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Por Eric Bradner

Washington (CNN) — Ahora, el presidente Barack Obama tiene menos influencia que nunca en el Capitolio. Así que, como tiene poco que perder, hará una enérgica propuesta en relación al populismo económico.

Los republicanos ahora tienen el control de la Cámara y el Senado, y ya se oponen a él en materia de la inmigración y el oleoducto Keystone XL; por lo tanto, es poca la legislación valiosa —a excepción quizá del comercio y la seguridad cibernética— en la que tanto la Casa Blanca y el Congreso pueden estar de acuerdo.

Así que mientras probablemente hablará de labios para afuera sobre el concepto de la cooperación, no se espera que Obama se enfoque mucho en esas áreas de acuerdo mutuo durante su discurso del Estado de la Unión el martes.

En su lugar, enfatizará las diferencias filosóficas de los partidos en la mayor medida posible.

Respaldado por un índice de aprobación que según una encuesta del Washington Post y ABC News había llegado al 50 por ciento por primera vez en casi dos años, y con las recientes acciones unilaterales para impedir las deportaciones, aliviar las tensiones con Cuba, restringir las emisiones dañinas para el medio ambiente, Obama está tomando un enfoque más directo que el que tenía cuando el éxito de sus compañeros demócratas en las encuestas estaba vinculado a su desempeño.

Si las propuestas que presente el martes en la noche nunca se convierten en ley, aun así podrían influenciar la contienda de 2016 para reemplazarlo en el Despacho Oval, y podrían ayudar a definir su legado, donde los salarios paralizados han frenado el historial de Obama de recuperación económica.

“Déjame darte el tema del discurso en cinco palabras: economía de la clase media”, dijo el asesor principal de la Casa Blanca, Dan Pfeiffer, el domingo en el programa “Meet the Press” de NBC.

Lo más destacado será el plan de impuestos y gastos al estilo de Robin Hood que Obama ha desarrollado en días recientes.

Los beneficios en gran medida serían para los estudiantes y las familias jóvenes: el crédito fiscal para el cuidado infantil se triplicaría a 3.000 dólares, los hogares en los que ambos esposos trabajan podrían calificar para un nuevo crédito de 500 dólares, y los estudiantes universitarios y quienes estén pagando préstamos podrían recibir exenciones gracias al plan de Obama para hacer que las carreras de dos años en una universidad comunitaria sean gratis.

Los aumentos de impuestos para los ricos pagarán la factura: un total de 320.000 millones de dólares en un lapso de 10 años al enfocarse en individuos acaudalados y en bancos. La mayor parte del precio la pagarían las parejas que ganan más de 500.000 dólares, quienes verían la tasa de su ganancia de capital elevarse de 23,8% a 28%. Más activos heredados estarían sujetos a impuestos por ganancias de capital y las principales firmas financieras estarían sujetas a nuevos cargos.

La propuesta le permite a Obama promocionar el progreso económico que el país ha tenido en años recientes, principalmente el hecho de que el desempleo ha disminuido del 10% en 2009 al actual 5,6%. Sin embargo, también le da la oportunidad de confrontar una debilidad clave dentro de esa marea ascendente: los beneficios en su mayoría están fluyendo hacia quienes ya son acaudalados.

El mensaje de populismo económico podría atraer a los liberales, e incluso podría poner a los republicanos que consideran contiendas para la Casa Blanca en 2016 en una posición difícil.

Pero los líderes del Partido Republicano en el Congreso dicen que la propuesta de Obama, una oferta inicial en lo que podría ser una negociación a largo plazo sobre una reforma fiscal integral, no es seria. Además, afirman que él debería haber aprendido la lección luego de que los demócratas perdieran el control del Senado en las elecciones intermedias de noviembre.

“Este puede ser un día en el que él promueva reformas serias y realistas que se enfoquen en el crecimiento económico y no solamente en gastar más dinero que no tenemos. Estamos ansiosos porque él lo haga”, dijo en un comunicado reciente el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, republicano por el estado de Kentucky.

Además del programa económico, es probable que también surja una buena cantidad de asuntos relacionados con la seguridad –desde la lucha contra ISIS hasta la mejoría de la seguridad cibernética– y que también podrían sorprender.

Obama podría pedirle al Congreso que autorice oficialmente el uso de la fuerza en Iraq y Siria. Él podría impulsar la legislación que permita que el gobierno y los negocios compartan más información para evitar de mejor manera los ataques en línea. Y podría instar a los legisladores a que retrasen sus planes de imponer nuevas sanciones a Irán mientras su administración trata de llegar a un acuerdo para poner fin al programa nuclear del país.

Aunque los liberales tienden a estar de acuerdo con mucho de lo que lanza Obama, la izquierda se preocupa por lo que Obama podría decir sobre el comercio, el cual es quizás el elemento que podría llevar a un acuerdo entre el presidente y el nuevo Congreso.

Obama quiere ser capaz de acelerar nuevas ofertas masivas con los países de la cuenca del Pacífico y la Unión Europea a través del Congreso, y los líderes republicanos están de acuerdo en que él necesita esa autoridad para convencer a los líderes extranjeros de que sean parte de esta iniciativa.

En 2014, él mencionó someramente el tema pero –con la necesidad de tener ramas de olivo para extender hacia los conservadores y con la vista sobre lo que esos acuerdos comerciales podrían significar para su propio legado– Obama podría darle un impulso más fuerte este año.

Sin embargo, el escenario más interesante del discurso podría ser acerca de Cuba.

Apenas unas semanas después de que Obama tomó los pasos más importantes que se han visto en décadas para descongelar las relaciones económicas y diplomáticas con el pequeño país insular, es probable que presione al Congreso a fin de que lo ayude a hacer planes para establecer una embajada en La Habana. Y el senador de Florida, Marco Rubio, uno de los opositores más francos de la medida, ha planificado su propio golpe contra Obama en ese frente.

Mientras que Obama tiene previsto hacer uso de la tribuna de invitados de la primera dama para destacar el frente más visible de su medida en relación a Cuba, Rubio –quien siente que la acción de Obama premia al régimen de Castro que no cumple con los estándares estadounidenses de derechos humanos– también destaca a una invitada con el ánimo de reforzar su posición.

Alan Gross, el contratista estadounidense que estuvo preso en Cuba durante cinco años antes de que Obama lograra hacer el acuerdo que aseguró su liberación en diciembre, se cuenta entre casi dos docenas de invitados que se unen a la tribuna de la primera dama, Michelle Obama, junto con Jill, la esposa del vicepresidente Joe Biden, y la asesora principal de la Casa Blanca, Valerie Jarrett, para el discurso.

Esos invitados –muchos seleccionados después de que le escribieran cartas a Obama el año pasado– le ofrecen al presidente oportunidades para destacar sus iniciativas en materia de inmigración, cuidado de la salud, el salario mínimo y más.

Por su lado, Rubio lleva a la activista cubana Rosa María Payá como su invitada. Ella es la hija de Oswaldo Payá, un activista pro-democracia que murió en un accidente en 2012, el cual, según ha dicho el conductor del auto, fue organizado deliberadamente por funcionarios del gobierno cubano.

“Espero que la presencia de Rosa María Payá el martes por la noche al menos le recuerde que los asesinos de su padre no han sido llevados ante la justicia, y que ahora Estados Unidos se sienta a la mesa con ellos”, dijo Rubio.