Por Fernando Del Rincón, CNN
(CNN Español) – Estaba en Ayotzinapa, Guerrero, con padres de los 43 estudiantes desaparecidos justo en el centro del patio de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, cuando empecé a recibir llamadas de un número no identificado. En ese momento no tenía tiempo de responder porque faltaban apenas unos minutos para entrar al aire con le emisión de Conclusiones.
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Mi productora Claudia Domínguez había recibido el mensaje de uno de nuestros contactos en Venezuela que quería hablar conmigo urgentemente, sin dar más detalles. Así que, a 4 minutos de ir al aire, decidí responder una de las continuas llamadas que recibía. En efecto, era mi contacto. “Te llamo después”, le dije. “¿O es algo tan urgente?”, le pregunté. A lo que me respondió: “Es urgente, es de Leopoldo, pero puede esperar, todo está bien, llámame terminando el programa”.
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Me quedé muy intrigado. Así que, después de hablar con los padres de los estudiantes en el programa, me despedí y tomé mi teléfono para acabar con el misterio.
Mi contacto fue directo al grano: “Leopoldo quiere darte una entrevista solo a ti”.
Me quedé confundido: “¿Cómo iba a darme una entrevista si está preso en Ramo Verde?”, pregunté. Mi interlocutor me explicó que sería vía telefónica.
“¿Y por qué yo? ¿Por qué conmigo?”, le pregunté. Muy a lo venezolano, me dijo: “porque eres el único periodista que se ha resteado con el tema Venezuela y que lo conoce bien”. Aclaró que eso era lo que decía Leopoldo, no mi interlocutor. Es decir que la decisión, petición y oferta eran de Leopoldo, y quien me llamaba solo era el mensajero.
Respondí que sí, que tentativamente aceptaba, y traté de aclarar las dudas sobre cómo lo lograríamos.
La entrevista no parecía algo muy factible considerando que Leopoldo estaba completamente vigilado y seguramente monitoreaban sus llamadas. ¿Por cuánto tiempo podría entablar comunicación? ¿Quién llama a quién? ¿Cuándo? La respuesta fue “lo planeamos después”: sólo tenía que confirmar que estaba dispuesto a hacerlo.
¿Que podía responder? Si él estaba dispuesto a correr el riesgo, ¿cómo no lo iba a estar yo?
Fueron días de llamadas planeando muchas cosas para lograr esta entrevista: números telefónicos, contactos en diferentes niveles.
Pasó poco más de un mes. Solamente mi productora Claudia y yo sabíamos de qué se trataba, nadie más: no por falta de confianza, sino por seguridad. Estábamos en la etapa final a la espera de recibir una señal —ya fuera telefónica, por mensaje de texto, por correo electrónico o por cualquier otro medio— que nos confirmara que todo estaba listo para hacer el contacto.
Mi hermano me visitaba de la Ciudad de México, teníamos planes para cenar un domingo como cualquier otro, cuando llegó el mensaje: “todo listo entre 6 y 7 de la noche”. Ese día, afortunadamente y debido a como se había venido desarrollando la comunicación, ya había alertado a mi equipo técnico en Miami, que estaba en alerta, y de inmediato llamé para avisarles que ocurriría esa misma noche.
Lo demás ustedes seguramente ya lo vieron al aire en Conclusiones.
Hay muchos detalles que no puedo dar a conocer, al menos no por ahora. Tal vez en un futuro podré hacerlo. Mientras tanto, seguiré haciendo mi trabajo.