Horas después de que 20 niños y seis adultos fueran asesinados a tiros en la Escuela Primaria Sandy Hook,  el presidente Barack Obama se limpió una lágrima de su ojo izquierdo y se quedó en silencio ante la prensa.

(CNN) – El Sr. Indiferente del Despacho Oval rara vez se muestra emotivo.

Sin embargo, en un asunto —las armas— el presidente Obama deja caer la máscara pública, develando la ira que le hierve por dentro.

“Nos hemos vuelto insensibles en cuanto a esto”, se quejó Obama en octubre, su voz llena de incredulidad y frustración luego de otro asesinato masivo.

Ante las cámaras, conmovido por las masacres de inocentes que han marcado su presidencia, Obama ha llorado, su voz se ha quebrantado, está visiblemente alterado con frustración, criticó a los legisladores que considera cobardes e incluso dirigió a una congregación en “Amazing Grace”.

En ocasiones, el presidente cuestionó la nación que lidera, preguntándose por qué ningún otro país avanzado parece estar tan plagado con oleadas de asesinatos regulares y preguntándose en voz alta por qué los estadounidenses no optan por detener el derramamiento de sangre.

Al evolucionar de un ciclo de tristeza, dolor arrollador, frustración y absoluta furia, Obama incluso ha mostrado indicios de auto-recriminación ante el hecho de que falló anteriormente en abordar la pérfida política del control de armas.

Pero, hasta ahora, todos los sentimientos, ira y frustración han hecho muy poco. A pesar de que cada vez más ha hecho uso de sus poderes ejecutivos, Obama, obstaculizado por un Congreso republicano y por Demócratas precavidos, ha fracasado en ajustar significativamente las leyes de control de armas.

Ahora, luego de un nuevo puñado de matanzas en lugares como Oregón, Carolina del Sur y California, en el último año, la evolución pública de Obama en cuanto al control de armas podría estar completa. En vez de hablar, está actuando.

Él también ejercerá presión sobre el asunto en una reunión en vivo en el ayuntamiento, el cual será organizado por CNN el jueves en la noche… convirtiendo la violencia por armas en una prioridad de su último año de mandato, días antes de su discurso de despedida en el Estado de la Unión.

Él insiste en que él simplemente quiere promulgar algunas medidas de sentido común relacionadas con la seguridad de armas. Sin embargo, el grupo de presión de armas se está movilizando y los republicanos, encabezados por el favorito del 2016, Donald Trump, insisten en que Obama está decidido a hacer imposible que la gente compre armas.

Desde la campaña electoral hasta Tucson y Aurora

La experiencia a menudo desmoralizante y políticamente radiactiva de Obama en relación a la política de control de armas comenzó cuando inicialmente puso su mirada en la Casa Blanca y lo ha confundido desde entonces.

Él empezó mal con los defensores de la Segunda Enmienda al hacer una observación improvisada durante su campaña del 2008, cuando dijo que la gente en las comunidades del medio oeste duramente afectados por la lacra económica “se aferraban a las armas o la religión”.

Eso les pareció a muchos críticos como algo despectivo contra los propietarios legales de armas, una equivocación que sus enemigos han utilizado una y otra vez para advertir que el presidente quiere quitarles sus armas.

En ese entonces, Obama también pareció subestimar la potencia del grupo de presión de las armas y de la Asociación Nacional del Rifle.

“Lo que tenemos que hacer es ir más allá de la política de este asunto”, dijo Obama en un debate democrático del 2008 en Filadelfia.

Sin embargo, cuando asumió el cargo, el control de armas era algo que no tenía en mente en lo absoluto. Dado que enfrentaba una intensa crisis financiera, y otras prioridades, como la reforma de salud que demanda capital político, Obama estuvo ausente en el tema mientras que los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso.

Y, para ser justos, había pocos demócratas —especialmente aquellos en estados rojos— que habrían aceptado los enérgicos votos sobre el control de armas.

Sin embargo, el presidente se vio obligado a enfrentar las consecuencias de la violencia armada ante los ojos de la nación luego de las oleadas de asesinatos en Fort Hood, Texas, en noviembre del 2009, y en un estacionamiento de supermercado en Tucson, Arizona, que dejó a la congresista Gabrielle Giffords con daño cerebral y seis personas muertas en enero del 2011.

En una ceremonia conmemorativa, un entristecido Obama consoló a los parientes y corazones quebrantados cuando dijo que tenía la esperanza que la víctima más joven, de nueve años de edad, Christina Taylor Green, estaba saltando “en los charcos de lluvia del cielo”.

Sin embargo, el usó la tragedia no para hacer un llamado franco sobre el control de armas que podría haberse convertido en familiar en los últimos años sino que les hizo un llamado a los estadounidenses para que se deshicieran de sus envenenadas políticas.

“En lugar de señalar con el dedo o adjudicar la culpa, usemos esta oportunidad para ampliar nuestra imaginación moral, para escucharnos unos a otros con más atención”, dijo.

En los próximos meses, a Obama le pedirían que reaccionara ante más tiroteos, uno de ellos en un templo sij en Wisconsin en el que seis personas murieron y una masacre en un cine en Aurora, Colorado, en el que 12 personas murieron.

Sin embargo, la tensión emocional evidentemente estaba empezando a cobrar un precio cuando se preguntaba después del ataque en Aurora cómo se sentiría si sus hijas hubieran sido capturadas en la escena.

Sandy Hook

Para Obama, la gota que derramó el vaso fue lo que él consideró el peor día de su presidencia en diciembre del 2012.

Horas después de que 20 niños y seis adultos fueran asesinados a tiros en la Escuela Primaria Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, Obama se limpió una lágrima de su ojo izquierdo y se quedó en silencio ante la prensa para tranquilizarse mientras que lamentaba la muerte de los “hermosos niños pequeños”.

Unos días después, en un servicio conmemorativo realmente conmovedor, se escuchaban fuertes sollozos en un auditorio de la escuela mientras Obama leía lentamente la lista de los muertos y cruzaba un umbral… ya no reacio a empezar hablar sobre política mientras lloraba a los muertos.

“Nosotros, como nación, nos quedamos con algunas preguntas difíciles… ¿realmente podemos decir, como nación, que estamos cumpliendo con nuestras obligaciones?”, dijo Obama, ofreciendo recurrir a cualquier poder con el que cuenta su oficina para evitar más tragedias.

Obama cumplió su palabra… durante varios meses.

Pero su esfuerzo para convencer al Congreso para reforzar los controles de antecedentes e introducir una prohibición de armas de asalto se enfrentó al poder de la NRA y a la política arraigada de control de armas. El Senado no logró obtener los 60 votos necesarios para avanzar en la legislación que ampliaría la verificación de antecedentes en la venta de armas de fuego.

El proceso no solo hizo que Obama pareciera como si hubiera dejado abandonados a los familiares de los muertos de Newtown, sino que también le afectó en el mismo Washington, una ciudad que ya no veía como movible por las fuerzas de la esperanza y el cambio.

“Este fue un día bastante vergonzoso para Washington”, dijo Obama, con un aspecto sorprendentemente franco después de la votación que perdió en el Senado en abril del 2013.

“Se redujo a la política… la preocupación que esa minoría de propietarios de armas los seguirían en las futuras elecciones”, dijo Obama. “Les preocupaba que el grupo de presión de armas gastarían mucho dinero y los representarían como personas que se oponen a la Segunda Enmienda”.

Obama efectivamente promulgó 23 acciones ejecutivas que según dice la Casa Blanca fueron exitosas, aunque las autoridades admiten que la verdadera reforma solo es posible a través del Congreso.

Sin embargo, una vez más el control de armas quedó fuera de la agenda del presidente… luego de que al parecer la Casa Blanca llegó a la conclusión de que la política sobre ese asunto era imposible.

Eso conllevó un año más destrozado por las tragedias en el 2015, desde una masacre en una iglesia en Charleston, Carolina del Sur, hasta una masacre en una universidad comunitaria en Roseburg, Oregón, para que Obama volviera a retomar el asunto.

En uno de los momentos fundamentales de su presidencia, Obama intervino en el “Amazing Grace” en una ceremonia en memoria de un predicador y otras ocho personas que fueron asesinadas en Carolina del Sur por un hombre armado que quería incitar a una guerra racial.

Luego de otra agotada aparición en el podio de la Casa Blanca, después de los tiroteos, de Oregón, Obama, dejó en claro que su corazón estaba harto de todo el asunto inútil de hablar ante las cámaras para lamentar otra masacre.

“De alguna manera esto se ha convertido en rutina”, les dijo Obama a los periodistas.

Él no se disculpó por politizar el tema y advirtió que “esto no es algo que él pueda hacer por sí mismo” antes de ir más allá para preocuparse por el alma de su nación.

“Le pido al pueblo estadounidense que piense en cómo puede lograr que nuestro gobierno cambie las leyes”, dijo.

Sin embargo, los asesinatos continuaron. Después de que una pareja de musulmanes radicalizados protagonizaran una matanza masiva en San Bernardino, California, Obama enfrentó críticas severas de la oposición republicana cuando habló de la necesidad de evitar que los terroristas potenciales se apoderaran de armas de fuego. Los candidatos presidenciales del Partido Republicano dijeron que debía enfocarse en la amenaza del Islam radical, no hacer más difícil que los estadounidenses respetuosos de la ley se defiendan.

Ahora, Obama ha vuelto a intentarlo de nuevo, ofreciendo un conjunto de medidas aún no anunciadas sobre la aplicación y verificaciones de antecedentes.

Incluso el presidente admite que las medidas son de alcance limitado.

“Esto no va a resolver todos los crímenes violentos en este país, no evitará todos los tiroteos masivos, no evitará que todas las armas queden fuera del alcance de un criminal, pero potencialmente salvará vidas en este país”, dijo el lunes.

Frente a las sombrías perspectivas para cualquier acción significativa en el Congreso, el último esfuerzo de Obama podría ser más sobre lograr la paz con los familiares de los muertos y con su propia conciencia ya que el resultado de una evaluación realista indica que el cambio es posible ahora.