CATALINA, Arizona (CNN) – Donald Trump logró una victoria en Arizona con 22 puntos de ventaja el pasado martes, pero a pesar de que la campaña del magnate ya se desplazó a otros estados donde habrá primarias, una batalla política se desató a solo 90 minutos al norte de la frontera con México.
El escenario es un pequeño restaurante llamado “Sammy’s Mexican Grill”, a unos kilómetros a las afueras de Tucson, al pie de las polvorientas Montañas Catalina.
El miércoles por la noche, su estrecho comedor estaba lleno y la entrada fue temporalmente cerrada en deferencia al tráfico que llegaba al lugar, que se ha triplicado durante las últimas 24 horas, luego de que se viralizó una imagen de la dueña junto a Trump, lo que causó una tormenta en internet.
Han pasado poco más de cuatro días desde que Betty Rivas, quien es dueña de “Sammy’s” junto con su esposo Jorge, se puso a solo metros de distancia del podio durante un evento de Trump en el Centro de Convenciones de Tucson. Era, según dijo a CNN, “una ubicación perfecta”.
Trump observó a Betty, una inmigrante mexicana, mientras ella sostenía un cartel que decía: “Los latinos apoyan a D. Trump”. A la mitad del evento, él la llamó al podio.
“La amo, me enamoro. Melania, me estoy enamorando de ella”, dijo Trump, con el cartel escrito a mano en su mano, mientras la audiencia enloqueció. Ambos sonrieron para una foto y Betty bajó del escenario.
Rivas publicó la foto en su cuenta de Facebook esa noche. Ella ha visto dos eventos de campaña grandes en solo dos días, el de Trump y otro un día antes, también en el mismo lugar, para Bernie Sanders. Su hijo más joven, de 15 años, es un gran fanático de Sanders. Betty todavía está indecisa.
Para el domingo por la noche, alguien vio la foto de Rivas y Trump y la comenzó a compartir en redes sociales. Primero llegaron los comentarios desagradables en Yelp y Facebook.
Entonces las llamadas a “Sammy’s”. Cuando Jorge contestó, una y otra vez escuchó amenazas y acusaciones.
“Si le pido que me dé de una lista de 50 palabras y frases desagradables, puedes escoger cualquiera, dijeron todas”, dijo a CNN.
Betty fue llamada traidora, su pelo -que tiene pequeñas luces rubias- fue objeto de burlas.
“Quieres ser gringa”, dijo uno.
Ellos llamaron a la Oficina del Alguacil del Condado de Pima. Los oficiales abrieron un caso, pero le dijeron que Jorge que no había mucho que hacer. Ellos le aseguraron que una patrulla vigilaría el lugar cada cierta hora.
Para el martes, el día de la primaria, la campaña de Trump se montó en la historia.
“No dejes que te callen”, publicó el multimillonario en Facebook, urgiendo a visitar el restaurante. “Todos los estadounidenses necesitan estar juntos contra el odio y todos los que intentan detener nuestro derecho a la libertad”.
El contragolpe al contragolpe fue fuerte, y muy bien negocio.
“Por cada 100 dólares (que obteníamos) hace un día, ahora son 300, quizá más”, dijo Jorge. “Hay al menos dos mesas llenas todos los días”.
Hubo siete u ocho esta noche.
“Ahora mismo, tenemos seis órdenes esperando”, dijo.
“Nos gustan todos (los candidatos), queremos escuchar qué es lo que tienen que decir”, dijo. “Aparte de eso, Trump es una celebridad, sea candidato o no. La gente quiere verlo”.
El cartel, explicó Betty, fue una idea de un miembro de la familia.
“Es seguro que Donald Trump lo vea”, le dijo su prima.
Para el martes por la noche, la mayoría de los medios locales habían visitado el lugar. Reporteros de televisión ya habían pasado una vez y nuevos clientes estaban llegando de lugares a 70 o 160 kilómetros de distancia.
Dan Scavino, un alto funcionario de la campaña de Trump, siguió el consejo de su jefe y el martes tuiteó pidiendo apoyo al restaurante.
La llegada de nuevos clientes temporalmente acabó con la alacena de “Sammy’s”.
“Como resultado del apoyo de @RealDonaldTrump, se quedaron sin comida”, escribió Scavino el miércoles.
La realidad, como suele ser, fue menos emocionante.
“La gente dice: ‘No estamos de acuerdo con Trump, no votaré por él, pero te apoyo porque estamos de acuerdo en que debemos tener libertad para ir a cualquier lado sin que nadie diga que quiere hacerte daño si lo haces’”, dijo Jorge.
Ni ella ni su esposa han votado, ni por Trump ni por nadie.
¿Todavía indecisos?
“Quizá”, dijo Betty. “Pero no tuve tiempo para ir”.