Nota del editor: Timothy Stanley es un historiador y columnista del diario británico Daily Telegraph. Él es el autor de ‘Citizen Hollywood: How the Collaboration Between L.A. and D.C. Revolutionized American Politics’ (Ciudadano de Hollywood: cómo la colaboración entre Los Ángeles y D.C. revolucionó la política estadounidense). Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las del autor.
(CNN)– Como un reloj descompuesto, Donald Trump a veces está en lo correcto. ¿Quién sabía que se trataría del tema de las políticas de género? Trump se ve y parece un hombre de las cavernas con un traje de negocios. Pero él ha ayudado a ilustrar un doble estándar demócrata sobre el sexismo.
Esta última discusión comenzó cuando Trump dijo que Hillary Clinton había sido “schlonged” (humillada) por Barack Obama en el 2008 -“schlong” es una palabra yiddish que significa pene-. Clinton respondió utilizando una palabra francesa, al decir que Trump tenía una “inclinación por el sexismo”. Trump luego acusó a los Clinton de sexismo en una lucha interminable que culminó con su afirmación a Chris Cuomo de CNN que Bill “es uno de los más grandes abusadores de mujeres”.
Los expertos de izquierda y derecha de pronto estaban divididos. ¿Acaso Trump estaba expresando intolerancia conservadora hacia las mujeres exitosas?
¿O acaso es Bill Clinton el blanco?
Él lo es y no lo es. Por un lado, Hillary Clinton merece buscar la Casa Blanca por su propio derecho. Es cierto, ella es quien es a causa de su esposo… su matrimonio le ayudó a su estatus. Pero Bill también es quien es debido a Hillary… nunca habría llegado a la presidencia sin su genio político.
Desde entonces, la Sra. Clinton ha servido como senadora y secretaria de Estado. Es algo desagradable obligarla a revivir humillaciones que han durado décadas por la infidelidad conyugal.
Por otro lado, si el DNC insiste en incriminar la nominación demócrata para Hillary Clinton, este tipo de cosas tienen que suceder. El precio de vivir en el pasado es que tienes que vivir con tus errores. Los recuerdos de la administración Clinton hacen recordar una buena gestión económica. Pero también hacen recordar la infidelidad y, como resultado, una presidencia muy reducida.
A menudo se olvida que una de las razones por las que George W. Bush derrotó a Al Gore en el 2000, a pesar de la prosperidad del país, era que la gente estaba cansada de una administración que tenía tanta clase como uno de esos episodios de la prueba de paternidad de Maury Povich. Así como a Jeb Bush le hicieron preguntas sobre el historial de su hermano en el cargo, es tristemente predecible que a Hillary le preguntaran sobre las travesuras sexuales de su esposo en el Despacho Oval.
Este es un tema que extrañamente los demócratas parecen reacios a reconocer. Así de vergonzoso. La hipocresía republicana sobre el sexo tiende a involucrar a los autoproclamados cristianos siendo atrapados jugueteando con feligreses. La hipocresía demócrata sobre el sexo significa proclamar el feminismo solamente para luego mostrar una actitud sexista hacia las mujeres.
Bill Clinton llegó a un arreglo por un prolongado caso de acoso sexual con Paula Jones por 850.000 dólares, admitió un encuentro sexual con Gennifer Flowers y tuvo un romance con la interna Monica Lewinsky.
Algunas otras mujeres han acusado al expresidente de acoso, lo cual ha sido negado por los Clinton, pero doblemente vergonzoso frente a la reciente insistencia de Hillary que las víctimas de agresión sexual “tienen derecho a que se les crea”.
Debido a que Bill Clinton utilizó su autoridad presidencial para defender el derecho al aborto, las acusaciones formuladas en su contra fueron ignoradas o desestimadas por los partidarios. La escritora feminista Anne Roiphe dijo en ese entonces: “Será una gran lástima si el Partido Demócrata es perjudicado por esto… Simplemente quería cerrar mis ojos, y desear que todo desapareciera”.
Eleanor Smeal, presidente de la Feminist Majority Foundation, dijo: “Estamos tratando de pensar en el panorama más amplio, piensen en lo que es mejor para las mujeres”. Este es un clásico instrumentalismo de izquierda… ser fríamente, e incluso despiadadamente, pragmáticos en la búsqueda de los fines idealistas, al hacer caso omiso de los efectos sobre los individuos involucrados.
Es una actitud contraria a la moral contemporánea. Las feministas de la vieja escuela a menudo tenían que sufrir las humillaciones de trabajar junto a los cerdos machistas para hacer las cosas. Ya no es así. Cada vez más, el feminismo es juzgado tanto en relación a cómo nos tratamos unos a otros en el día a día, como en la política del gobierno… así que no hay escondite para el político que dice una cosa y luego hace otra. Eso tiene perfecto sentido.
No tendríamos ninguna tolerancia hacia alguien que predicó sobre los derechos civiles desde el púlpito, pero era condescendiente en cuanto a los negros en privado. Del mismo modo, muchas feministas modernas estarían asombrados de la idea de que una mujer debería tener que “tolerar” el mal comportamiento de su pareja como parte de un contrato político. En 1992, durante el frenesí de Gennifer Flowers, Hillary Clinton bromeó diciendo que ella no era “una pequeña mujer parada junto a su hombre como Tammy Wynette”. Tres décadas más tarde, así es exactamente como la ven muchas personas.
¿Cómo afectará esto la contienda presidencial? Las declaraciones de Trump sin duda no le causarán ningún daño en las primarias. Contrario al mito liberal, existe el caso de las mujeres republicanas y tienden a ser tan conservadores como los hombres republicanos.
Sin embargo, en las elecciones generales muchas mujeres más moderadas podrían considerar poco atractivo que The Donald decida personalizar la política al ir detrás de Bill Clinton y consideran que sus comentarios destacan la hostilidad conservadora hacia las feministas que tratan de romper las barreras.
Pero no se sorprendan si Bill Clinton se convierte en un tema electoral más relevante de lo que se espera. Vivimos en una era perseguida por los fantasmas de viejos escándalos: los casos de abuso históricos están derribando a hombres poderosos todo el tiempo. Hay un apetito por la corrección de los pecados del pasado. A Bill Clinton le podrían recordar de forma horrible los errores de su juventud.