(CNN)– La crisis migratoria ha dominado el debate en Europa, donde el ánimo del público ha fluctuado entre la compasión —cuando los cuerpos de los niños terminan en la orilla de playas turísticas— y el temor en relación a que los recién llegados sean una amenaza para el estilo de vida europeo.
Sin embargo, luego de que se revelara que uno de los atacantes de París había entrado a Francia con un grupo de refugiados de Siria, muchos observadores creen que la sospecha y el odio hacia los migrantes se intensificará.
Entonces, ¿cómo se sienten los 5.000 a 6.000 migrantes que se reúnen en uno de los campos de refugiados más famosos de Europa, llamado “La Jungla”, cerca de Calais, al norte de Francia, respecto a las actitudes que existen hacia ellos luego de los ataques que ocurrieron a casi 321 kilómetros de distancia?
Un rótulo recién colocado, dibujado a mano, cerca de la entrada al sitio quizá describe el sentimiento de mejor manera. Se prohíbe el ingreso a terroristas, dice en un inglés entrecortado.
El mensaje va dirigido tanto para el mundo exterior como para quienes llegan a “La Jungla”, un sitio que funciona como un área de retención para los migrantes que tratan de entrar al Reino Unido de manera ilegal… ya sea como polizones en un camión o en un tren del Canal de la Mancha. Tales viajes son peligrosos: al menos 14 personas han muerto en este año solamente.
El acceso al campo en sí es a través de un tranquilo camino en un área rural que también se dirige a la playa cercana. Podría ser cualquier otro lugar de Francia, excepto por la presencia de varios vehículos de la policía y de cercas alambradas de tres metros de alto que rodean las propiedades cercanas. El equipo de CNN es interrogado por un gendarme que parece estar aburrido, pero luego le permiten el ingreso.
“La Jungla”—en efecto, un enorme campamento en un terreno baldío— se encuentra entre las dunas de arena a más o menos 450 metros de la orilla. Un camino sucio atraviesa el campo, y son miles las tiendas y chozas de madera que cubren la ruta. Un hedor parecido al de drenajes tapados se siente en el aire. La fuerte lluvia destruye nuestra sombrilla.
Alexandra Limousin, una entusiasta trabajadora de asistencia para la organización benéfica L’Auberge Migrants, es nuestra guía, y menciona los distintos servicios que los voluntarios ayudan a proporcionar: tuberías de agua, comedores comunitarios, una iglesia, una mezquita, un centro médico básico, incluso un centro de arte.
Ella nos presenta a varios migrantes que describen sus temores a raíz de los ataques. Ellos creen que las personas sospecharán que son terroristas, a pesar del hecho de que muchos de ellos han huido de la misma ideología islamista que ocasionó la matanza en París.
Un joven nos dice que los migrantes ya no están haciendo tantos intentos por llegar a Inglaterra porque ellos creen que las fuerzas de seguridad que vigilan la entrada al Canal de la Mancha dispararán más rápido que antes.
“No nos atrevemos a ir ahí para escapar, porque no sabemos cómo reaccionará la policía”, dice uno, quien dijo llamarse Baraa, de Hama en Siria.
La mayoría de personas que habitan el lugar son jóvenes de Afganistán, Eritrea, Siria, Iraq, Sudan. Ellos aparentemente son amigables y no hay una hostilidad evidente, ya sea hacia nosotros o entre ellos. Sin embargo, viven en condiciones desesperadas: hay pocas instalaciones para lavarse, la mayoría dice tener hambre y se registran muchos crímenes insignificantes.
Por ahora, algunos dicen que se quedarán ahí, tratando de sacarle el mayor provecho a una mala situación. Baraa y su amigo Khaled comparten una pequeña tienda que es agradable, pero está abarrotada. Una lona adicional sobre la tienda los mantiene secos, pero el sonido del viento brama dentro. Una tienda que resulta adecuada para cuando te vas de campamento no es divertida cuando es tu hogar.
Parece que se están levantando construcciones en todas partes: las personas que acaban de llegar al campamento levantan refugios, desde vivacs hasta estructuras más permanentes con marcos de madera y paneles. Sin embargo, parece poco probable que todas ellas sobrevivan en una tormenta. Vemos filas para recibir alimentos como melones y manzanas, de parte principalmente de voluntarios ingleses.
Los caminos que estaban enlodados cuando llegamos en la mañana ahora se están convirtiendo en lagos. Las personas saltan al otro lado de la mejor forma que pueden. Pocos llevan puestas botas y zapatos a prueba de agua; muchos solo tienen sandalias y ropa delgada.
El alcalde local adjunto, Philippe Mignonet, sostiene que existe poco racismo en Calais hacia los migrantes. Pero La Jungla se encuentra a un mundo de distancia de las casas de apariencia relativamente afluente cerca del campamento. Las cercas altas indican que no existe mucha interacción entre las dos comunidades, y varios migrantes nos cuentan sobre el abuso y la violencia que existe hacia ellos.
En una autopista cercana, los camiones y los autos pasan al lado del campamento, y sus ocupantes ignoran a los miles de migrantes que enfrentan un invierno frío y húmedo bajo las lonas.
Mostafa, otro joven sirio, admite que a pesar de su hambre y su sed no se atreve a acercarse a los lugareños en el caso de que reaccionen con violencia hacia él. “Voy a esta casa, tal vez son buenos… esta persona me da agua. Pero esta persona… me preocupa”, añade. “¿Puede matarme?”, pregunta.
Él es solo un rostro de la crisis. Europa ha aceptado a más de 744.000 refugiados este año. No hay señales de que la situación se calme; el mes pasado en octubre, por ejemplo, más personas huyeron al continente que durante todo el año pasado.
Alemania ha sido, por un amplio margen, el país más abierto a los migrantes, al afirmar que podría aceptar a 1 millón de migrantes para finales de 2015. Los manifestantes de la extrema derecha han abusado a los nuevos refugiados, al lanzarles botellas a sus buses. Docenas de refugios vacíos que están a la espera de recibirlos han sido quemados por incendiarios.
De vuelta en “La Jungla”, nos preparamos para salir de este desesperado lugar a fin de llegar al mundo exterior. Podemos viajar a Inglaterra; los migrantes no pueden hacerlo… pero ellos encuentran seguridad en este refugio, sin importar cuán malo sea.
Las personas de aquí saben que tienen viajes peligrosos por delante. Pero ellos también se dan cuenta de que mientras la señal en la puerta podría reflejar la verdad, que los terroristas no son bienvenidos, su situación se acaba de volver mucho más complicada.