KAWAGUCHI, Japón (CNN) – Es una lluviosa mañana de domingo en Kawaguchi, una ciudad que cuenta aproximadamente con un millón y medio de habitantes en las afueras de Tokio. Hombres y mujeres que portan paraguas de plástico transparente de todas partes de Japón hacen fila en la entrada del insulso bar de la esquina.
El letrero sobre la puerta dice June Bride. Durante 25 años, fue un popular bar en este tranquilo barrio residencial en la prefectura de Saitama.
Situado en la esquina de una calle, el exterior de June Bride ha cambiado poco a lo largo de los años. Pero adentro, el lugar ha sufrido una transformación drástica. El viejo bar y el escenario de karaoke han desaparecido y han sido reemplazados por un púlpito adornado con una gran cruz. Hileras ordenadas de sillas se llenan lentamente con caras húmedas pero, en su mayoría, sonrientes. Todos charlan silenciosamente entre ellos.
Aunque algunos rostros en la multitud son viejos clientes del bar, ya no vienen aquí a beber. Este es, sin lugar a dudas, un lugar de culto.
Una de las últimas personas en entrar al lugar es el hombre al que todos llaman maestro, Sensei Tatsuya Shindo.
Desde el momento en que entra por la puerta, los feligreses se olvidan del deprimente clima a medida que la electricidad llena la sala. Shindo asume el mando del púlpito… levantando los brazos, moviendo la cabeza y predicando con intensidad como si palpitara con una “energía que viene de lo alto”.
Un antiguo gángster
Shindo tiene 44 años de edad pero luce mucho más joven, en parte por su largo cabello y también porque parece tener una sonrisa permanente. Él ríe a menudo, incluso cuando habla sobre el oscuro pasado que comparte con muchos de los miembros de su congregación que cuenta aproximadamente con 100 personas.
“Antes, nosotros pertenecíamos a bandas rivales y disparábamos armas”, exclama desde el púlpito, “ahora, nosotros alabamos al mismo Dios”.
El pastor, al igual que algunos de sus feligreses, es un antiguo gángster. La mayoría de ellos eran adolescentes cuando ellos se unieron a la mafia japonesa, conocida como el yakuza. Shindo tenía 17 años.
“Yo era un niño, no pensaba las cosas a profundidad”, dice él. Además, yo admiraba a los yakuza por lo que era visible solamente en la superficie. Ellos tenían muchísimo dinero, gastaban su dinero espléndidamente y jugaban de manera seductora. Los chicos malos parecían tan geniales a mis ojos”.
Pago con sangre
La ilusión embriagadora de una vida fácil de crimen ha atraído a decenas de miles de adolescentes japoneses para que se unan al yakuza. Shindo dice que la mayoría de sus compañeros gángsters vienen de familias disfuncionales. Los yakuza fomentan un sentido de lealtad y hermandad. Pero a medida que Shindo caía más profundamente en el inframundo japonés, él aprendió que el precio de la pertenencia a menudo se paga con sangre.
“Mi jefe fue asesinado, las personas eran asesinadas en las luchas de poder, les disparaban a las piernas de las personas, un tipo que usaba drogas junto conmigo murió por intoxicación, ocurrían suicidios, muertes repentinas… he visto muchas muertes”, dice Shindo. “Vi cómo apuñalaban a mi secuaz hasta matarlo”.
El cuerpo de Shindo lleva las marcas de su antigua vida. Su pecho y brazos están cubiertos de intrincados tatuajes, el revelador símbolo de los socios de la mafia en Japón. En un esfuerzo para excluir a los miembros del yakuza de la sociedad, en la mayoría de los lugares públicos están prohibidos los tatuajes visibles. Él a menudo se quita su camisa cuando bautiza a otros ex gángsters tatuados.
Él se hizo adicto a la metanfetamina. Él condujo bajo la influencia de la droga y chocó el auto de su jefe. Él muestra el meñique que perdió, el cual le cortaron con un cincel en un ritual yakuza de expiación por la falta.
Shindo fue arrestado siete veces, fue a prisión tres veces desde los 22 años de edad. Para cuando tenía 32 años de edad, él había sido excomulgado por el yakuza después de pasar de 8 a 10 años preso. Él dice que encontró a Dios mientras leía la Biblia en un confinamiento solitario. Después de su liberación, hace más de una década, él estudio y se convirtió en predicador.
Una nueva vida
Hoy en día, Shindo guía a una creciente congregación de todos los estratos sociales.
“Muchísimas personas con diferentes antecedentes vienen aquí, aquellos que están divorciados, en quiebra y desechados. También hay padres cuyos hijos están perdidos, aquellos cuyos hijos están en la cárcel o aquellos quienes han sido abandonados luego de estar en prisión. Este es un lugar para reiniciar tu vida”, dice. “El hecho de que un yakuza regrese a la sociedad es, de hecho, algo extraordinario”.
Uno de los miembros más nuevos de la congregación es un antiguo miembro del yakuza, llamado Hiro, quien huyó del sindicato del crimen más grande de Japón, el Yamaguchi Gumi, después de cinco años.
“Es realmente difícil regresar a la sociedad normal”, dice.
El hombre de 37 años de edad ha sido rechazado por su familia y cada noche duerme sobre una delgado tapete que despliega sobre el piso de la iglesia. Un compañero feligrés lo contrató como pintor.
“En la vida que tuve en el pasado, nunca me despertaba en la mañana tan temprano como lo hago ahora, solo vivía para ganar dinero. Además, para conseguir dinero, hice cosas malas y también vendí drogas, pero mi nueva vida es una fase importante para mí, para convertirme en una mejor persona. Cambié mucho luego de venir a esta iglesia”, dice.
Hiro cree que si él no tuviera la iglesia, él ya estaría de nuevo en la cárcel. Él dice que esta es una extraña oportunidad para transformar su vida, en una sociedad en la que no es fácil que las personas como él reciban segundas oportunidades.
Reducción del Yakuza
Los ex gángsters no tienen muchas opciones en Japón. Su hermético inframundo se está reduciendo y las ganancias se secan después de años de medidas drásticas de parte del gobierno. Hoy, la policía calcula que hay alrededor de 50.000 miembros del yakuza… una cantidad que ha bajado dramáticamente desde hace tan solo unos cuantos años.
Jake Adelstein, escritor y periodista en Tokio, quien ha escrito exhaustivamente sobre los yakuza, dice que la mafia japonesa mantiene controlados a los matones. Él dice que si la influencia de los yakuza baja, la delincuencia en las calles podrían aumentar en Tokio, la cual es considerada la ciudad más segura del mundo.
“Ellos van a tener que encontrar una forma para usar a estas personas. Además, ellos van a tener que encontrar una forma para eliminar este estigma de ser un ex-yakuza”, dice Adelstein. “Cuando estos tipos salen, se dedican a la delincuencia común, van a la cárcel o se matan. Muchos de ellos comenten suicidios puesto que Japón no es un lugar muy amigable para las personas que han perdido dedos, que están cubiertas con tatuajes o que nunca han tenido un trabajo honesto durante mucho tiempo en sus vidas”.
En su nuevo papel como sensei, Shindo ha bautizado alrededor de 100 personas, incluyendo a su madre, Yoshimi Shindo, quien orgullosamente ve a su hijo predicar cada domingo.
“Cuándo él regresó [de prisión], se disculpó y dijo: ‘Sobreviví para ti mamá’. Cuando escuché esas palabras, decidí olvidar todo lo que sucedió en el pasado, y ahora, soy muy feliz”, dice ella.
Cuando su hijo tuvo necesidad de un espacio para el servicio del domingo, ella con mucho gusto le ofreció June Bride, el bar que poseía y que mantuvo durante un cuarto de siglo. En los primeros años, menos de 10 personas asistían al servicio del domingo. Ahora, el lugar rutinariamente está lleno con docenas de personas cada semana.
“Pienso que este lugar tiene trascendencia, por lo cual Dios lo proveyó para nosotros; creo que era la intención de Dios”, dice ella.
Al considerar el tumultuoso camino que recorrió su hijo para llegar hasta aquí, ella se ríe cuando lo llaman sensei. June Bride ya no es más un lugar para cócteles y karaoke, sino que ahora el lugar está lleno de música cada fin de semana a medida que docenas de voces cantan al compás de canciones cristianas.
“Creo que la vida de mi hijo retrata el sorprendente final de Dios”, añade.