Nota del editor: Julian Zelizer es profesor de historia y asuntos públicos en la Universidad de Princeton y es investigador de New America. Es el autor de Jimmy Carter y The Fierce Urgency of Now: Lyndon Johnson, Congress and the Battle of the Great Society. Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.
(CNN) – Este fin de semana, mientras los estadounidenses celebraban el 4 de Julio, ocurrieron horribles tiroteos en Chicago que ocasionaron siete muertes y que más de 50 personas resultaran heridas. Se trata de otro fuerte recordatorio del costo de la falta de acción de nuestro país.
Incluso cuando las encuestas repetidamente muestran un fuerte apoyo hacia regulaciones más severas sobre las armas inmediatamente después de grandes tiroteos, las políticas nunca parecen funcionar.
El presidente Obama se encuentra ante esta trágica realidad.
Poco después del horrendo tiroteo en la iglesia AME en Charleston, Carolina del Sur, el mes pasado, el presidente Obama concedió una entrevista con el comediante Marc Maron que se hizo viral. Durante el podcast, el cual fue descargado más de 900.000 veces en las primeras 36 horas, el presidente habló acerca de muchas cosas, entre ellas sus comediantes favoritos y la paralización en Washington. El momento que recibió la mayor atención fue cuando el presidente usó la palabra N para explicar qué pasos son necesarios para lograr una justicia racial.
Pero el momento más poderoso —e inquietante— de la conversación se produjo cuando Maron preguntó, en relación con el tiroteo, qué pasaría después.
En lugar de recitar la lista usual de predicciones optimistas acerca de la posibilidad de que el Congreso trabaje en conjunto para lograr reformas, el presidente fue brutalmente honesto.
Obama dijo que los fabricantes de armas se “las arreglarían como bandidos, en parte debido a este temor que se ha agitado respecto a que el gobierno federal y los helicópteros negros vendrán para llevarse tus pistolas”. El presidente dijo que la ausencia de leyes de seguridad de armas de sentido común era “única” para este país. Él dijo lo siguiente: “La influencia de la NRA en el Congreso es extremadamente fuerte. No preveo que se tome cualquier acción legislativa en este Congreso”.
Las predicciones del presidente fueron correctas. En contraste con otros tiroteos que la nación ha visto, esta vez ni siquiera parecía haber un impulso para la reforma de armas. Pocos legisladores en cualquiera de los dos partidos están dispuestos a asumir una posición sobre el tema, mientras la oposición se encierra casi tan pronto como el sonido de las balas se empieza a disipar.
¿Por qué fracasa la reforma de armas, sin importar qué tan intensa sea la indignación por los horrendos ataques que se producen?
El factor más obvio e importante es exactamente lo que el presidente mencionó: el abrumador poder de la presión sobre las armas.
Este es uno de los grupos de presión más sofisticados en el país. La Asociación Nacional del Rifle y otras organizaciones de derechos de armas emplean todo un arsenal de herramientas para hacer presión —desde argumentos constitucionales polémicos, fondos de financiación para la campaña, hasta impulsos de movilización de votantes— que son suficientes como para influenciar a miembros de ambos partidos.
En las elecciones intermedias de 2014, la NRA gastó 12 millones de dólares, y el 95% de sus candidatos salieron victoriosos. Siempre que este asunto surge en el Congreso, la NRA se moviliza y deja en claro que habrá venganza para cualquier representante o senador que apoye el control de armas.
La NRA es especialmente efectiva, como lo señaló un artículo en The Atlantic, en movilizar a los votantes en los distritos decisivos que pueden determinar qué partido controla la Cámara de Representantes. Muchos de estos distritos en estados como Arkansas y Pensilvania son tanto rurales como conservadores, y cuentan con un electorado receptivo a los derechos a portar armas. La NRA sabe cómo lograr que estos votantes vayan a las urnas. Como lo dijo el activista conservador Grover Norquist en 2000, “por ese 4 a 5% a quienes les importan las armas, votarán sobre esto”.
Ha sido extraordinariamente difícil encontrar apoyo bipartidista para la legislación a favor de una reforma. No ha habido muchos republicanos prominentes dispuestos a ponerse detrás de la causa del control de armas. La acérrima y disciplinada oposición del Partido Republicano es fuerte. La respuesta de muchos republicanos a los ataques de Charleston ha sido sorprendente ya que le restan importancia a los obvios problemas de la política.
Muchos republicanos han estado ansiosos por hablar acerca de la legislación que aborda la salud mental, o la naturaleza de “lobo solitario” del tiroteo, pero no en formas en las que el control de armas podría ayudar a impedir que las armas lleguen a manos de delincuentes como Dylann Rof. El exgobernador de Texas, Rick Perry, un candidato presidencial, dijo que el tiroteo era un “accidente”, aunque su campaña dijo que no se expresó bien y quiso decir “incidente”. Él solo lo condenó como un “crimen de odio” luego de estar bajo fuertes críticas por sus comentarios. Ellos continuamente encuentran apoyo en los demócratas moderados, quienes se oponen a cualquier tipo de restricciones sustantivas.
Muchas agencias conservadoras de los medios y grupos de discusión alimentaron las llamas, al hablar en cambio acerca de la necesidad de ampliar el acceso a las armas para que las personas pudieran protegerse. En un foro en línea, Charles Cotton, un ejecutivo de la NRA escribió acerca del pastor Clementa Pinckney, un senador estatal que fue asesinado en los ataques: “Personas inocentes murieron como resultado de su posición sobre un asunto político”, lo que implicaba su oposición a una legislación de 2011 en Carolina del Sur que permitía que las personas portaran armas ocultas en las iglesias.
Un presentador de “Fox & Friends” dijo que el tiroteo era un “ataque a la fe”, y advirtió que “si no estamos a salvo en nuestras iglesias, entonces ¿dónde estamos a salvo?” Varios presentadores de Fox News se mostraron dispuestos a elogiar al actor Vince Vaughn por los comentarios que hizo para apoyar su llamado a portar más armas en las escuelas.
Todo esto ha producido un cierto nivel de cinismo entre quienes apoyan las restricciones de armas, como lo expresó el presidente cuando dijo que no esperaba reformas en un futuro cercano.
Cada vez que ha ocurrido una masacre, hemos visto no solo una sorprendente movilización en contra de todas las nuevas restricciones, sino una ausencia igualmente sorprendente de una fuerte presión para abordar este tema.
Un número significativo de demócratas liberales, quienes en años anteriores habían apoyado fuertemente el control de armas, han permanecido notablemente silenciosos en cuanto a este tema. Ellos están resignados a la derrota.
El presidente a menudo se encuentra parado solo cuando hace un llamado al control de armas. Pero quienes dicen que los legisladores federales “nunca” pueden aprobar las restricciones de armas deberían fijarse en momentos como la Ley de Derechos Civiles de 1964 o la Ley de Atención Médica Asequible de 2010 para ver cómo esas predicciones pueden estar equivocadas.
La buena noticia es que ha habido un poco de progreso en estados como Maryland y Nueva York, los cuales han intentado avanzar incluso cuando la paralización reina en el Capitolio. Pero para que se dé una respuesta efectiva al tipo de tragedias con armas que vemos tan a menudo, los partidarios necesitarán una movilización para contrarrestar lo que los oponentes han logrado.
El país necesita hacer un mejor trabajo al encargarse de su problema respecto a las armas. Sino, será demasiado pronto cuando nos encontremos pasando por esto de nuevo.