Por más de 28 horas, la corresponsal senior internacional de CNN Arwa Damon y el fotoperiodista Brice Laine estuvieron junto a las fuerzas especiales iraquíes durante su operación de ataque a Mosul, ciudad en manos del Estado Islámico (EI). Se estaba escribiendo un nuevo capítulo en la operación de liberación de la estratégica urbe, en la que se dejaban atrás pequeños pueblos y el terreno abierto para adentrarse en una densa ciudad que un muy bien armado EI está determinado a defender.
El pasado viernes, su convoy estaba en la vanguardia de la operación cuando, de repente, comenzaron a ser objeto de múltiples ataques, tras los cuales varios soldados resultaron heridos y algunos vehículos fueron destruidos. Soldados y periodistas buscaron refugio en un conjunto de casas, pidiendo apoyo una y otra vez
En el interior de los vehículos blindados, escondiéndose con familias en casas, Arwa Damon tomaba notas en medio del calor de la batalla. Estas son sus anotaciones, algunas con un fuerte lenguaje. Han sido ligeramente editadas para claridad de nuestros lectores.
Viernes 9 a.m.
Estábamos en Samah, al oriente de Mosul.
Los soldados están buscando posibles combatientes de Estado Islámico en caminos secundarios.
Una frenética llamada radial alerta: “carro amarillo a la derecha”.
“Otros dos carros a la derecha, un KIA y otro blanco” , asegura el soldado que está junto a mí. Ve un tercer carro y llama por radio. “Tres carros, desaparecieron en las calles”.
El espacio se llena con ráfagas de fuego. No para. Nuestro vehículo blindado MRAP se inunda con el olor de todo el fuego que se dispara afuera.
Las calles sangrientas de Mosul podrían hacer fracasar a las fuerzas iraquíes.
9:30 a.m.
Una voz se oye en una frercuencia radial de Estado Islámico monitoreada por los iraquíes: “Estoy rodeado”. No tenemos idea de lo que podría ser. Hay un bulldozer en nuestro convoy, vigilando las calles aledañas.
9:54 a.m.
Dejamos Samah. Vamos en camino a Hay Al Ulamaa.
9:56 a.m.
Se escucha a través de la radio de Estado Islámico que están monitoreando constantemente: “Sálvenme, necesito ayuda médica”. Suena muy entrecortada, frenética.
9:57 a.m.
Estamos dirigiéndonos hacia el barrio de Kirkukli. Las calles son muy estrechas, con unos cables eléctricos muy bajos. Una llamada de radio: hay un carro bomba en el barrio de Khadraa.
10:03 a.m.
Entramos a una gran calle que divide dos barrios. El fuego es mucho más intenso. Algunas balas hacen “ping” mientras impactan nuestro vehículo.
10:37 a.m.
Paramos.
“Francotirador a la derecha”
Necesitaba orinar.
Un hombre barbado sale de una casa cercana a donde paramos y muestra una bandera blanca.
Un trapo blanco fue colgado a las afueras de una casa cercana a donde Arwa y su equipo estaban estacionados.
“No dejen que los civiles salgan”, se oye por la radio. “Es muy peligroso para ellos”.
Se oyen de nuevo las ráfagas de fuego. Son la constante cacofonía de la guerra.
Del canal de radio monitoreado de Estado Islámico se oye un mensaje: “Prepárense para disparar morteros”.
Los soldados envían por radio una advertencia a toda la unidad.
11 a.m.
Hay un masivo intercambio de disparos en una calle.
Nos metemos a la casa del hombre que colgó la bandera blanca, que es realmente un trapo atado a una pértiga.
Su familia se esconde en el interior.
Nour, la hija de este hombre, tiene 19 años. No puede parar de llorar, atemorizada por los tiroteos y por el hecho de que a su padre se lo vayan a llevar los soldados.
El hombre le da a los soldados té y galletas. Afuera, el fuego continúa. Nos vamos. Dos soldados cargan un cuerpo, que es el de un anciano herido. Nadie sabe quién es.
Estaba conduciendo un taxi amarillo justo atrás de donde estaban las tropas. Le ordenaron que que parara y le dispararon. Brice filmó todo. Paró su carro y corrió hacia nosotros. Un soldado le gritó que se detuviera, otro le dijo que se sentara, otro que viniera. La balas volaban. Él cae en una zanja. Un soldado grita: “¿Por qué le disparaste?”.
El conductor murió poco después.
11:27 a.m.
El tiroteo continúa.
El cuerpo del anciano es envuelto en una sábana color rosa floral. Un médico cerca a él corta y pliega las vendas.
Los soldados hablan entre sí. Ahora que hay una pausa, nos preguntan de dónde somos y si estamos casados.
11:46 a.m.
Todos se suben atropolledamente a los vehículos.
El tiroteo se vuelve más intenso, al menos tres granadas son lanzadas a la calle en la calle justo detrás nuestro.
El teniente segundo Wael Saheb Ali resulta herido. Fragmentos de metralla vuelan por la parte trasera del vehículo, alojándose por encima de su ojo derecho. Sólo un minuto antes, Wael le estaba diciendo a Brice que se había comprometido recientemente y que quería casarse y tener hijos tan pronto terminara la guerra.
Otro soldado salta hacia el vehículo armado con algunos fragmentos de metralla en los muslos.
Ocurre otra explosión justo por fuera de la ventana.
Otra granada.
Quieren cruzar la calle, donde el intercambio de disparos es más duro, para tratar a los heridos, pero no se pueden mover.
Se oye una llamada de radio de ISIS pidiendo ayuda.
Un capitán con el que estamos se toma una autofoto con nosotros, luego ordena a gritos que se abra una ruta para que podamos movernos.
Recorre las fotos de su familia en su celular, me muestra una foto de su esposa y sus seis hijos. Nació en 1984. Me dice que parezco de 46 años, pero, para el record, sólo tengo 39.
11:57 a.m.
Estamos a punto de cruzar la calle principal. O no. El aire es pesado y con ese olor a municiones. Se te queda grabado en la nariz. Es muy particular.
12:05 p.m.
De repente, el silencio se apodera de todo, lo que es más horripilante que los tiroteos en sí.
Se oyen un par de disparos.
12:11 p.m.
Cruzamos la calle y los disparos impactan el exterior del carro blindado. “¿Los viste?”, se preguntan entre los soldados. “Dos o tres, a cerca de cien metros de nosotros”.
12:31 p.m.
Un gran resplandor naranja. Una gran explosión justo donde habíamos parado
Mis oídos están zumbando.
La puerta del vehículo no funcionaba bien.
Todo el mundo estaba tosiendo por el polvo y la suciedad levantadas por la explosión.
Por la ventana de atrás vi a una familia corriendo. Una familia con hijos.
Fue un atacante suicida con un carro bomba.
No puedo dejar de pensar en esa familia y en todos los otros.
12:36 p.m.
Otra gran explosión, pero sólo hasta ahora veo las consecuencias de la primera. Los soldados están corriendo para cubrirse. Uno está ayudando a otro que probablemente esté herido.
12:40 p.m.
Nuestras comunicaciones están caídas. “Estamos en un mal lugar”, dice el conductor.
Eso no es lo que cualquiera quisiera oír.
Algo está pasando justo al frente de nosotros.
Podemos oír el siseo de un tiroteo en progreso.
12:45 p.m.
Regresan las comunicaciones por radio.
“No hay avión. Estamos bajo un duro fuego. Dice el capitán por la radio. “Morteros, granadas, un atacante suicida”.
Nuestra llanta ha sido impactada… oímos el sonido del aire saliendo de ella.
Estamos atrapados. Lo único que podemos hacer es vigilar las esquinas de las calles para ver si hay carros bomba. Esperar por rockets, morteros, misiles.
12:56 p.m.
Necesitan evacuar a los heridos, pero no pueden. Las llamadas por la radio se vuelven un poco frenéticas.
Es probable que el comandante del batallón esté herido.
1:12 p.m.
El Humvee, que se encontraba un par de vehículos más abajo, estalla en llamas. La llamarada es enorme. Pequeñas explosiones salen de él.
No sabemos qué causó las explosiones. Nos dijeron que los soldados que estaban en su interior se las arreglaron para salir antes de que el vehículo explotara. Dos Humvees siguen moviéndose.
1:21 p.m.
Un comandante habla por la radio, tratando de levantar la moral.
Ustedes liberaron todo Irak. Un Humvee en llamas debería hacerlos mover hacia adelante. Ustedes son fuerzas especiales. Ustedes son los héroes de Irak. Ustedes liberaron a todo Irak. El mundo entero los está viendo”.
1:21 p.m.
Una motocicleta se acercó al convoy. Los soldados le dispararon. Brice ve lo que está pasando: el conductor, un hombre en sus cuarenta, con barba larga y tradicional ropa “afgana”, salta de su moto y huye. Abandona su moto a un lado del camino. Los soldados temen que esté llena de explosivos, pero no explota.
1:55 p.m.
¡Santa mierda! Esta es la cosa más idiota que he visto. Un carro salió literalmente volando de una calle aledaña frente a nosotros. Justo entre el batallón. Luego nos dispararon una granada impulsada por un rocket.
Siguieron pidiendo apoyo aéreo.
La lucha no es como la que se dio en las afueras. Es en las calles con un enemigo que los conoce bien y que se apodera de los tejados. Tejados de casas en las que viven civiles.
“Están respondiendo muy, muy fuerte”, dice el capitán por la radio. “¡Necesitamos poder aéreo ahora! Estamos siendo impactados por todas partes”.
2:13 p.m.
Nos impactaron. No sé con qué fue.
Mis oídos zumban. Brice tiene una pequeña herida al lado de su cabeza.
El capitán tiene una herida en la cabeza. Otro de los muchachos está herido en un hombro.
Tengo sangre sobre mí, pero no es mía.
3:06 p.m.
Estamos en una casa civil, hacinados en un cuarto con la familia que allí vive.
La madre y cinco hijos están arrinconados en una esquina, como si estuvieran tratando de hacerse lo más pequeños posible.
Los muchachos con los que estamos están también aquí. No tienen vehículos para evacuar, todos fueron destruidos. Sólo hay tres de ellos en operación.
3:06 p.m.
Eso fue un ataque aéreo, o al menos eso fue lo que dijeron.
Hay dos familias aquí, familias vecinas. La mujer y sus seis hijos están arrinconados detrás del vestidor.
3:45 p.m.
La familia con la que estamos hizo huevos fritos con pan para todos. Incluso en los peores momentos la gente que no tiene nada lo da todo. Oímos el sonido de los jets sobre nosotros.
3:51 p.m.
Llamada de radio: “Los jets están en operación. Ya casi acaba esto. Ellos están casi acabados en su área.
Loca ráfaga de fuego. Creo que el apoyo finalmente ha llegado.
4:05 p.m.
“¿Es ese mi vehículo el que está en llamas?”, pregunta un soldado moviéndose.
Hay de nuevo ráfagas de fuego por todas partes. Uno de los soldados dice que ISIS está grabando los vehículos incendiados. “¿Cómo lo sabes?”, pregunto. “Estoy seguro que lo están haciendo. Lo han hecho antes”, dice.
Comenzaron a mover a los heridos, pero hay mucho intercambio de disparos.
“¿Se va usted con los heridos?”, me preguntaron.
“Sí, por favor”.
Brice nota que oscurecerá en una hora y media. La sangre en su cara se ha secado.
4:12 p.m.
Aún no llega el apoyo.
El tiempo se va muy lentamente. Las explosiones sacuden la casa.
4:19 p.m.
Son los muchachos de contraterrorismo, o así los llaman entre unos y otros. El comandante está en alguna parte de este edificio.
La unidad de apoyo está a unos cien metros, dicen, pero no puede llegar aquí. “No tenemos ni siquiera vehículos para la retirada”, dice uno.
Una llamada de radio alerta sobre un ataque por la retaguardia y de fuego por la izquierda y la derecha.
4:29 p.m.
Aún hay muchas explosiones. Algunas tan poderosas que hacen mover la casa. Los niños gritan.
5:04 p.m.
Un soldado herido en una pierna se acercó a limpiar a Brice, y entonces hubo otra explosión y hubo más heridos.
Tienen un plan. Necesitan despejar un par de edificios para alcanzar a otra de las unidades.
“No tenemos otra opción. Estamos rodeados”.
5:39 p.m.
Hemos sido trasladados a otra casa, tal vez unos diez metros abajo en la calle. Tuvimos que saltar a un Humvee. Los muchachos realmente nos están cuidando.
Estamos ahora con los heridos en la que parece ser la última casa en pie. Toda la calle está llena con los restos del convoy. Vehículos destruidos y quemados. Los tiroteos son eternos.
Hay otra familia aquí en otro cuarto próximo.
Nadie tenía ilusión alguna de que la batalla por Mosul fuera a ser algo fácil o simple, pero pienso que la ferocidad de esto me hace saber lo dura que será la lucha de aquí en adelante. Hay muchas caras sombrías.
Los hombres alrededor se lamentan por el dolor.
5:56 p.m.
“Deberíamos habernos separado y tomar tres o cuatro caminos, no haber venido todos a uno solo. Debimos haber asegurado las casas”, dijo el teniente Ahmed, quien trató a Brice.
Se ve a todas luces que no es un médico, pero ha estado ayudando a todos.
Estamos sentados sobre un raquítico columpio de metal blanco. El sol se ha ido y podemos ver la forma de una media luna creciente.
Han movido algunos de los heridos a la entrada, tal vez el transporte o la ayuda ya estén en camino. Tienen cerca de veinte o más heridos, dice Ahmed. Uno murió.
6:05 p.m.
Están moviendo a los heridos, creo que hacia un poco más arriba de la calle. Y aseguraron que el comandante tomó dos camiones para llegar al batallón de Diyala.
Sus comunicaciones están interrumpidas. Nuestro teléfono satelital Thuraya murió hace algunas horas.
6:20 p.m.
Los heridos que aún pueden caminar intercambian historias acerca de cómo grupos de combatientes de ISIS, cada uno de tres o cuatro hombres se esconden en casas, incluso con civiles en su interior.
El comandante llega y les dice que se les necesita para el cambio de guardia.
“¿Va a llegar el apoyo o es mentira?”, replica uno de los soldados.
7:34 p.m.
Transportamos a los heridos y un cadáver en un Humvee. Llegamos a otra casa. Está muy tranquilo aquí. La familia de esta casa es gente amable. Identifico a la matriarca como Umm Abdullah, ya que no quiere que se descubra su real identidad. La familia no quiere ser filmada. Están temerosos de que ISIS regrese.
Hablamos y reimos. Nos contamos historias acerca de cómo las instituciones educativas están cerradas, motivo por el cual sus hijos no han podido ir a la universidad, pero aún así su madre quiere que se casen. Acerca de cómo la familia escondió la antena satelital de TV de ISIS. Acerca de cómo se ve de bien su esposo limpio y afeitado, preguntándose cuándo se irán los yihadistas para quitarse la barba.
La familia le da de comer a todos, así tengan muy poco. Hablamos sobre su comida favorita y nos reímos de los diferentes acentos y pronunciaciones. Tenían ese oscuro pero absolutamente encantador humor iraquí.
“Venga, le voy a hacer lugar para dormir”, me dijo Umm Abdullah. “¡Pero soy muy gorda! ¡Podría rodar sobre usted y aplastarla!”. Su hijastra exhibe el velo que ISIS les obliga a ponerse. Me pregunta por qué mi cabello aún no es blanco. El suyo sí lo es y tiene 46 años. “Debe ser el efecto de ISIS”, bromeamos.
7:34 p.m.
Salimos de nuevo. Se supone que vendría el apoyo.
“Estamos jodidos”, dice un soldado por teléfono. “Hemos sido hostigados por diez horas, tenemos veinte heridos y no nos quedan vehículos”.
Brice pregunta si vale la pena grabar. Tiene mucho sueño y está adolorido.
“Dios, dales fuerza”, dice Umm Abdullah. “Son sólo las 11:00 pm. ¿Tendremos una noche llena de esto?”.
A esta familia ya no le queda nada. Vendieron su oro y su carro para contar con dinero. “¿Por qué no se van?”, les pregunté. El padre trabajaba para una compañía de energía con un muy buen salario, pero eso terminó. Para entonces era muy tarde.
Los niños no protestan ni lloran. Todos rápidamente nos sentimos con ganas de dormir.
Sábado, 8:11 a.m.
Aún no llega el apoyo.
Nos habían dicho que iba a llegar. Los soldados están oyendo lo mismo, pero la reacción de todos es similar: “Sí, sí. Eso lo dijeron hace veinte horas”.
Los muchachos hablan entre ellos. “A los hombres sólo les quedan dos cargadores al menos y ellos están a unas dos casas de nosotros”. Luego vieron a un grupo de diez combatientes del Estado Islámico moviéndose por los tejados.
“Esto no es nada”, dice un soldado de unos 25 años. “Podríamos pasarnos en esto tres o cuatro meses”.
8:20 a.m.
Despejaron unas calles y luego las bloquearon con un bulldozer, dice un hombre. Pero, en medio de la noche, ISIS removió la barrera. Se ríe a pesar del dolor que le provocan dos heridas de bala.
8:34 a.m.
Carros bomba son detectados en las proximidades. Es una locura afuera. La matriarca de la familia llora. “No vamos a sobrevivir. Necesitamos salir de aquí. Incluso si tres o cuatro de nosotros morimos, el resto sobrevivirá”.
Una ametralladora irrumpe con todo. “Custodien las esquinas, custodien las esquinas”, dice alguien.
Umm Abdullah reza entre su respiración agitada.
8:30 a.m.
Las explosiones hacen mover la casa. Umm Abdullah, quien había permanecido adentro, no deseando mostrarle su rostro a la tropa, ahora les rogaba por ayuda. “No se preocupe, nadie le hará daño. Estamos aquí”, le dijeron. Queremos creerle. Nosotros, la familia, los soldados. Todos queremos creerle.
8:48 a.m.
El tiempo de nuevo pasa como a gatas. La familia entera está llorando. Están rogando por irse hacia donde sus vecinos, pero cada vez que tratan de hacerlo, la lucha se vuelve más intensa.
Los niños lloran. No quieren morir.
9:00 a.m.
Dos Humvees color arena están circulando por ahí, pero los soldados dicen que no es de ellos. Son atacantes suicidas. Un ataque impacta algo grande. Uno de los Humvees en frente de la casa es atacado.
9:15 a.m.
Más llamadas frenéticas hacia los comandantes diciendo que van a morir, que se van a quedar sin munición. Cualquiera que pueda luchar, que vaya al tejado. Cualquiera que pueda disparar, vaya al tejado.
9:30 a.m.
Una granada o un mortero cae en el jardín exterior. Más gente resulta herida.
Los muchachos desean ataques aéreos. Un soldado está enfurecido.
“ISIS usa la bandera blanca, esconde a sus combatientes y nos atacan. Pasó dos veces ayer”.
9:50 a.m.
Los muchachos sonríen de nuevo. Finalmente el apoyo está aquí… ¡luego de 22 horas!
Abajo de una de las calles, vieron vehículos de una de las fuerzas iraquíes contraterrorismo, pero necesitan girar.
Son los heridos los que matuvieron esta posición. Ellos y el puñado de soldados que sobrevivieron ilesos.
“Esto no es nada”, dice el teniente Ahmed. “En la refinería de Banji duramos así por cuatro meses. Nos enviaban suministros por aire”.
Tiene un aire de confianza que le transmite a sus hombres. Es calmado y seguro. Tiene un tiro en una pierna, pero aún está luchando.
9:58 a.m.
De nuevo el infierno.
La familia se esconde en el pequeño baño. Un ataque aéreo de la coalición provoca un tremendo ruido. Ha habido un par de ellos, seguidos por breves momentos de silencio que son incluso más inquietantes que la lucha. Y luego más fuego.
11:00 a.m.
Un par de ataques aéreos más. Un ruido se traga el aire antes de los impactos. Uno de estos afecta la casa detrás a la que estamos, la casa desde la cual estaba disparando ese chico de ISIS. Queda aplastada como un pancake. Dicen que no habían civiles. Descubrimos que había ocho combatientes yihadistas adentro.
11:05 a.m.
La familia se fue. Umm Abdullah estaba enojada. Muy enojada. Con ese tipo de enojo que no sabes a quién dirigirlo. Se fueron rápidamente. Quería abrazar a Umm Abdullah, pero no fue posible. Se fueron incluso sin sus zapatos.
Mediodía
Los soldados en el tejado están disparando toda su munición. Hay combatientes del Estado Islámico dos edificios más adelante. Esto no termina. Se acercan más ataques aéreos.
12:30 p.m.
Estos muchachos son todos veteranos de la batalla para recuperar la refinería de Banji. “Esto no es nada”, dicen al compartir historias. “Teníamos agujeros de visión y una vez un tipo fue a mirar a través de él y notó que alguien del Estado Islámico lo estaba mirando”.
El alivio está en camino. Las unidades se acercan.
1:44 p.m.
Nos vamos. Somos muy afortunados. Todo en lo que podemos pensar es en las familias, esos niños, el miedo en sus rostros. Pensamos en los soldados que aún están en la lucha, sabiendo las cosas sólo van a empeorar.