(CNN Español) – Desde su habitación a media luz, Diana Sol Ángel Fonseca ve todos los planetas.
No tiene un telescopio –le gustaría pero no tiene dinero para comprarlo– y la ventana cubierta por un estante apenas deja ver el cielo. Pero ella sostiene uno a uno los planetas entre el dedo y el pulgar mientras con la otra mano los ensarta en un cordel negro.
Desde su habitación en un segundo piso de una casa al suroriente de Bogotá, esta joven de 18 años fabrica pulseras con la ilusión de que pueda vender suficientes para poder estudiar Astronomía en Estados Unidos.
Fonseca se enamoró del cosmos en 2014 cuando visitó el Planetario de la capital bogotana junto con una amiga. “Para mí es algo hermoso. Antes de empezar a ir allá no sabía nada y una vez lo conocí me enamoré completamente. Es especial, misterioso, hay mucho por investigar, es inquietante y por eso me gustó mucho”, recuerda sentada en el patio de su casa. Desde ese entonces nunca falta a su cita con las estrellas todos los sábados en el Planetario, afirma.
A su corta edad tiene las metas claras: quiere trabajar en la NASA –como investigadora, no como astronauta porque confiesa que le asusta– y ganar un Premio Nobel. Gracias a una beca de la embajada de Estados Unidos en Colombia y el programa EducationUSA el sueño de Fonseca está ahora más cerca que nunca, pero podría escapársele de las manos por falta de recursos para su manutención.
La beca incluye asesoría personal, preparación para los exámenes de ingreso a las universidades estadounidenses, el costo de las aplicaciones, la visa, el pasaporte y los boletos de avión. Pero no contempla los gastos de vivir en Estados Unidos.
Fonseca fue aceptada para estudiar Astronomía en la Universidad de Arizona y decidida a luchar por sus sueños agotó todas las instancias para conseguir ayuda, pero las entidades que financian la educación en Colombia sólo lo hacen para posgrados en el exterior o carreras en universidades nacionales.
“También fui al Ministerio de Educación, me dijeron que no podían hacer nada. Fue decepcionante porque pensé que me podían ayudar. Me dijeron que estudiara aquí pero les mostré que ya me habían aceptado (en Estados Unidos) y que trabajé mucho para eso, que no fue fácil”, dice y recuerda que muchas veces lloró de rabia cuando las cosas no salían como ella quería, y que a su lado siempre estuvo su mamá, Carmen, a quien Fonseca describe como “la motivación de mi vida”.
Así nació la idea de las pulseras. “A mí no me gusta pedir. Por eso estaba ideándome algo que fuera único y se me ocurrieron las manillas”, dice. Ella y su madre fabrican las figuras a mano con porcelana en frío; las modelan, las dejan secar y las pintan.
“Mi mamá hace los Saturno”, explica mientras saca un puñado de las cuentas de un pequeño recipiente de plástico donde las almacena sobre su escritorio.
Además de los planetas hay modelos de Caronte, el satélite de Plutón, y Titán, la segunda mayor luna de Júpiter. Cada pulsera viene en un cartón contramarcado con ‘Luna Llena’, la marca que Fonseca creó para sus accesorios, y con datos curiosos sobre el cosmos.
“Mis temas favoritos son la física cuántica y me gusta mucho la teoría de las cuerdas, complicada pero muy emocionante. Me emociona trabajar para ver qué más se puede aportar en ese campo”.
Fonseca necesita 49.000 dólares y el tiempo corre en su contra; el semestre de la universidad comienza en agosto. Estos accesorios cuestan cerca de 3 dólares y hasta el momento ha recaudado cerca de 3.000 dólares. A través de las redes sociales da a conocer su historia y ya tiene una página de crowdfunding donde recibe donaciones.
“Mi sueño está muy cera pero a la vez muy lejano y precisamente por el dinero, que para mí nunca ha sido un impedimento para que pueda aprender y hacer la cosas. No estudié en los mejores lugares, pero di lo mejor de mí para buscar los medios para aprender”.
Esta estudiante que obtuvo el mejor puntaje de su colegio en las pruebas del Estado, ya tiene plan B; fue admitida para estudiar Física en la Universidad de los Andes en Bogotá. También necesitará dinero para eso, pues cada semestre cuesta 4.700 dólares, pero dice que no contempla la posibilidad de endeudarse.
“Si pudiera recaudar todo el dinero me pondría a llorar, ha sido un esfuerzo muy grande. Quiero ir al exterior pero quiero volver para aportarle al país mis conocimientos. Además, en el colegio siempre nos enseñaban que este hombre inventó esto, hizo esto, descubrió esto, y uno piensa ‘¿dónde están las mujeres? ¿será que no hicieron nada?’ Eso me hace pensar que hay que hacer algo para demostrarles a todas las personas que las mujeres podemos contribuir a la ciencia”, afirma decidida.
Mientras el tiempo corre en su contra, Sol, como le gusta que le digan, seguirá vendiendo manillas, tomando los planetas entre sus manos y soñando con algún día liderar una misión de la NASA hacia estos u otros lugares del universo.