Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es columnista y analista político de CNN en Español. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.
Queridos amigos, no sería exagerado decir que nunca se vio una campaña política en Estados Unidos tan entretenida y a la vez tan peligrosa. Grandes figuras republicanas han venido declarándole la guerra poco a poco a Donald Trump, pero después de este supermartes, esa guerra tomó una nueva dimensión: dos excandidatos republicanos, John McCain y Mitt Romney, salieron a la luz pública en zafarrancho de combate y lo menos que le dijeron a Trump fue “falso” e “impostor”. Ninguno de los dos quieren que “el Donald” sea el candidato republicano.
Los barones del republicanismo tradicional temen que no sea un buen presidente o tal vez “que pierda frente a Hillary”. Pero esa actitud de la cúpula republicana es dudosa y también muy peligrosa. Si temen que Trump pierda frente a Hillary Clinton ¿Por qué buscan debilitarlo? A fin de cuentas: ¿Dejarán que los votantes sean soberanos al elegir al candidato, o maniobrarán con todo su poder para escogerlo a su criterio y medida?
Por su parte, el aspirante Marco Rubio, seguido de cerca por Ted Cruz, continuó atacando a diestra y siniestra a Donald Trump. Como resultado, entre los tres convirtieron un supuesto debate de ideas en uno de insultos y una procesión de boberías, que entretienen pero que dan mucha más pena. El que más dentelladas da es Rubio, quien ha decidido ser simpático e intentar ganar —cuando logra serlo— algunos votos. Rubio quiere ser igual de ocurrente que “el Donald”, pero al fin y al cabo, termina siendo solamente un “miniDonald”.
Y Trump, que efectivamente mostró a la audiencia que tiene de verdad las manos grandes —en respuesta a Rubio, que lo había atacado diciendo que las tenía pequeñas, con la evidente alusión hacia otras partes—, manos grandes, repito, pero a quien le falta grandeza, se deja provocar, engrifa la cabeza, saca el pecho y lamentablemente entra al ruedo. Por su parte, Cruz no resiste quedarse fuera del show y Kasich, que es el único que no se rebaja al espectáculo, termina no existiendo en el debate, precisamente porque no ha entrado al show.
¿Podrán parar a Trump? Esa es hoy por hoy una pregunta sin respuesta, aunque los ataques de Romney y McCain, muy probablemente, hayan sido un hermoso regalo a la campaña del multimillonario. ¿El arma secreta de Trump? No hay duda de que es el gran voto blanco, defraudado hasta hoy; un voto nunca cortejado en bloque y al que Trump, milimétricamente, convoca día a día en su campaña.
Y ¿quién ganó el último debate republicano? Hay quien dice que Trump, hay quien dice que Kasich, otros dicen que quien perdió fue la cordura.
Yo pienso, humildemente, que quien ganó en el último debate republicano en Detroit fue…. Hillary Clinton.