Aficionados del Leicester celebran el histórico triunfo de su equipo, el 3 de mayo de 2016. Crédito: JUSTIN TALLIS/AFP/Getty Images.

Nota del editor: Santiago Cordera es cofundador y director editorial de juanfutbol y colaborador de CNN Deportes. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor. Síguelo en @santicordera

(juanfutbol) – ¿Cómo es posible que un equipo modesto, con un presupuesto muy inferior al de algunos de los clubes más ricos y poderosos del mundo, ganara el título de la competitiva Premier League por primera vez en 132 años? Estas son cinco claves para entender el “milagro futbolístico” del Leicester.

1. Ranieri logró convencer a la ‘working class’

El técnico Claudio Ranieri fichó por el Leicester justo cuando en Grecia lo querían mandar a la hoguera por haber perdido contra la selección de Islas Feroe. Con la moral baja, pero convencido de que siempre hay que luchar por el título, exigió que en su contrato hubiera una cláusula económica en caso de ganar la Premier League. Así comenzó a trabajar.

Construyó un equipo sin glamour, con jugadores que habían peleado el descenso y con algunos otros que le servirían como revulsivos cuando su once titular, que fue el mismo casi toda la temporada, tuvieran que descansar.

Sus muchachos, pertenecientes a la working class (clase trabajadora) del futbol inglés, entendieron, interiorizaron, e interpretaron la emoción, la táctica y la estrategia del técnico en ‘decadencia’ como si se tratara de una orquesta sinfónica hasta lograr el campeonato. Así, Jamie Vardy, su delantero, es hoy tercero en la lista de goleadores del campeonato, con 22 tantos.

Kasper Schmeichel, con sus casi cien paradas, logró que el Leicester sea el tercer equipo menos goleado (hasta ahora). O Riyad Mahrez, elegido mejor jugador de la Premier según la Asociación Profesional de Futbolistas inglesa, aún con dos jornadas por jugar.

2. La continuidad de un once

Fueron muy pocas las jornadas en las que Ranieri cambió de once titular. Desde que llegó, les inculcó el sacrificio. Jugador que no corriera y luchara con intensidad no jugaría. Y los once corrían y luchaban sin cesar. Los únicos cambios en el equipo estelar se producían por lesión, suspensión o porque el encuentro se atascaba. De ahí en fuera no había modificaciones.

3. Menos presión, menos partidos

Lo dijo Ranieri una vez que el Leicester cumplió el objetivo de la permanencia en la Premier League. La presión estaba al comenzar el campeonato, cuando debían empezar bien y mantener un buen nivel. Después, lo que llegara sería “fantástico”.

Llegó el campeonato gracias a la regularidad. El Leicester no perdió un solo partido en las primeras cinco jornadas. No bajó de la quinta posición, siempre estuvo ahí, entre los tres primeros, y en la recta final se quedó con el primero, no cedió, no bajó los brazos, luchó y luchó hasta el final. No jugó Champions ni Europa League, lo que disminuyó la carga de trabajo y permitió que sus jugadores estuvieran más frescos para encarar la Premier.

4. Los llamados grandes fueron chicos

Los equipos más poderosos de la Premier League no lograron sus objetivos. Las inversiones millonarias en fichajes del Manchester City, los refuerzos del Manchester United, y los petrodólares del Chelsea, no pudieron con la working class del Leicester.

En una temporada normal, la lógica diría que cualquiera de estos equipos con un músculo económico inigualable en Inglaterra debería ganar la Premier, pero en esta ocasión ninguno estuvo a la altura de sus inversiones.

Eso y la regularidad de los de Ranieri se mezclaron. La fórmula final dio como resultado, éxito. El mal campeonato de los grandes no demerita el logro del Leicester; por el contrario, abona a la esperanza de los equipos de carne y hueso.

5. El campeón de la gente

Ningún otro equipo en el mundo, en las últimas dos décadas, ha logrado congregar tanto apoyo alrededor del mundo como hoy el Leicester City. Se convirtió en el campeón de la gente. No había un solo aficionado que no suplicara por el milagro. El respaldo fue total. La presión se transformaba en motivación.

Ranieri sólo tenía que encauzar esa euforia en futbol y evitar el exceso de confianza. Así, el respaldo universal se convertiría en esperanza, en inspiración, y contrarrestaría la falta de músculo financiero con optimismo e ilusión. Como así sucedió.