asesora de la campaña de Clinton en estrategias de comunicación en 2008. “La posibilidad de tener una presidenta es bien recibida, mucho más que la de uno extranjero”.
Ahora, los aliados de Clinton que la animan a postularse consideran que no solo tiene la oportunidad de conservar la coalición de Obama, sino de mejorar su posición entre las mujeres, lo que podría acarrear problemas para su oponente republicano en 2016.
Barack Obama llevaba la delantera con las mujeres por unos 11 puntos tanto en 2008 como en 2012. Pero alrededor del 56% de las mujeres blancas, sector demográfico en el que Clinton tenía fuerte influencia, favoreció al candidato republicano de 2012, Mitt Romney, en comparación con el 42% que respaldó a Obama en 2012. Obama también perdió el apoyo del 7% de las mujeres casadas a favor de Mitt Romney.
El esfuerzo que se hará este año para poner en primer plano el género se debe a esas cifras. También refleja una política que, tras más de dos décadas de vida pública, se siente cómoda cuando comparte sus experiencias personales con los electores.
Otro punto a favor es que la elección histórica de Obama (así como la candidatura competitiva de Clinton en 2008) cambió la expectativa de la sociedad respecto a la apariencia de un presidente estadounidense. Durante las elecciones intermedias de 2014, muchos electores demócratas, particularmente mujeres, dijeron que creían que era su momento de lograr una victoria histórica.
Aunque Clinton no ha definido su plataforma para 2016, los discursos que dio en 2014 han dejado ver parcialmente el marco de su candidatura: su argumento de que los “asuntos de mujeres” que ella ha propugnado (equidad salarial, permisos familiares, aumento del salario mínimo, acceso a guarderías) son en realidad “asuntos familiares” que forman parte de su labor (y la de su esposo) para impulsar a la clase media.
Clinton sigue siendo una oradora cautelosa. Pero cuando se trata de conectarse con otras mujeres por medio de su propia historia, parece que se siente más a gusto consigo que hace unos cuantos años. Sin embargo, aún no se sabe si los electores independientes y las republicanas moderadas aceptarán los temas que al parecer Clinton estará más inclinada a tocar en 2016.
“Su objetivo natural es que la vean como una persona que defiende a las mujeres. Aún está por verse si esa es una estrategia electoral particularmente exitosa”, dijo Katie Gage, cuyo despacho, Burning Glass, asesora a los candidatos republicanos que quieren entrar en contacto con las electoras. “Las mujeres no solo tienen antecedentes de votar por mujeres, sino que tienen antecedentes considerables de guiarse por el comportamiento de su partido. Así que el ser mujer no es necesariamente una gran ventaja”.
Sin embargo, la encuestadora demócrata, Celinda Lake, dijo que durante la recesión del 2008, los electores varones se abrieron más a los temas económicos que afectan desproporcionadamente a las mujeres, tales como el aumento al salario mínimo y la equidad salarial.
“Lo que ocurrió en esta recesión fue que los hombres perdieron su trabajo antes que las mujeres”, dijo Lake, quien supervisó las investigaciones con grupos de referencia en la campaña de Clinton en 1992 y fue consultora de la campaña. “En muchas, muchas familias, la mujer fue en cierto punto la principal y tal vez la única proveedora de la familia. Así que esta última recesión realmente cambió las cosas”.
A lo largo de su prolongada carrera, los comentarios de Clinton sobre las decisiones personales y profesionales de las mujeres con frecuencia han definido las altas y bajas en su popularidad.
Durante la campaña de su esposo, en 1992, la perjudicó su comentario de que los electores estadounidenses podrían “obtener dos por el precio de uno”. Esa idea, así como su conducta franca, pronto se volvieron un lastre para su labor, ya que los oponentes analizaron su trabajo como abogada en el bufete Rose Law Firm cuando su esposo fue gobernador de Arkansas.
Harta de lo que para ella eran acusaciones “espurias” sobre sus negocios, en marzo de 1992, Clinton hizo el desastroso comentario de que ella “pudo haberse quedado en casa a hornear galletas y tomar té”. Cuando a esto se sumaron sus primeros comentarios en defensa de su esposo por las acusaciones de infidelidad (“no estoy aquí sentada como si fuera una mujercita al lado de mi hombre, como Tammy Wynette”), se volvió un personaje sumamente divisivo entre las mujeres.
“Los críticos fueron implacables”, recuerda en sus primeras memorias, tituladas Living History.
Señaló que a mediados de esa campaña, en el verano de 1992, la mayoría de los estadounidenses no sabía que ella tenía una hija. Cedió en una entrevista para la revista People, en la que la pareja describió como centro de su vida a Chelsea, quien entonces tenía 12 años y que figuró con ellos en la portada.
“Los amigos de los Clinton dicen que cuando se etiqueta públicamente a Hillary como una profesionista ambiciosa, se pierde su calidez y lo juguetona que es”, se lee en una notable oración del perfil de People.
Mejorar la imagen de la primera dama entre las mujeres y presentarla bajo una “luz más agradable” se volvió una de las preocupaciones del personal de la Casa Blanca, como lo revelan los documentos de la década de 1990 que revelaron los Archivos Nacionales de Estados Unidos.
Pero incluso en 1999, antes de que se postulara al Senado, la estratega Mandy Grunwald seguía aconsejándole que tratara de mostrar “más facetas” suyas y que buscara “oportunidades para demostrar sentido del humor” para evitar dar una impresión de seriedad.
Esa desventaja salió a la luz notablemente en 2008. Desde el principio habló de tratar de romper el techo de cristal de la presidencia. Pero a final de cuentas, su campaña se centró en la idea de que ella era la única candidata que tenía la fuerza y la experiencia para liderar. Cuando le preguntaban qué significaba ser candidata a la presidencia, siempre respondió que estaba orgullosa de ser una mujer que estuviera intentándolo, pero que se postulaba porque creía que sería “la mejor presidenta”.
Dianne Bystrom, quien ha estudiado a las mujeres en política desde la década de 1990 en el Centro Carrie Chapman Catt para las Mujeres, recuerda que poco después de que terminara en tercer lugar en los comicios del comité electoral de Iowa, las encuestas estatales indicaron que los electores la percibieron como más dura que Obama, pero menos empática. Pronto, el equipo de campaña puso en marcha un sitio web lleno de testimonios indulgentes de amigos y admiradores sobre la “Hillary a la que conozco” y produjeron comerciales en los que presentaron a Clinton riendo con su madre en la cocina.
Ganó las elecciones primarias en New Hampshire un día después de sorprender a los electores por conmoverse cuando le preguntaron cómo manejaba la presión de la campaña. “No es fácil”, dijo mientras los ojos se le llenaban de lágrimas en una cena con un grupo de electoras indecisas en Portsmouth, New Hampshire.
Con la mira puesta en 2016, no parece probable que Clinton se enfrente a unas elecciones primarias reñidas, mucho menos a una batalla por los logros históricos. Tras cuatro años como secretaria de Estado (que para muchos electores representa la experiencia, según las encuestas), Clinton tal vez sienta simplemente que tiene más espacio para hablar de sus experiencias de forma más personal que en campañas anteriores.
“Ella es más libre porque tiene más logros políticos que cuando se postuló en 2008”, dijo Jennifer Lawless, directora del Instituto para las Mujeres y la Política de la Universidad Americana. De igual forma, “todas las discusiones posteriores a los acontecimientos indican que probablemente fue un error que (la campaña de Clinton en 2008) diera por sentados los votos de las mujeres de diferentes generaciones”.
Ya sea en las elecciones primarias o no, Clinton y su equipo parecen estar decididos a no volver a cometer el mismo error.