(CNN Español) – Es la mejor historia de Navidad, pese a que ocurrió en enero del año pasado: la de George Pickering, un hombre de 59 años que desesperado, se atrincheró en un hospital de Houston, Texas para impedir que desconectaran a su hijo de los aparatos que lo mantenían con vida.
El hombre intuía que ese diagnóstico lapidario y definitivo, de muerte cerebral, estaba errado y que su exmujer y su otro hijo que apoyaban a los médicos, también estaban equivocados.
Y pistola en mano, hizo lo que jamás imaginó: amenazar a cuantos se le pusieran por delante con tal de que no tocaran a su hijo.
Al final, alguien le convenció de que con una pistola poco se consigue en esta vida.
Y mientras el hospital estaba rodeado por el equipo SWAT, una unidad de operaciones de alto riesgo y los reporteros de la tele hablaban de más o de menos, el hombre detectó que el chico le apretó las manos no una sino varias veces. Y luego, los propios médicos constataron que el paciente hacía contacto visual y seguía sus órdenes.
A veces cuesta no creer en los milagros.
Este hecho remite casi de modo inexorable a la película John Q, que está basada en hechos reales: ante la negativa de la compañía de seguros de enfrentar un trasplante de 25o.000 dólares que salvaría a su hijo víctima de una cardiopatía, un padre desesperado, se atrinchera en el hospital.