(CNN) – Cuando el papa Francisco aterrice en Cuba el sábado, encontrará un país que se encuentra en medio de un proceso de cambio. Él bien podría sentirse orgulloso por esas trasformaciones, ya que se convirtieron en realidad en parte gracias a la propia participación del Papa en la diplomacia secreta digna de una película de espías.
El presidente Obama anunció en diciembre del año pasado que Estados Unidos y Cuba restaurarían las relaciones diplomáticas. Desde entonces, la isla ha estado animada ante las posibilidades de una nueva era.
Justo esta semana, las Naciones Unidas anunciaron que el presidente cubano, Raúl Castro, viajaría a Nueva York para asistir a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Será su primera visita a Estados Unidos en más de medio siglo. Y los funcionarios estadounidenses y cubanos han dicho que el presidente Obama podría visitar la isla de régimen comunista el próximo año, si los dos países avanzan lo suficiente en la normalización de sus relaciones.
El cambio que Francisco ayudó a llevar a cabo ha sido tan dramático que incluso quien ha sido ateo y marxista desde hace mucho tiempo, Raúl Castro, dijo que el Papa ha hecho que considere empezar a rezar de nuevo.
Cómo el papa presionó para el cambio
El día que se anunció el cambio en las relaciones, tanto Obama como Raúl Castro le dieron las gracias al papa Francisco por instarlos a llegar al histórico acuerdo a fin de intercambiar prisioneros y ponerle fin a décadas de animosidad parte de una Guerra Fría.
Esa mañana, el arzobispo cardenal Jaime Ortega y Alamino de la Habana, fue interrumpido mientras desayunaba con las noticias del anuncio.
El acontecimiento decisivo no sorprendió a Ortega, quien desempeñó un papel crucial como parte de la iglesia para asegurarse de que las negociaciones no se extinguieran como tantos intentos previos.
En una entrevista exclusiva, Ortega le reveló a CNN que cuando el Papa y Obama se reunieron en el Vaticano por primera vez en marzo de 2014, el Papa hizo presión para que el presidente de EE.UU. levantara las sanciones en contra de Cuba.
“El Papa mencionó a Cuba”, dijo Ortega. “Mencionó el papel de Cuba en Latinoamérica y cómo era importante no solo para Cuba, sino para el resto de Latinoamérica, que se levantaran las medidas económicas perjudiciales”.
Obama, dijo el cardenal, sorprendió al Papa al estar de acuerdo con sus duras críticas a la política de Estados Unidos.
“La respuesta del presidente fue muy clara”, dijo Ortega. “Que esas medidas eran muy antiguas, y habían sido establecidas antes de su nacimiento y que deseaba cambiarlo. Esto animó al Papa”.
Obama compartía en gran medida el deseo del Papa de cambiar el curso de Cuba; él ya había tomado acciones para desmantelar la política de aislamiento de cinco décadas de Estados Unidos.
En junio de 2013, funcionarios del gobierno de Obama, bajo órdenes del presidente, iniciaron una serie de conversaciones secretas con el gobierno cubano para resolver obstáculos que venían desde hace mucho tiempo e impedían que las relaciones mejoraran.
Sin embargo, las negociaciones se estancaron en el tema de cómo liberar a los prisioneros que cada país tenía. Desde hace mucho tiempo, Cuba había exigido que los cinco funcionarios de inteligencia cubana que habían formado parte de la “Red Avispa”, un grupo de espionaje en el Sur de Florida, fueran liberados y enviados a casa.
A cambio, Cuba había ofrecido una “solución humanitaria”: intercambiar a los agentes por Alan Gross, el subcontratista del Departamento de Estado que cumplía una sentencia de 15 años en la Habana por intentar establecer una red de Internet para que disidentes cubanos “promovieran actividades desestabilizadoras y minaran el orden constitucional”.
Sin embargo, los funcionarios estadounidenses habían rechazado esa oferta repetidamente, al afirmar que Gross no era un espía y no sería intercambiado por los agentes cubanos.
Asimismo, Cuba rechazó las peticiones de EE.UU. de intercambiar a los agentes cubanos por fugitivos estadounidenses como Assata Shakur, quien recibió asilo político en la isla luego de ser condenado por el asesinato de un policía estatal de Nueva Jersey y escapar de una prisión estadounidense.
Asistencia por parte del cardenal
Acortar la brecha iba a requerir de la diplomacia y cautela del cardenal.
El cardenal Ortega, de 78 años, es un dotado pianista que una vez consideró tener una carrera como músico antes de finalmente unirse al sacerdocio. Ortega utiliza gruesas gafas, y sus problemas crónicos de salud han afectado su manera de caminar. A primera vista, él parecería ser un participante poco probable en las intrigas diplomáticas dignas de una novela de John le Carré. Pero después de 21 años como cardenal, Ortega tiene la influencia y los contactos que pocas personas más tienen en la isla.
Luego de que la revolución tomara el poder, Ortega se encontraba entre los sacerdotes que fueron enviados a los campos de trabajo para las personas que el gobierno de Castro consideraba como indeseables. Él pasó ocho meses realizando trabajos forzados antes de ser liberado.
Luego del colapso de la Unión Soviética, Cuba gradualmente levantó muchas prohibiciones contra la adoración religiosa. La iglesia, mientras aún se mantenía limitada por el gobierno cubano, una vez más se convirtió en una institución poderosa en la isla.
El cardenal Ortega desarrolló una relación de trabajo respetuosa con Raúl Castro, quien tomó las riendas de su hermano que se encontraba enfermo, el entonces presidente Fidel Castro, en 2006. Dos años después, Fidel Castro renunció, y Raúl Castro se convirtió en presidente.
Al hacer uso de su singular y directo acceso a Castro, Ortega negoció una amnistía para 75 prisioneros políticos en 2010. Pero para muchos exiliados cubanos, ese acceso arrojó una nube de superstición sobre Ortega, a quien acusaron de no impulsar al gobierno para que implementara más reformas económicas y políticas.
Aunque Ortega no participó directamente en las conversaciones para restaurar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, él desempeñó papeles clave durante partes de las delicadas negociaciones, indicaron funcionarios de ambos países.
El Vaticano, al igual que Canadá, llevó a cabo las pláticas secretas, y en agosto, el Papa le envió cartas tanto al presidente Obama como a Castro en las que los instaba a reconciliar las antiguas diferencias de sus gobiernos.
Ortega fue elegido para ser el emisario de las cartas del Papa.
“En la diplomacia secreta, las comunicaciones seguras a menudo toman una ruta tortuosa. El papa Francisco en realidad no podía simplemente enviarle un correo electrónico al presidente Obama”, lee un pasaje en una nueva edición del libro “Back Channel to Cuba”, escrito por Peter Kornbluh y William LeoGrande.
“La capacidad de Ortega de poner una carta papal en manos del presidente de Estados Unidos también requirió de la diplomacia clandestina”, escribieron los autores. “Fue necesario hacerun viaje a Washington bajo el pretexto de un discurso en Georgetown, y tener un encuentro secreto con el presidente Obama en el Rose Garden para darle el mensaje del Papa.
El contenido exacto de las cartas papales aún no ha sido dado a conocer.
Pero pronto, otra carta llegaría a manos de Ortega que también tendría un impacto en las conversaciones.
Esta provenía de un hombre con quien Ortega se había reunido mientras ministraba a los reclusos en una prisión cubana.
“Él se ofreció como alguien que podía ser intercambiado”, dijo Ortega respecto a la carta de Rolando Sarraff Trujillo, un funcionario de la inteligencia cubana que fue puesto en prisión en la década de 1990 luego de que funcionarios cubanos descubrieran que también trabajaba para la CIA.
“Cuando me escribió, intuía que él podía ser parte de las conversaciones en adelante, como una de las personas en ser intercambiadas por los prisioneros cubanos que se encontraban en Estados Unidos”, dijo Ortega. “Él me envió una carta en la que me ofrecía ser intercambiado, la cual entregué a las autoridades aquí”.
El 17 de diciembre de 2014, Sarraff y Gross fueron puestos en libertad y enviados a Estados Unidos en aviones distintos luego de que los tres agentes cubanos que quedaban viajaron en un avión del gobierno de EE.UU. que aterrizó en la capital cubana al amanecer.
En su anuncio esa tarde, Obama dijo que Sarraff era “uno de los agentes de inteligencia más importantes que Estados Unidos alguna vez tuvo en Cuba”.
Quien saludó a los agentes de inteligencia cubanos que había regresado a la isla fue otro hombre que había participado en las negociaciones para liberarlos: Alejandro Castro Espín, el hijo de Raúl Castro.
Ni Cuba ni Estados Unidos ha reconocido la participación del más joven de los Castro en las negociaciones con EE.UU.
Pero Alejandro Castro, un coronel en el ministerio del Interior cubano, más adelante acompañó a los agentes de inteligencia que habían sido puestos en libertad cuando se reunieron con Fidel Castro, y estuvo cerca de su padre cuando Raúl Castro se reunió con Barack Obama en la Cumbre de las Américas en Panamá.
Los autores Kornbluh y LeoGrande dicen que existe una lógica detrás de mantener las identidades de los negociadores de Cuba en secreto.
“Ellos siguen en el anonimato en parte para que puedan continuar con una efectiva diplomacia por medio de canales no oficiales en el futuro… cuando y si es necesario que Washington y la Habana resuelvan cualquier obstáculo pendiente que les impida tener relaciones plenamente normales”, dicen en su libro.
Un nuevo camino hacia adelante
Durante sus visitas a Cuba y Estados Unidos, el papa Francisco sin duda seguirá impulsando el proceso de reconciliación entre ambos países que han sido adversarios de una Guerra Fría desde hace mucho tiempo.
“Él viene porque es parte del proceso que inició con la restauración de relaciones; viene para sanar las heridas”, dijo Austen Ivereigh, autor de la biografía de Francisco, “The Great Reformer”.
“Creo que para este papado, el mar que existe entre la Habana y Miami es lo que el Muro de Berlín fue para el papado de Juan Pablo II”.
Francisco visitará la Habana, Holguin y Santiago antes de convertirse en el primer Papa en recorrer las aguas que separan a Cuba de Estados Unidos.