El gobierno japonés difundió una encuesta en la que asegura que uno de cada cuatro japoneses alrededor de los 30 que no han estado casados, son vírgenes. La cifra, un poco más baja, también aplica para las mujeres.

(CNN) – Cuando era una mujer joven y soltera en Japón en la década de 1980, la economía estaba al rojo vivo, así como el mundo de las citas.

Las chicas modernas no se avergonzaban de perder la virginidad antes del matrimonio.

Por supuesto, para mí personalmente perder la virginidad era algo importante. Pero socialmente no lo era tanto. Eran los años ochenta, Japón estaba vivo, y la vida era buena.

¡Cómo han cambiado los tiempos!

Es alarmante para mí, y para muchos de mis semejantes, ver cómo el entusiasmo por el sexo y las relaciones que sentíamos durante nuestra juventud fue reemplazado por la indiferencia sexual que vemos hoy en día en Japón.

Una encuesta del gobierno publicada esta semana sugiere que casi el 40 % de los japoneses que tienen veintitantos o treinta y tantos años y no están en una relación, no piensan que necesitan una pareja; muchos de ellos dicen que las relaciones son “fastidiosas”.

Otra encuesta de 2010 reveló que uno de cada cuatro hombres japoneses de treinta y tantos años que nunca han estado casados son vírgenes. Las cifras son solo un poco menores para las mujeres.

Apatía hacia el sexo

Esta apatía sexual es extremadamente preocupante para Japón, un país cuya población tiene el envejecimiento más rápido del mundo, lo que genera preocupaciones en relación a que los ciudadanos no tendrán suficientes hijos como para sostener una economía saludable en los años venideros.

Yo sentí escepticismo cuando me enteré de una clase de arte de desnudos destinada a inspirar a la creciente población de Japón de vírgenes de mediana edad.

La organización White Hands imparte clases a hombres de mediana edad para que pinten mujeres desnudas, un acercamiento al género opuesto.

Pensé que si un hombre no ha tenido ningún tipo de relación sexual a los treinta o cuarenta años, solo esbozar a una mujer desnuda es como lanzar una gota de agua sobre un incendio forestal. Esto no va a resolver el problema.

Pero luego entrevistamos a Takashi Sakai (acordamos cambiar su nombre para respetar su privacidad), un japonés virgen de 41 años de edad quien dice que estas clases, las cuales son impartidas cada dos meses en Tokio por la organización no lucrativa White Hands, son lo más cerca que jamás ha estado de una mujer desnuda real y no de alguna versión fantasiosa del manga japonés.

“Cuando ves a una mujer y la encuentras atractiva, podrías invitarla a salir, tomarla de la mano, besarla y así es como funciona”, dice Sakai.

“Pero en mi caso, no fue así. Pensé que podría suceder de forma natural, pero nunca ocurrió”.

Nunca lo han besado

Shingo Sakatsume —que se denomina a sí mismo como un “ayudante del sexo” que trabaja con White Hands— dice que los vírgenes de mediana edad que deseen que su situación cambie, carecen de experiencia con mujeres en la vida real, así que permitirles pasar un tiempo observando el cuerpo femenino es un primer paso para resolver el problema.

“En la sociedad japonesa, tenemos mucho entretenimiento más allá del amor y el sexo. Tenemos la animación, las celebridades, los cómics, juegos y deportes”, dice.

“¿Por qué tienes que elegir el amor o el sexo sobre otras cosas divertidas que no tienen el potencial para causarte dolor y sufrimiento?”

Muchos hombres sólo han tenido contacto con las mujeres a través de las clases que imparte White Hands.

La ilusión de una relación perfecta, combinada con el miedo japonés al fracaso, ha creado un grave problema social, dice.

Él sabe que la aparente desconexión está dando lugar a un menor número de relaciones, tasas de natalidad récord por estar en un punto bajo, y una población que se está reduciendo.

Las clases parecen estar ayudando a Sakai, un alpinista y profesor que, a los 41 años, no solo es virgen, sino que tampoco ha tenido una relación y ni siquiera lo han besado.

Durante años, ha mantenido su virginidad en secreto para sus amigos, compañeros de trabajo y familia.

“No decirle a otros que soy virgen era igual a fingir que el problema no existe”, dice Sakai “era como ponerlo en un estante donde nadie pueda verlo”.

Viejos clichés

Cuando veo crecer a mi hijo de seis años de edad, siempre pienso si Japón será un buen hogar.

Para 2060 cuando él tenga mi edad, si las tendencias actuales continúan, la población de Japón se habrá reducido en más de un 30%.

Dos de cada cinco personas serán mayores de 65 años. ¿Será Japón capaz de sostenerse? ¿Cómo será su vida?

Las opiniones japonesas sobre el sexo y las relaciones han cambiado drásticamente durante mis 27 años de carrera.

En la economía de la burbuja de los ochenta, las chicas que no se habían casado mayores de 25 años recibían el nombre de “Pastel de navidad”, un término para algo de lo que te deshaces luego de que termina la temporada.

En la década de 1990, el concepto se convirtió en “fideos de fin de año”.

En Japón, comemos fideos en la víspera de Año Nuevo. Si no se los comen el 31, también se deshacen como ocurre con los pasteles de Navidad.

Hoy en día, muchos se ríen de estos viejos clichés.

Veinte años de estancamiento económico parecen haber dado lugar a la castración de algunos hombres japoneses, quienes ya no pueden contar con encontrar un trabajo que pague lo suficiente para mantener a una esposa e hijos.

“La situación económica y la de los ingresos están estrechamente ligadas a la autoestima. Menores ingresos significa una autoestima más baja”, dice Sakatsume.

“Tener una baja autoestima hace que sea difícil comprometerse con una relación amorosa”.

Sakai ahora comparte su historia abiertamente en las clases de White Hands. Dice que confiar en los demás le ayuda a darse cuenta de que no está solo.

“Hay muchas personas que viven como si no tuvieran deseo sexual. Siento de primera mano que este tipo de personas van discretamente en aumento”.

Sakai dice que aún espera poder despedirse de su virginidad, pero es filosófico al respecto.

“Me siento mucho mejor ahora porque puedo hablar de ello. Y al hablar de ello, me he dado cuenta de que mi situación no es algo que tengo que cambiar, pero debo reconocerlo”, dice.

“No me he dado por vencido todavía”.