Nota del editor: El senador Marco Rubio, republicano de Florida, es aspirante a la nominación del Partido Republicano para la presidencia de EE.UU. Es miembro de las comisiones de Relaciones Exteriores y de Inteligencia. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del congresista.
Es un privilegio, como católicos y estadounidenses, el darle la bienvenida al papa Francisco en su primera visita a nuestro país. Aquí encontrará a un pueblo que vive en libertad. Los estadounidenses son libres de expresar nuestras opiniones y de hacer que nuestras voces sean escuchadas. Trabajamos en una economía de libre empresa que, por más de 200 años ha ayudado a un sinnúmero de personas a salir de las circunstancias en las que nacieron y a alcanzar el potencial máximo que les ha dado Dios. Vivimos en un país excepcional donde todas las personas practican su fe. Hemos consagrado en nuestros manuscritos fundacionales y promovido la verdad fundamental en todo el mundo: que los derechos de todo hombre, mujer y niño, no solo de los estadounidenses, vienen de Dios.
La libertad de religión se menciona con frecuencia como la primera libertad de Estados Unidos. Nuestro país fue fundado por exiliados religiosos y construido sobre la creencia de que Dios le ha entregado a todas las personas ciertos derechos inalienables. La función principal del gobierno en la sociedad es proteger estos derechos y garantizar que estemos a salvo de la persecución religiosa y la discriminación. Por muchos siglos, la fe nos ha ayudado a superar los problemas y a lograr una unión más perfecta. Fue la inspiración de muchos líderes que jugaron un papel crucial en la abolición de la esclavitud, ha protegido los derechos civiles y espero que algún día, nos haga una nación que proteja toda la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.
La fe también ha moldeado, en gran medida, la función de Estados Unidos en el mundo. Nuestro país simboliza el pasaje bíblico expresado en el capítulo 12, versículo 48 de Lucas: “…a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”. Nuestros valientes hombres y mujeres han hecho muchos sacrificios en guerras justas para derrotar a las fuerzas del mal. Hemos exportado nuestros valores más grandes: la libertad y la oportunidad, lo que ha sacado a millones de la pobreza. En nuestra patria, estos valores le permiten a los estadounidenses utilizar el potencial que Dios les ha dado y hacer sus sueños realidad. Por esta razón, hemos sido bendecidos y me emociona que el papa Francisco pueda presenciarlo por sí mismo.
Este mes, El papa Francisco también visitará in país muy cercano a Estados Unidos en distancia, pero muy lejos de ser libre. En Cuba, Su Santidad no encontrará un gobierno que proteja a su pueblo ni los derechos que Dios les dio. En vez de eso, encontrará un régimen que oprime a su pueblo y obstaculiza el progreso, tanto social como políticamente. Se reunirá con un régimen que es el único responsable de la difícil situación en la que ha estado el pueblo cubano durante los últimos 56 años. Encontrará un lugar donde todos los domingos durante los últimos seis meses - como lo ha estado haciendo desde hace muchos años - varios agentes del gobierno son asignados a una iglesia católica con instrucciones de golpear, intimidar y encarcelar a las Damas de Blanco, que asisten a misa y que después, salen pacíficamente a las calles para pedir la liberación de sus esposos, hijos y padres, que son presos políticos.
Mi deseo es que la visita del papa a Cuba les recuerde a todos los ciudadanos cubanos que poseen dignidad y derechos esenciales que provienen de Dios y que el regimen de Castro no tiene ningún poder sobre los derechos que Dios les ha dado. Rezo porque el papa pueda ejercer su autoridad moral para inspirar los valores de verdadera libertad religiosa, y estemos más cerca del día en que la libertad, finalmente, pueda echar raíces en Cuba; porque solo entonces el pueblo de Cuba prosperará y tendrá la oportunidad de vivir el plan de Dios.
Han pasado siete años desde la última visita papal a Estados Unidos, y nuestro mundo está cambiando rápidamente. Ahora más que nunca, nuestra fe es importante. Porque aunque estemos divididos en los asuntos trascendentes que enfrentan nuestro país y el mundo, “En Dios confiamos”, por la orientación y la sabiduría para hacer lo que es justo y necesario para nuestra República. Después de todo, es nuestra creencia en Dios la que nos da la esperanza cada día por un futuro más brillante. Por favor, démosle la bienvenida al papa Francisco a Estados Unidos, y ayudémosle a difundir la paz y la prosperidad delos pueblos del mundo.