Por Jake Wallis Simons para CNN
(CNN) –– Hace tres décadas, Steve McCurry tomó una fotografía que podría ser la más icónica de todos los tiempos.
Aún después de tanto tiempo, el prominente fotógrafo se entusiasma cuando habla de “Niña afgana”.
“Sabía que tenía una apariencia increíble, una mirada penetrante”, recuerda.
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“Sin embargo, estábamos rodeados de una muchedumbre, el polvo volaba a nuestro alrededor; esto fue antes de las cámaras digitales y no sabías qué podía ocurrir con la película”.
“Cuando revelé la foto, supe que era especial. Se la mostré al editor de National Geographic, quien se puso de pie de un salto y gritó: ‘¡Esa es nuestra siguiente portada!’”.
Niña afgana no solo se volvió la siguiente portada de la revista, sino que fue la más exitosa de su distinguida historia.
El impresionante retrato de Sharbat Gula, una huérfana pastún de 12 años del campamento de refugiados Nasir Bagh, en la frontera entre Afganistán y Pakistán, se tomó en diciembre de 1984 y se publicó al año siguiente.
Cuando McCurry reflexiona sobre su popularidad, lo que más le emociona es el impacto que esta imagen ha tenido en el mundo real.
“La gente se ofrecía como voluntaria para trabajar en los campamentos de refugiados gracias a esa fotografía”, dice. “Los afganos están increíblemente orgullosos de ella, ya que la niña es pobre, pero muestra un gran orgullo, fortaleza y respeto a sí misma”.
“Llamó la atención sobre su difícil situación e inspiró a muchas personas”.
También provocó que National Geographic creara el Fondo para los Niños de Afganistán y significó que hasta el día de hoy, McCurry nunca haya pagado un viaje a los taxistas afganos agradecidos.
Temas y relaciones
El retrato es el eje de una importante exposición retrospectiva de la obra de McCurry que se inauguró recientemente en Monza, Italia, y que estará abierta hasta el 6 de abril.
“Es genial ver mi trabajo anterior y ver cómo han surgido los temas y las relaciones. Pero nunca pienso ni remotamente en retirarme”, comenta a CNN el fotógrafo de 64 años desde su estudio en Nueva York.
“Hay muchos lugares nuevos e historias que me fascinan. Tengo una larga lista de países por visitar: Irán, Madagascar, Mongolia, Rusia. Creo que cuando encuentras algo que amas, deberías hacerlo toda tu vida. ¿Por qué habrías de retirarte de lo que amas hacer? Eso no es lo que hacemos”.
La famosa fotografía es solo una de las miles de fotos extraordinarias que McCurry ha tomado a lo largo de 40 años de carrera, lapso en el que ha ganado docenas de premios.
Una de las fotos que se muestra prominentemente en la retrospectiva se tomó en Kuwait en 1991, durante la Primera Guerra del Golfo. Se ve la silueta de tres camellos y en el fondo, una explosión de fuego y humo.
“Sadam Hussein había volado 600 pozos petroleros”, recuerda. “Fue una catástrofe ambiental. Había lagos de petróleo filtrándose hacia el golfo en todo el país”.
“La mitad estaba en llamas. De la tierra brotaban géiseres de petróleo que hacían que el día pareciera noche”.
Vio a los camellos corriendo por el borde de un pozo petrolero y los siguió en su jeep. Estaban ennegrecidos por el petróleo y no había forma de tomar una foto mientras tuvieran una nube negra como fondo.
De repente corrieron frente a una zona en llamas y el fuego los iluminó”, explica. “Tomé la foto y luego me di cuenta de que había entrado en un campo minado”.
“Tuve que retroceder cuidadosamente, siguiendo las huellas que había hecho al entrar para evitar volar por los aires”.
Atrapado en la historia
Durante muchos años, esta clase de fotografía en el frente de batalla fue la especialidad de McCurry. Ciertamente le permitió hacerse de un nombre.
McCurry nació en Pensilvania, Estados Unidos, en 1950. Su mano derecha quedó dañada permanentemente cuando cayó por unas escaleras a los cinco años. Estudió Artes Teatrales en la Universidad Estatal de Pensilvania y dos años después de graduarse, se mudó a India en busca de una carrera como fotógrafo independiente. Su gran oportunidad llegó a finales de la década de 1970, cuando se disfrazó de afgano y cruzó ilegalmente hacia Afganistán, justo antes de la invasión soviética.
Tomó una serie de fotos de gente a la que su propio gobierno atacaba. “En cuanto crucé la frontera, me encontré con unas 40 casas y unas cuantas escuelas a las que acababan de bombardear”, cuenta. “Literalmente estaban destruyendo pueblos enteros con helicópteros artillados. Fue una situación profunda que necesitaba contarse y pocas personas tenían acceso a ella porque era un lugar muy remoto”.
“Quedé completamente atrapado en la historia. Ahí fue cuando supe que esto era lo que haría… que esto era yo”.
En plena Guerra Fría, los rusos respaldaron al Ejército afgano y los estadounidenses apoyaron a los muyahidines. La lente de los medios occidentales pronto se dirigió hacia la región y McCurry ya estaba instalado.
Sus fotos empezaron a surgir en el New York Times, en la revista TIME y en la Paris Match, no sin que McCurry escapara antes de Afganistán tras cruzar las regiones tribales a pie, con sus preciosas películas cosidas a su ropa.
Se podía cortar el miedo con un cuchillo
Este fue el principio de muchos años de fotografía de guerra que ahora describe como “el periodo rudo” de su carrera.
Cubrió la guerra entre Irán e Iraq, las guerras del golfo Pérsico y varios conflictos en Afganistán, así como otros más en Líbano, Camboya y Filipinas.
“Cuando trabajas en una zona de guerra, vives de momento a momento y hay gente que trata de matarte”, señala. “Pude haber muerto de muchas formas, con armas, bombas y esquirlas. Vives con un miedo que podrías cortar con un cuchillo. Varias veces me encañonaron; me robaron mi cámara y mi dinero, la gente se metía en mi habitación de hotel mientras dormía. Muchas veces pensé que me había pasado de la raya, que no era buena idea meterme en esta escaramuza o batalla. Muchas veces pensé que eso no terminaría bien”.
“Pero me he dado cuenta de que me consume completamente la importancia de la historia que estoy contando, la sensación de que el mundo tiene que saberlo. Nunca se trata de la adrenalina, se trata de la historia”.
¿Reportar desde el frente de batalla se ha vuelto más peligroso?
“Siempre ha sido peligroso, pero ahora está la dimensión adicional de tratar de acaparar los titulares”, cuenta. “Tal vez te hayan secuestrado o disparado antes, pero no te han decapitado. No deseabas crear una horrible obra de teatro”.
“Pero no podemos rendirnos. Hay que reportar estas historias, los escritores y los fotógrafos tienen que seguir contándolas”.
Una historia escrita en el rostro
El portafolio de McCurry es mucho más vasto que su trabajo en fotografía de guerra. Ha trabajado en todo el mundo, desde las junglas de África central hasta las montañas del Tíbet y cada vez parece que captura el alma de la gente a la que fotografía.
“Mi cámara es como un escudo cuando fotografío algo horrible, ya que es más fácil ver cosas perturbadoras a través del visor”, indica.
“Pero cuando no estoy en una zona de guerra, tener una cámara me ayuda a hablar con la gente, a interactuar y a involucrarme. Para tomar una buena foto tienes que pasar tiempo con la gente para que confíen en ti y olviden que estás allí para fotografiarlos. Trato de hacer contacto visual cuando hago un retrato, ya que parece que eso te permite entender a la gente, ver la historia escrita en su rostro”.
McCurry afirma que la llegada de la cámara digital le ha facilitado su trabajo.
“No soy de esos fotógrafos que añora los viejos tiempos”, agrega. “La fotografía digital es mejor de lo que fue la película”.
Aunque todo el mundo toma fotos con las cámaras de sus teléfonos, dice que es “solo ruido” y que no “diluye el valor” de una fotografía verdaderamente genial que perdurará y será memorable.
“Tiene que haber en la foto un componente emocional con el que te identificas en un nivel profundo”, explica.
“Una vez que lo ves, no puedes olvidarlo y es tan atractivo y poderoso que se vuelve parte del paisaje cultural”.
¿Como Niña afgana?
McCurry hace una pausa y responde: “Sí, así”.
La exposición Steve McCurry - Oltre lo Sguardo termina el 6 de abril de 2015 en Villa Reale di Monza.