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SVALBARD, Noruega (CNN) – La entrada semejante a una joya, la cual brilla en medio de la penumbra gris del otoño en el Ártico, sobresale de la nieve y el hielo. Construida de concreto angular, parece la guarida de un elegante supervillano.

Sin embargo, esta no es una guarida del chico malo de una película de James Bond. En cambio, es el hogar de algo que podría salvar al mundo ante una catástrofe ambiental: semillas.

Millones y millones de semillas están almacenadas aquí, muy por debajo del gélido permafrost de las islas Svalbard, a medio camino entre Noruega y el Polo Norte, y lejos del peligro de las guerras y aumento de los niveles del mar.

“Esta bóveda fue construida para que la humanidad pueda sobrevivir”, explica Michael Koch, de Crop Trust, mientras nos lleva a lo largo de un túnel hacia la Bóveda Global de Semillas.

Svalbard fue elegido para albergar la bóveda porque es geológicamente estable y porque, a pesar de su lejanía, los vuelos regulares hacia el lugar hacen que sea relativamente accesible.

“Es como un lugar sagrado”, dice Koch, de pie en el vasto espacio, esculpido en la ladera de una montaña. “Cada vez que vengo aquí, siento como si estuviera en una catedral. Este es un lugar para hacer una pausa y reflexionar. Es un lugar único, un lugar muy importante para la humanidad”.

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Al final del túnel, una pesada puerta de metal brilla debajo de una capa de hielo; al otro lado, está la llave para la salvación de la humanidad en un mundo postapocalíptico.

Esta es nuestra póliza de seguro: 837.931 muestras —un estimado de 556 millones de semillas en total— (aunque nuevos envíos están llegando todo el tiempo), las cuales están almacenadas a una temperatura constante de -18 grados Celsius (-0,4 grados Fahrenheit) para evitar que se degraden.

El permafrost crea un refrigerador natural —incluso si la energía llegara a fallar, la temperatura dentro finalmente se estabilizaría a -8 grados centígrados (17,6 grados Fahrenheit)— lo suficientemente bajo como para conservar el precioso contenido de la bóveda de seguridad durante décadas.

Las semillas son empacadas cuidadosamente dentro de bolsas herméticas de aluminio con triple capa y aseguradas en cajas antes de ser enviadas aquí desde Nigeria, India, Estados Unidos, Perú y de casi cualquier otro país del planeta.

Muchas de las 2.291 cajas apiladas aquí son de plástico gris o negro, con etiquetas adhesivas y números de código para identificar de qué banco de genes fueron enviadas. Pero algunas están en medio de las filas de estantes de metal: cajas de madera, con etiquetas pintadas, estas han llegado de Corea del Norte.

La bóveda funciona como una caja de seguridad de un banco: una vez colocadas en el interior, las cajas no pueden abrirse ni pueden ser retiradas por personas ajenas a la institución que las haya enviado… simplemente están a salvo, su contenido permanece intacto, hasta que se necesiten.

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A principios de este mes, las semillas almacenadas dentro de la llamada “Bóveda del fin del mundo” fueron retiradas por primera vez, como resultado de la guerra civil siria.

Los científicos del Centro Internacional para las Investigaciones Agrícolas en las Zonas Áridas, quienes tuvieron que huir de su base en Alepo, Siria, para encontrar un nuevo hogar en el Líbano, solicitaron la devolución de muchas de sus semillas para que las puedan plantar y regenerar, así como para reanudar las importantes investigaciones que han estado haciendo durante décadas.

Desde maíz, trigo y cebada hasta lechuga y papas, las semillas almacenadas aquí representan una variada colección de cultivos de alimentos de todo el mundo.

Sus rasgos genéticos podrían hacerlas vitales, en caso que alguna vez una especie fuera eliminada en la naturaleza, por la sequía, la guerra o las inundaciones: por ejemplo, el arroz silvestre australiano, el cual es resistente a las plagas y enfermedades.

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Koch dice que la necesidad de un plan de respaldo es cada vez más evidente: “La agricultura no se está adaptando al ritmo que está cambiando el clima”.

“Tenemos que adaptarnos al aumento de temperaturas, viento, tormentas e inundaciones, a nuevas enfermedades y plagas; además, el agua salada está llegando a los campos de arroz, así que la salinización es un problema”.

“Esta es la diversidad de los genes que van a utilizar para adaptar la agricultura y no sabes qué necesitarás 50, 100 o 500 años a partir de ahora”.

La temperatura dentro de la bóveda se mantiene constante, pero afuera, según dicen los científicos en Svalbard, ya están viendo de primera mano el impacto del cambio climático, lo cual podría significar que tenemos que recurrir a los suministros del banco de semillas en el futuro.

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El archipiélago es la zona cero para la investigación del cambio climático, debido a que las fluctuaciones en la atmósfera de la Tierra son más pronunciadas aquí: los expertos dicen que las temperaturas aquí han aumentado el doble, comparado con la tasa observada en cualquier lugar de la Tierra en las últimas décadas.

Ole Arve Misund, del Centro Universitario de Svalbard, dice que las aguas que rodean el archipiélago son de cuatro a cinco grados más cálidas que lo que solían ser.

“Normalmente en marzo, la superficie de estas aguas solían congelarse, una capa de hielo tan espesa que la gente solía llevar sus motos de nieve desde el pueblo a áreas alejadas”, dice. “Sin embargo, la última vez que se congelaron fue hace una década”.

“Sabemos que el clima es cíclico, pero el calentamiento actual es más estable y más fuerte”, explica Misund. “Las temperaturas en el lado occidental de Svalbard son muy variables. Pero ahora vemos… más y más… que se debe a un aumento general de la temperatura del mar de los océanos del mundo”.

El guía turista, Jim Johansen, ha visto como los majestuosos glaciares de la región se contraen año tras año.

“Obviamente puedo ver un cambio”, dice, mientras dirige a los visitantes en un viaje en barco fuera de Longyearbyen, donde les sirven bebidas enfriadas con trozos de hielo tomados de los iceberg en miniatura que se han separado del glaciar.

“El año pasado apenas podías ver la formación de roca como una línea gris marrón debajo del glaciar”, dice, señalando la gruesa franja de rocas visible bajo el hielo. “Está perdiendo mucho hielo, algo está pasando, sin duda”.

Mientras que los líderes y ambientalistas mundiales lidian con el difícil problema de reducir el impacto del cambio climático, las semillas del futuro han sido almacenadas aquí, en un “congelador natural” en medio del Ártico, como un mecanismo de resguardo contra los desastres naturales o causados por el hombre.

Si lo peor llegara a suceder, dice Koch, “puedes volver a Svalbard y recrear la agricultura en el mundo”.