CNNE a98aaed2 - 150120131415-internet-in-space-640x360

Por Jose Pagliery, CNNMoney

(CNNMoney) – Un grupo de súper ricos está compitiendo entre sí por ofrecer el servicio de Internet desde el cielo.

El más reciente es SpaceX, el cual acaba de recibir 1.000 millones de dólares en financiamiento de Google y Fidelity. Parte de ese dinero será utilizado para reafirmar el plan del director ejecutivo, Elon Musk, de enviar cientos de satélites con señal de Internet al espacio.

Su misión de brindar un acceso confiable a Internet alrededor del mundo no es única. Otros empresarios tecnológicos se dan cuenta de que hay un amplio potencial que aún no ha sido aprovechado en conectar a los aproximadamente 3.000 millones de personas que todavía no están en línea. Se trata de clientes que podrían estar comprando, viendo anuncios publicitarios o haciendo publicaciones en redes sociales.

Ya es posible obtener una señal de Internet desde arriba. Pero esto requiere de un equipo especial. Es irregular, lento y ridículamente caro.

En un esfuerzo por cambiar esa situación, el cofundador de Google, Sergey Brin, está supervisando Project Loon, un batallón de globos con Wi-Fi que flotarán en la estratósfera. Mark Zuckerberg, el director de Facebook, quiere hacer eso con drones de alto vuelo para su proyecto Internet.org.

También está Richard Branson de Virgin, quien la semana pasada asignó una gran cantidad de dinero a OneWeb. La compañía quiere lanzar una flota de 648 microsatélites para llevarle Internet de alta velocidad y servicio telefónico “a las personas que viven en áreas donde no hay servicio”.

Los multimillonarios de la industria tecnológica están obsesionados con esta idea por dos razones: capitalismo y filantropía.

Quienquiera que sea dueño de los cielos tiene la oportunidad de ser el operador de telecomunicaciones del futuro, al crear una red en el espacio parecida a lo que AT&T hizo cuando colocó cables en la tierra hace 100 años.

Además, el Internet es tan fundamental para el comercio y las comunicaciones, que el acceso a dicho servicio está empezando a ser considerado como un derecho humano. Las revoluciones de la Primavera Árabe de 2011 fueron posibles debido a que los manifestantes se coordinaron por medio de Facebook y Twitter. Cuando Egipto canceló el servicio de Internet para tratar de reafirmar el control autoritario, se puso de manifiesto que los cables en tierra son un pasivo para la libertad.

Grupos de defensa como Outernet y A Human Right (dirigidos por un exingeniero de Space X) esperan adquirir satélites para brindar el servicio de Wi-Fi desde el espacio a fin de asegurarse de que eso nunca suceda otra vez.

Para hacer que el Internet desde el espacio sea una realidad, algunos emprendedores multimillonarios están probando algo atrevido.

Durante décadas, compañías como Intelsat  y SES han operado satélites del tamaño de autobuses escolares que flotan sobre un área particular de la Tierra en una órbita geosíncrona. Se encuentran muy lejos —justo a un poco más de 35.405 kilómetros sobre el suelo—, así que un único satélite lanza de vuelta un haz de luz ancho que puede cubrir a todo un continente.

Sin embargo, ellos violan las reglas de la introducción a la economía del espacio. Los satélites son grandes y pesados, por lo que es extremadamente caro lanzar uno. Como resultado, las compañías los construyen para que duren de 10 a 15 años y rara vez los reemplazan. Es por eso que su equipo y señales de Internet son tan lentas. Para quienes están abajo, esto parece ser una conexión por línea conmutada.

La industria tecnológica ahora defiende una nueva forma de brindar el servicio de Internet desde el cielo. O3B lanza cuatro satélites a la vez y los mantienen cerca de la tierra, ya que orbitan a “solo” 8.000 kilómetros. Eso permite que existan haces de luz más cercanos y un Internet más rápido. La desventaja es que el área que cubren es más pequeña, más o menos del tamaño de Nuevo México.

SpaceX y OneWeb están enfocados en una distancia incluso menor. Ellos quieren lanzar muchos cohetes —cada uno con varios satélites más económicos adentro— y mantenerlos circulando a una altura relativamente baja, a 1.207 kilómetros sobre la Tierra. El área de cobertura será pequeña, pero la meta es rociar la atmósfera con cientos de satélites. La gravedad adicional implica que se quedarán sin combustible más rápido. Sin embargo, de todas formas tienen que ser reemplazados a menudo para estar al nivel de los dispositivos cada vez más rápidos que están conectados a Internet en la tierra.

El mayor reto, dicen los expertos, es el dinero. Por eso cuentan con el respaldo de algunas de las personas más ricas del mundo.

A pesar de que los costos son menores, los lanzamientos siguen siendo costosos. Por ahora, un lanzamiento de SpaceX cuesta 61 millones de dólares u 85 millones de dólares, dependiendo de la potencia del cohete necesaria, según la compañía. Musk quiere reducir el costo de enviar una libra de cualquier cosa al espacio de 2.000 dólares a menos de 1.000 dólares.

Si SpaceX se queda sin dinero antes de que todos estos mini satélites de comunicación estén en funcionamiento, los expertos advierten que su destino será el mismo que el fallido proyecto Iridium, respaldado por Motorola, el cual aspiraba a hacer lo mismo por los celulares antes de que terminara en la quiebra en 1999.

“Lo interesante siempre ha sido el costo de capital necesario para construir la infraestructura y ponerla allá arriba”, dijo Sean O’Keefe, quien fue el director de la NASA durante el gobierno de Bush y ahora da clases en la Universidad de Siracusa.

Entonces, ¿quién ganará la competencia?  

Carissa Bryce Christensen, una analista política quien es consultora de la NASA y el ejército de Estados Unidos, señala que los globos de Google subirán primero, porque son más fáciles de lanzar. Luego vendrán los drones de Facebook. Pero ambos se verán limitados por complicadas leyes y el espacio aéreo restringido. SpaceX será el primero en brindar el servicio de Internet alrededor del mundo, porque la atmósfera externa de la Tierra no le pertenece a nadie.

“Esta idea de los satélites que ofrecen Internet y se encuentran en órbita baja ha existido durante mucho tiempo, y las personas regresan a ella porque es buena”, dijo Christensen, quien fundó The Tauri Group. “Pero no ha sido implementada porque es complicada”.