Por Ben Brumfield y Christian Purefoy
Garissa, Kenya (CNN) — Las ambulancias van y vienen a través de las puertas de la Universidad de Garissa, mientras que la gente de la ciudad se esfuerza por ver desde lejos lo que está sucediendo.
Los soldados los hacen a un lado y los apartan, pero ellos siguen regresando.
En esta pequeña ciudad, a unos 145 kilómetros de la frontera con Somalia, no suele ocurrir mucho.
Sin embargo, no fue así el jueves, cuando los militantes de Al-Shabaab atacaron el campus keniano, dejando 147 muertos.
Un día más tarde, todavía se ven cadáveres en los terrenos universitarios en espera de su evacuación.
Un médico dijo que la mayoría de las víctimas había recibido disparos por la espalda, en la parte posterior de la cabeza.
“Ellos quedaron tendidos boca abajo, siempre”, dijo el viernes un trabajador del servicio de ambulancias de St. John. “Ellos siempre están tendidos boca abajo y tienen disparos en la cabeza, alrededor de la espalda”.
Un intenso tiroteo
El jueves, una detonación y una ráfaga de disparos interrumpieron la tranquila mañana, despertando abruptamente a muchos estudiantes en los dormitorios. “Nunca había escuchado algo como esto”, dijo el periodista Dennis Okari de NTV, filial de CNN, en un tuit, mientras observaba el humo que se levantaba sobre una residencia de estudiantes.
Hombres armados de Al-Shabaab irrumpieron primero en un servicio cristiano de oración, donde mataron a algunos y tomaron a otros como rehenes. Luego se fueron a través del campus con ellos, disparándoles a los que no eran musulmanes y haciendo a un lado a los musulmanes, dijo un testigo.
Se dirigieron a las residencias.
La estudiante Japhet Mwala yacía en su cama. “Estábamos durmiendo cuando escuchamos una explosión fuerte seguida por disparos, luego todo el mundo empezó a correr buscando seguridad”, le dijo a la Agence France-Presse.
“Hubo algunos que no pudieron abandonar las residencias hacia donde se dirigieron los hombres armados y donde comenzaron a disparar. Tengo la suerte de estar viva porque salté sobre la cerca junto con otros estudiantes”, dijo.
Los estudiantes corrieron –algunos se arrastraron– lejos de los disparos, dijo Okari. En un momento dado, los hombres armados se enfocaron en un edificio donde vivían 360 estudiantes, dijo el ministro del Interior, Joseph Nkaissery.
Okari se refugió fuera del campus y escuchó explosiones y disparos durante cuatro horas. Las fuerzas de seguridad kenianas entraron y mataron a cuatro hombres armados.
Frontera porosa
El grupo terrorista somalí Al Shabaab, vinculado con Al Qaeda, se atribuyó la responsabilidad por el ataque.
El Ministerio del Interior ha publicado un anuncio de “el más buscado” en relación con un hombre vinculado con el ataque. El aviso ofrecía una recompensa de 20 millones de chelines kenianos, aproximadamente 215.000 dólares, por Mohamed Mohamud, quien también se hace llamar Dulyadin y Gamadhere.
La publicación no especifica cuál es el papel que el hombre pudo haber representado.
La frontera peligrosamente porosa entre Somalia y Kenia ha hecho que para los militantes de Al-Shabaab sea fácil cruzarla para llevar a cabo los ataques.
En un ataque a una cantera en diciembre, los militantes de Al-Shabaab separaron a los musulmanes de los demás y ejecutaron a los que no eran musulmanes, matando al menos a 36 personas. En noviembre, los militantes detuvieron un autobús cerca de la frontera y mataron a 28 personas que creían que no eran musulmanes.
El mes pasado, la Embajada de Estados Unidos advirtió sobre posibles ataques “a lo largo de Kenia a corto plazo”, después de que se informara de la muerte de Adan Garaar, un líder clave de Al-Shabaab, sospechoso en el ataque del Westgate Mall en Nairobi, en septiembre de 2013.
El asunto de la seguridad
La policía ha declarado un toque de queda para los próximos días en la región, desde las 18:30 hasta las 6:30. El Ministerio de Educación ha cerrado la universidad indefinidamente.
Los estudiantes que sobrevivieron se han reunido en grupos grandes en el aeropuerto de la ciudad, esperando volar hacia sus ciudades de origen.
Los efectos también se hacen sentir a más de 362 kilómetros al oeste de Nairobi, la capital de Kenia, donde el nuevo derramamiento de sangre revitalizó un viejo debate: ¿Será que la seguridad de la nación es lo suficientemente fuerte?
Muchas medidas que fueron consideradas y tomadas después de la masacre del Westgate Mall habían llenado los vacíos.
Al menos 67 personas murieron en esa ocasión. Pero el ataque del jueves es el segundo peor en la historia del país y provocó que se evaporara mucha de la confianza que se había logrado ganar después del incidente de Westgate. Las inquietudes por la libertad civil han planteado la matriculación de 10.000 nuevos reclutas de la policía, pero el jueves el presidente keniano, Uhuru Kenyatta, ordenó que se les incorpore de inmediato.
“Kenia necesita urgentemente más agentes”, dijo, “y no voy a mantener a la nación en espera”.
Brian Walker, Vasco Cotovio y Lillian Leposo de CNN contribuyeron con este reportaje.