(CNN) – Más de 70 años después del fin del Holocausto, los sobrevivientes que viven en Estados Unidos siguen sufriendo.
Se estima que un tercio de los 100.000 sobrevivientes en ese país viven cerca o por debajo de la línea de pobreza, según The Blue Card, una organización sin ánimo de lucro que ayuda financieramente a los sobrevivientes del genocidio que mató a más de 6 millones de judíos en Europa.
Comparados con el 10% de los estadounidenses de 65 o más años que viven en la pobreza, los sobrevivientes del Holocausto son un grupo que enfrenta un riesgo mucho mayor, según las cifras del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos,
“Nos estamos extinguiendo. En los próximos 10 años ya no quedará ningún sobreviviente del Holocausto vivo”, dice Magda Rosenberg, quien perdió a toda su familia en el campo de concentración de Auschwitz, en la Polonia ocupada. Rosenberg, que ahora tiene 88 años, vive en Long Island, Nueva York.
De los 50.000 sobrevivientes que residen en el área metropolitana de Nueva York, el 52% son considerados “pobres”, viviendo por debajo del 150% del Índice de Pobreza Federal, o con un ingreso anual menor a 18.000 dólares, de acuerdo con Selfhelp, organización que ha ayudado a las víctimas del nazismo desde 1936.
“Es una estadística impactante”, asegura Hanan Simhon, vicepresidente de servicios para los sobrevivientes del Holocausto de Selfhelp.
Los sobrevivientes de la antigua Unión Soviética la pasan especialmente mal, dice Simhon, con el 80% de ellos en condición de pobreza. “Llegaron aquí mucho después, con la caída de la Unión Soviética, sin seguridad social, pensión o algún tipo de ingreso que los ayude en su vejez”.
A medida que envejece, la última generación de sobrevivientes sufre mayores y más complejas necesidades financieras.
La pobreza se debe a varios factores, explica Masha Pearl, directora ejecutiva de The Blue Card.
“Tienden a estar muy aislados, perdieron a sus familias durante la guerra y no tuvieron o no pudieron tener hijos”, dice Pearl. “Muchos se emplearon primero en trabajos domésticos porque no tenían las habilidades lingüísticas. Hoy tienen entre 80 y 90 años y resulta más que difícil que lleguen a fin de mes”.
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Los experimentos médicos que sufrieron los judíos por parte de los nazis en los campos de concentración también pusieron a los sobrevivientes en un mayor riesgo de padecer enfermedades costosas, como el cáncer.
Sami Steigmann pasó su el primer periodo de su niñez en un campo de trabajo nazi. Años después, su padre le contó que fue sometido a experimentos médicos, que todavía le causan dolor a sus 77 años. “Soy una persona orgullosa, nunca le pedí ayuda a nadie”, dice.
Pero tras años de luchas y de “involucrarse con las personas equivocadas”, terminó sin un techo para vivir. “No soy una persona de la calle, quería suicidarme”, explica. Solo en ese momento accedió a ser reconocido como sobreviviente y como persona con discapacidad mental, a recibir indemnizaciones por parte de Alemania y a habitar una vivienda social.
Cuando no pudo pagar por un audífono para sus problemas auditivos, Steigmann volvió a recurrir a la ayuda de las organizaciones judías.
Hoy, Steigmann vive en un diminuto apartamento en Nueva York. Pero el edificio fue comprado hace poco y pronto tendrá que desalojar el lugar al que ha llamado hogar durante los últimos 20 años. Steigmann, que voluntariamente enseña sobre el Holocausto a estudiantes, teme que pronto deba abandonar esa actividad, que cree que le ha salvado la vida.
The Blue Card, que atiende a 2.500 sobrevivientes del Holocausto en Estados Unidos, dice que las solicitudes de ayuda aumentaron un 20% en el 2016. Su última encuesta encontró que las mayores necesidades de asistencia financiera estaban en las áreas de atención médica, comida y servicios.
El 67% de las personas que atiende la organización no puede salir de su casa sin ayuda y el 78% tiene problemas para realizar labores cotidianas como vestirse, bañarse o cocinar, según la encuesta. Además, el 77% de los dependientes de The Blue Card son mujeres.
Rosenberg, que está más allá de la edad de jubilación, dice que todavía trabaja para ayudarse a sí misma, tanto mental como económicamente. Ella ha sido la única persona que ha mantenido su hogar desde que su esposo se fue, hace 25 años, y hoy depende de la ayuda financiera y de los servicios dentales que recibe de The Blue Card.
A pesar de que Rosenberg perdió un brazo en una fábrica alemana de municiones, está relativamente en buena forma y dice que es afortunada de vivir sola. Sin embargo, le preocupa que cuando llegue el momento no tenga cómo pagar la atención médica que necesite, y para los sobrevivientes contratar a una buena enfermera para que vaya todos los días a su casa no es una opción.
Simhon, de Selfhelp, dice que tiene 1.400 residentes en 10 albergues económicos en toda el área de Nueva York, y una lista de espera de 4.000 personas.
“Tenemos recursos limitados por tiempo limitado. No habrá nuevos sobrevivientes del Holocausto que ocupen su lugar”, explica Simhon. “El costo de proveerles servicios está creciendo y las necesidades que tienen son más intensas que nunca”.