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Por Michael McKinley y David Gibson, especial para CNN

(CNN) – “Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” le dice Jesús al hombre rico en una de sus parábolas más conocidas.

Fue un mantra que él utilizó repetidamente: los pobres eran bendecidos, y que era más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Mientras tanto, Jesús les dijo a sus doce apóstoles que dejaran sus trabajos y que lo siguieran en una misión itinerante con pocas perspectivas de tener éxito y sin medios visibles para mantenerse.

Entonces, ¿cómo hizo este grupo errante de evangelistas del primer siglo para mantenerse?

Era claro que el dinero era una inquietud y no solamente un impedimento para la salvación. En el Nuevo Testamento, el dinero se menciona en 37 ocasiones, en tanto que el “oro” es mencionado en 38 citas, la “plata” en 20 y el “cobre” en cuatro. La palabra “moneda” aparece ocho veces, “bolsa” y “denarios” –la moneda romana– se mencionan media docena de ocasiones cada una para un total de 119 referencias de divisas.

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Quizás la referencia más relevante es también uno de los pasajes más cargados en el Nuevo Testamento:

Como el Evangelio de Juan lo dice, seis días antes de la Pascua, Jesús estaba en Betania, en casa de su amigo Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Una mujer llamada María toma un frasco de perfume costoso y unge los pies de Jesús. Ella seca sus pies con sus cabellos, una irresistible imagen para artistas y dramaturgos. Judas Iscariote se opuso a esta acción.

“¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?”,   pregunta Judas.

Aunque 300 denarios era el salario anual de un trabajador, Jesús le dijo a Judas que la dejara en paz, y anunciando su destino, dijo que la unción sería útil para su sepultura, y además, “a los pobres siempre los tendréis con vosotros” –pero Jesús no siempre estaría allí.

Un ministerio de bajo presupuesto  

Lo que ese pasaje deja en claro es que la comunidad de Jesús tenía una bolsa común porque necesitaban dinero para sobrevivir.

Entonces, ¿cuánto?

“Me imagino que el ministerio funcionaba a nivel de subsistencia”, el rabino Joshua Garroway, profesor de Cristianismo primitivo y la Segunda comunidad en el Hebrew Union College en Los Ángeles.

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Jesús y sus discípulos caminaban, vestían lo que tenían, dormían al aire libre o se hospedaban en casas de sus amigos. Comían lo que pescaban o lo que otros les compartían.

“Me atrevo a adivinar que la súplica y la hospitalidad bastaron para satisfacer las necesidades básicas de Jesús y los compañeros con quienes viajaba”, dijo Garroway.

Garroway dijo que era posible, incluso probable, que Jesús y sus seguidores recibieran donaciones de sus adeptos y posiblemente algunas considerables de ciertas personas ricas que habían sido atraídas a su ministerio a pesar de –o quizás debido a– su predicación acerca de los peligros de la riqueza.

El Evangelio de Lucas nos deja ver la manera en que funcionaba el ministerio de Jesús a un nivel práctico:

“Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios,   y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes”.

Así que, según Lucas, las mujeres que Jesús había sanado, a su vez, le proveyeron de sus “bienes”, y de ellas María Magdalena y Juana llaman nuestra atención… una debido a su esposo, y la otra, por su importancia en la historia de Jesús.

Juana era una mujer de clase alta, casada con un hombre que era inteligente y suficientemente capaz para encargarse del complicado hogar de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, el violento y ambicioso jefe de Judea.

Como parte de este volátil pero poderoso hogar, Juana estaría en una posición única para ayudar a Jesús con sus recursos, ya que ambos eran adinerados y tenían conexiones con el palacio. Ella se ocupa de él durante su vida, y los Evangelios nos dicen que, después de su muerte, ella fue una de las tres mujeres que fueron a su tumba y la encontraron vacía.

Proveedores financieros clave  

Esa mañana estaba junto a ella María Magdalena, a quien también se le identificaba –entre otras cosas– como una proveedora financiera de Jesús. María probablemente venía de la próspera ciudad de Magdala, en el Mar de Galilea. Como el hogar de una próspera industria pesquera, así como también trabajos con tintes y textiles, María podría haber venido de una familia acomodada… o haber sido una exitosa mujer de negocios.

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María Magdalena era libre de viajar por el país con Jesús y sus discípulos, por lo que era poco probable que tuviera esposo e hijos esperándola en casa, y en la serie “Finding Jesus” examinamos el evangelio gnóstico de María Magdalena y exploramos el argumento de que Jesús era, de hecho, su esposo. Ella pudo haber sido simplemente una mujer independiente, con sus propios recursos y quien encontró un mensaje y un mensajero convincente.

María Magdalena no solamente era una de sus seguidoras más devotas, quien no lo abandonó en todo el camino desde Galilea hasta Jerusalén, desde el ministerio hasta la cruz y la tumba, sino que también le proveyó de sus propios medios, dice Mark Goodacre, un profesor del Nuevo Testamento y Orígenes Cristianos en la Universidad de Duke.

Cuando los Evangelios hablan de su “ministerio” con Jesús, estos explican que ella era una de las figuras clave en la misión cotidiana de Jesús, continúa diciendo Goodacre. Junto con otras mujeres como Juana y Susana, ella fue una de quienes hicieron que su misión fuera posible.

Junto con estas mujeres, hombres como José de Arimatea y Nicodemo, ambos hombres de mucha importancia y riqueza, pueden haber intervenido para ayudar a financiar el ministerio de Jesús.

Los Evangelios revelan que estos dos hombres eran ricos y que apoyaron a Jesús… de hecho, fue José quien bajó a Jesús de la cruz el Viernes Santo, quien ungió su cuerpo con la ayuda de Nicodemo, y quien lo colocó en el sepulcro que José había preparado para él mismo.

Después de la resurrección, en ese primer Domingo de Pascua, el movimiento que inició Jesús creció exponencialmente, y la relación de la iglesia con el dinero creció de manera más complicada puesto que las necesidades crecieron.

Michael McKinley es el coautor, junto con David Gibson, del libro “Finding Jesus: Faith. Fact. Forgery: Six Holy Objects That Tell the Remarkable Story of the Gospels”.