(CNN) – El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se enfrenta a una perspectiva aleccionadora: la misma maquinaria que frustró a sus 44 predecesores puede plantear obstáculos importantes para él también.
En su primer mes en el cargo, Trump se ha encontrado con que la gran máquina de gobierno no puede manejarse al capricho de un presidente con la misma facilidad que un ejecutivo puede gestionar un negocio. Los centros de poder rivales en los tribunales, la burocracia y el Congreso pueden surgir como una amenaza en cualquier momento.
En la última semana, la presión política obligó al asesor de Trump en Seguridad Nacional a renunciar, y a uno de sus nominados para el gabinete a retirarse. Mientras tanto, el presidente se enfrenta a persistentes -y crecientes- preguntas sobre los vínculos de su campaña con Rusia. Y las victorias legislativas serán difíciles de conseguir mientras los republicanos luchan por unirse detrás de medidas políticas y los demócratas forman un sólido bloque de oposición.
La transición de candidato a presidente es dura para prácticamente todas las administraciones jóvenes. Jimmy Carter y Bill Clinton, por ejemplo, se enfrentaron a rocosas primeras semanas, cuando su idealismo de campaña chocó con la realidad de Washington.
Pero el primer mes de Trump en el cargo está siendo especialmente duro, ya que gran parte del problema deriva de heridas autoinfligidas, que van desde el lanzamiento apresurado de su decreto inmigratorio a sus frecuentes distracciones de Twitter.
Las turbulencias que rodean al nuevo gobierno podrían socavar un principio central del discurso de Trump a los votantes: que es un no-político con una posición única para llegar a acuerdos y hacer que Washington funcione de nuevo.
“Nadie conoce el sistema mejor que yo, por lo que sólo yo puedo arreglarlo”, dijo Trump el verano pasado, cuando aceptó la nominación del Partido Republicano en Cleveland. “He visto de primera mano cómo el sistema está amañado contra nuestros ciudadanos”.
El control sobre el poder presidencial
Trump empezó en Washington desencadenando una secuencia vertiginosa de decretos que reveló una determinación a ejercer su poder ejecutivo. Sin embargo, la reacción no se hizo esperar, y pronto se activaron los controles al poder presidencial.
Trump se encontró muy pronto con el Poder Judicial cuando un tribunal federal detuvo su polémico decreto que prohíbe la entrada al país a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana. A pesar de las mayorías del Partido Republicano en el Congreso, Trump no está haciendo grandes progresos en su agenda legislativa.
La oposición está creciendo en el Senado en cuanto al pago de su muro fronterizo con México. Y los demócratas enfurecieron al presidente por el bloqueo en la confirmación de sus nominados al gabinete.
Pero el Congreso no es el único que provoca la ira de Trump.
Un permeable gobierno federal y una comunidad de inteligencia con la que está en perpetuo estado de guerra también se están resistiendo a los intentos de Trump por ejercer el control sobre su administración. El secretario de la Casa Blanca, Reince Priebus, negó el domingo que hubiera alguna disfunción en el círculo íntimo del presidente.
“La verdad es que no tenemos problemas en el Ala Oeste”, dijo Priebus a Meet the Press, de NBC.
Salir de Washington
En medio de titulares negativos, Trump se está saliendo de Washington con el objetivo de hablar directamente al pueblo estadounidense. Pronunció un discurso el viernes promocionando su agenda de empleo en una fábrica de Boeing, en Carolina del Sur, y asistió a un acto de estilo campaña durante el fin de semana, en Florida.
Pero los primeros tropiezos de Trump han ensombrecido algunas de las áreas en las que de otro modo podría reclamar el éxito. A las bien representadas visitas de los líderes de Gran Bretaña, Israel, Canadá y Japón le siguieron una serie de decretos que comenzaron a desmantelar el llamado Obamacare y regulaciones federales, así como la retirada del Acuerdo Transpacífico. La presentación de Neil Gorsuch como su candidato al Tribunal Supremo fue uno de los momentos más perfectos de su presidencia hasta ahora.
Aún así, la controversia puede desarrollarse en direcciones inesperadas en Washington y agotar a un equipo de la Casa Blanca de manera que puede ser perjudicial para una presidencia. Trump no es el primer presidente en llegar al poder con un equipo que no parece medir bien las exigencias de Washington.
“Creo que cada administración pasa por eso”, dijo en una entrevista Trent Lott, exlíder republicano de la mayoría del Senado. “Estaba aquí con Carter, cuando un grupo de georgianos que pensaban que eran los chicos más inteligentes en la ciudad llegaron e iban a arreglarlo todo”.
“Cuando (Ronald) Reagan llegó a la ciudad, trajo un montón de californianos, ideólogos idealistas que supieron con rapidez que necesitaban la ayuda de Jim Baker”, dijo Lott.
Mediante ensayo y error, Clinton y Reagan aprendieron a trabajar el juego interno en Washington. Pero los intentos de Trump de luchar contra las restricciones que enfrentan todos los presidentes podría complicarse por otro factor: su carácter idiosincrásico y estilo político, que eran un activo indudable cuando reinventó las reglas de la campaña presidencial, pero aún no han demostrado su eficacia en el gobierno.
Sus constantes peleas con sus enemigos, a veces en Twitter, ponen en duda su temperamento, al igual que sus erupciones impredecibles. Su rueda de prensa y los mítines del fin de semana ayudaron a mantener a sus seguidores leales felices e impulsaron su propia moral. Sin embargo, parece poco probable que avance de manera significativa en su agenda política.
Las mayorías republicanas en el Congreso deben garantizar que las apuestas políticas, como los recortes de impuestos y la reforma de Wall Street se lleven a cabo y que Trump las pueda facturar como las victorias con las que prometió deslumbrar a Washington. Y si hay un político que puede salirse con la suya con este tipo de tácticas de polarización, ese es Trump.
“La campaña del presidente cambió esencialmente las leyes de la física el año pasado”, dijo Bill Lacy, director del Instituto Dole de Política en la Universidad de Kansas.
“Todos los llamados expertos se han equivocado constantemente”, dijo Lacy, añadiendo que Trump había cambiado la forma de ver a los presidentes junto con los códigos habituales de comportamiento en la Casa Blanca y Washington. “Tradicionalmente, un presidente no podía hacer eso y salirse con la suya. Con este presidente, aún está por verse”.