Nota del editor: Raul A. Reyes es abogado y miembro del consejo de colaboradores de USA Today. Síguelo en Twitter @RaulReyes. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Todos quieren estar en el mundo del espectáculo.
Informes noticiosos dicen que Joaquín Guzmán Loera, el capo mexicano de las drogas conocido como “El Chapo”, fue capturado porque contactó a celebridades y productores como parte de un esfuerzo para producir una película sobre su vida.
Ahora sabemos que el actor ganador de un premio de la Academia Sean Penn y la estrella mexicana de telenovelas Kate del Castillo viajaron a México para realizar una entrevista secreta con Guzmán para la revista Rolling Stone. El artículo ahora está disponible en RollingStone.com.
La captura del Chapo: ¿realmente es misión cumplida?
Si bien ha despertado la atención internacional, esta entrevista genera consideraciones éticas, legales y morales. Penn y del Castillo se pusieron ellos mismos y a otros en un enorme riesgo al trabajar por la realización de esta exclusiva con uno de los hombres más peligrosos del mundo. Todo por una ventajera entrevista que no se refleja bien en todos los involucrados, entre ellos la revista Rolling Stone.
Penn interroga a Guzmán con preguntas sin ningún tipo de seguimiento real a sus respuestas; cuando Guzmán dice que él solo ha matado en defensa propia, Penn no insiste.
Según el New York Times, Penn logró reunirse con Guzmán porque el capo de la droga quería hacer una película sobre su vida. Su encuentro físico exigió una serie de tretas; primero, hubo un vuelo chárter a México y luego un segundo vuelo con los socios de Guzmán a bordo de una avioneta con tecnología para interferir con los radares.
En una escena tomada directamente de una película, Penn finalmente se reunió con Guzmán en un área remota de jungla. Sin embargo, Penn parece haber pasado por alto la realidad de que la vida no es una película. Él puso en peligro su seguridad personal al asumir una tarea tan peligrosa. Podía ser considerado responsable de ocultar y albergar a un fugitivo. (El gobierno mexicano ya ha iniciado una investigación sobre las circunstancias de la entrevista).
El hecho de que Penn a sabiendas asumiera tales riesgos denota ingenuidad en el mejor de los casos y en el peor, arrogancia. Considera que Rolling Stone podría haber enviado a un periodista experimentado para entrevistar a Guzmán; en ese caso, el escritor podría haber hecho valer su derecho como miembro de la prensa para negarse a divulgar información sobre las circunstancias de la entrevista. O que, con un periodista real, Rolling Stone pudo haber discutido que el público tenía el derecho de saber la historia real acerca de la fuga de Guzmán.
En cambio, Rolling Stone confió su reputación a Penn, quien no habla español fluido y quien describe a Guzmán como “un hombre sencillo de un lugar sencillo” quien “inicialmente no me da la impresión de ser el lobo malo de un cuento tradicional”.
Lo que permanece sin mencionar en el artículo exagerado de Penn es una enorme asunción. Si se hubiera encontrado en una situación que pusiera en riesgo su vida, a él no lo habrían dejado para que sufriera o muriera como un civil mexicano o estadounidense común y corriente. Él probablemente hubiera podido contar con que la comunidad de Hollywood, el FBI y diplomáticos de alto nivel se movilizaran y negociaran en su nombre a fin de asegurar su seguridad. Él es una celebridad estadounidense privilegiada que “interpretaba” el papel de un temerario periodista.
La compañera de Penn en esta equivocada aventura fue del Castillo, una actriz mejor conocida por su papel protagónico en “La Reina del Sur”, en la que interpretaba a la líder de un cártel de drogas. En 2012, ella sorprendió a las audiencias con una publicación en redes sociales en la que aparentemente elogiaba a Guzmán; en 20015, protagonizó como otra dirigente de un cártel de drogas en “Dueños del paraíso”.
Qué triste que una actriz de su estatura y talento glorifique al desagradable y mortal negocio de las drogas con esta aventura. Esto le envía un mensaje negativo a sus millones de fans: que Guzmán merece ser visto como un tipo de héroe de un cuento popular, en lugar de como un asesino a sangre fría.
Al igual que Penn, del Castillo se puso en un enorme riesgo personal al aventurarse más allá del alcance de la policía. Y si ella piensa que este episodio de alguna manera impulsará su carrera como actriz, está equivocada; este desastre podría complicar sus esfuerzos por atraer patrocinios de marcas importantes o contratos.
Rolling Stone tampoco queda bien en esta enredada historia. La entrevista de Penn con Guzmán fue llevada a cabo en octubre, y Rolling Stone la publicó ahora para sacarle provecho a las noticias de su arresto. Mientras tanto, aparentemente nadie en la revista pensó que era cuestionable mantener los detalles de esta reunión en secreto mientras se llevaba a cabo una búsqueda internacional para dar con el paradero de Guzmán.
No solo le dio la revista al líder del cártel una plataforma para que expresara sus opiniones; también le permitió tener un control editorial. Rolling Stone dijo que la revista había acordado darle a Guzmán la aprobación sobre la historia, pero él no solicitó cambios.
Para Rolling Stone, cuya “primicia” de 2014 sobre una violación en grupo en la Universidad de Virginia se aclaró en medio de demandas e investigaciones, el artículo sobre Guzmán revela otra espectacular falta de juicio editorial. El problema fue enviar a una celebridad para que trabajara como periodista, al igual que darle al sujeto el poder de la aprobación.
Seguro, puede haber un verdadero valor en las entrevistas con personas en las noticias, incluyendo a figuras conocidas, cuando se llevan a cabo de manera profesional y considerada. Eso en realidad no sucedió aquí. Como lo cuenta en su historia, Penn bebe tequila con Guzmán, y en un momento se da cuenta de que le falta lápiz y papel.
Penn explica su relación con Guzmán al escribir lo siguiente: “Como ciudadano estadounidense, me siento atraído por explorar lo que podrá ser contradictorio con las representaciones que nuestro gobierno y los medios hacen para tildar a sus enemigos declarados”. Él menciona la hipocresía de la posición del gobierno estadounidense sobre las drogas y el apetito del público por las drogas, lo cual alimenta a los cárteles. Y Penn evidentemente disfruta del papel de provocador, ya sea cuando está de patrulla (con un arma) en Nuevo Orleans después del huracán Katrina o defendiendo al fallecido dictador Hugo Chávez de Venezuela. Sin embargo, ¿cómo se vería si Penn y del Castillo se estuvieran reuniendo en secreto con los líderes de ISIS?
En cualquier caso, las opiniones personales de Penn no justifican tratar con un traficante de drogas convicto y alguien que se ha escapado de prisión. Las acciones de Penn son un insulto para las autoridades de Estados Unidos y México que han perseguido a Guzmán, al igual que para las incontables víctimas de la violencia por drogas. Aun así, en su artículo, Penn escribe sobre la “cálida sonrisa” e “indisputable carisma” de Guzmán. El hecho de que corteje a un monstruo es inexcusable despreciable.
La entrevista de Penn con Guzmán es un triste ejemplo del periodismo. Debería darles vergüenza a Penn, a del Castillo y a Rolling Stone por promoverse de manera irresponsable… y por glorificar a un capo de la droga.