Nota del editor: Dean Obeidallah, ex fiscal, es el presentador de “El Show de Dean Obeidallah” en SiriusXM Radio, y columnista en The Daily Beast. Sígalo en @TheDeansreport. Las opiniones expresadas en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – El sábado por la mañana, el presidente Donald Trump pudo haber publicado su tuit más escalofriante hasta la fecha, al menos para aquellos que creen que Estados Unidos no debería convertirse en una dictadura dirigida por él. Y no hago este comentario simplemente para ser provocativo o sin haberlo pensado mucho. Nuestra democracia es mucho más frágil de lo que algunos pueden comprender y Trump está tomando parte en un esfuerzo concertado para socavar su funcionamiento.
Este es el tuit de Trump que saltó a la luz desde el sábado por la mañana: “La opinión de este supuesto juez, que esencialmente priva a nuestro país de las fuerzas del orden, es ridícula y será anulada”.
¿Por qué es tan preocupante? Está bien discutir acerca de si el juez debió o no debe haber emitido esta orden. Pero Trump aparentemente está tratando de deslegitimar a nuestra judicatura federal calificando al juez James Robart, nombrado por George W. Bush, como “supuesto”, mientras que argumenta que su decisión es “ridícula”.
Seamos francos, porque los desafíos lo demandan: un poder judicial federal independiente es nuestra última y mejor esperanza para prevenir que Trump viole la Constitución de los Estados Unidos y tome ilegalmente el poder. Trump lo entiende, de ahí su deseo de echarlo todo por tierra.
El presidente realmente parece estar liderando una clase magistral en transformación de Estados Unidos en una dictadura. Trump ha tratado de dañar a cualquier persona o cosa que intente contrarrestarlo.
En primer lugar, Trump ha hecho de los medios de comunicación (que son un perro guardián de nuestros presidentes) el foco de sus ataques, calificándolos de “deshonestos”, alegando que venden “noticias falsas” e incluso recientemente calificándolos de “partido de la oposición”. El resultado práctico es que cuando los medios de comunicación señalen las mentiras de Trump y presenten hechos objetivos para contrarrestarlo, sus seguidores probablemente descarten los informes de éstos y se unan en su lugar a Trump.
Entonces, también nuestra comunidad de inteligencia se convirtió en su objetivo, ya que no estaba de acuerdo con sus opiniones sobre la participación de Rusia en nuestras recientes elecciones. Trump arremetió, calificando a estas agencias, encargadas de recopilar información para nuestra seguridad nacional, de “vergonzosas” y acusándolas de dejar escapar información, comparando esto con “algo que la Alemania nazi habría hecho”.
Trump ha iniciado claramente el proceso de destrucción de su credibilidad, por lo que si en el futuro se oponen a sus opiniones o publican hechos para menoscabar sus posiciones, les dirá a sus seguidores que tampoco les deben creer.
Y ahora Trump, que atacó a un juez durante su campaña, citando su herencia mexicana, ha vuelto a enfilar su artillería contra nuestra judicatura. Pero esta vez es mucho más preocupante dado Trump no es un candidato, sino el presidente de los Estados Unidos. Se debe suponer que la razón es la misma: quiere deslegitimar al poder para que así las decisiones que riñan claramente con sus intereses sean vistas por sus seguidores como al menos horriblemente partidistas o, en el peor de los casos, inválidas.
Es aterrador pensar en dónde podría parar esto. Por ejemplo, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó en el caso histórico de Brown contra la Junta de Educación que la segregación racial en nuestras escuelas públicas era inconstitucional, obligó al entonces presidente Dwight Eisenhower a implementar esa decisión.
El gobernador de Arkansas, Orval Faubus, se había negado a acatar la decisión de la Corte y, en su lugar, hizo rodear una escuela secundaria blanca en su estado con tropas de la Guardia Nacional para impedir su integración. Eisenhower respondió federalizando la Guardia Nacional de Arkansas para hacer cumplir la decisión de la Corte Suprema y permitir que los estudiantes negros asistieran al centro educativo.
¿Haría Trump lo mismo si hubiese estado apasionadamente en desacuerdo con la decisión de la Corte o simplemente la ignoraría mientras ataca la legitimidad de nuestro poder judicial, provocando una crisis constitucional? Y ciertos jefes de agencias federales que apoyan a Trump, o incluso funcionarios federales, ¿se negarían a seguir órdenes judiciales (o al menos lo harían muy lentamente) porque Trump los ha convencido de que no se puede confiar en las decisiones judiciales federales?
No hay duda de que los partidarios de Trump le son muy leales a él personalmente. Hay que tener en cuenta que, de forma muy infame, se jactó de que incluso podría dispararle a una persona en la Quinta Avenida en Nueva York y sus seguidores aún seguirían allí, a su lado. Y según una encuesta de CNN/ORC, mientras que Trump tiene sólo un 44 % de aprobación en general, el 90 % de los republicanos cree que está haciendo un buen trabajo.
Los padres fundadores del país consagraron una separación de poderes en nuestra Constitución para que hubiera controles y equilibrios inherentes para evitar una situación en la que un presidente pudiera convertirse en un rey. Después de todo, ellos acababan de arriesgar sus vidas al rebelarse contra el rey de Inglaterra.
Los ataques concertados de Trump para deslegitimar nuestros medios de comunicación, nuestra comunidad de inteligencia y ahora nuestra judicatura federal sin duda los habría alarmado. Y debe ser aterrador para todos los estadounidenses que verdaderamente creen en nuestra Constitución y en la promesa que el país representa.