(CNN) – El presidente Donald Trump se prepara para su segundo intento de lanzar un decreto inmigratorio que prohíba la entrada a Estados Unidos de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana que él considera de alto riesgo terrorista.
Se trata del segundo empujón para reformar de manera significativa el sistema de inmigración estadounidense, después de que el martes se dieran a conocer los lineamientos a las autoridades estatales y locales para hacer cumplir las leyes que eventualmente podrían conducir a deportaciones masivas.
El intento inicial de Trump de instalar una prohibición de viaje -una de sus promesas fundamentales de campaña- fue un desastre.
La medida que impedía temporalmente a los ciudadanos de Siria, Sudán, Yemen, Irán, Iraq, Somalia y Libia entrar a EE.UU. se tradujo en un fin de semana de caos en los aeropuertos del país y confusión entre los funcionarios fronterizos y de aduanas sobre sus implicaciones y a qué clase de viajeros afectaba.
Su orden fue rápidamente detenida por los tribunales federales en un primer enfrentamiento entre los poderes ejecutivo y judicial, que llevó a Trump a menospreciar a los jueces en Twitter.
El enfrentamiento infligió un golpe temprano en la reputación de la nueva Casa Blanca, que afirmó que la experiencia de Trump como negociador y hombre de negocios compensaría su falta de experiencia en Washington.
La Casa Blanca finalmente se retiró a trazar un nuevo enfoque, que probablemente sea considerablemente más limitado que la versión inicial del decreto inmigratorio. Los residentes permanentes de los Estados Unidos, o los titulares de la “green card”, por ejemplo, estarían exentos de la prohibición.
Trump rara vez admite un error o se disculpa por un paso en falso. Pero incluso él se da cuenta de que no hay mucho que se pueda hacer más que trazar un nuevo decreto para satisfacer a la Corte de Noveno Circuito, que negó el recurso del gobierno para suspender el bloqueo al decreto impuesto por un juez federal en Seattle.
“El nuevo decreto va a estar mucho más adaptado a lo que considero que es una muy mala decisión”, dijo Trump en una conferencia de prensa en la Casa Blanca el jueves.
Es de vital importancia para la credibilidad del presidente y de la Casa Blanca que las cosas vayan bien en esta ocasión.
Esta puede ser la última oportunidad para el gobierno de establecer un decreto que cumpla con los objetivos de Trump, pero al mismo tiempo no vaya contra los derechos constitucionales de los viajeros que tratan de entrar a Estados Unidos que podrían estar afectados por la prohibición.
Aparte del campo de minas que el decreto debe atravesar en lo legal, la Casa Blanca Trump tiene su credibilidad política atada a dicha prohibición.
Una repetición de las manifestaciones en los aeropuertos sería otro golpe al nuevo gobierno.
Por supuesto, se da por hecho que habrá enojo y controversia una vez que el nuevo decreto se dé a conocer. Los opositores la calificarán de inconstitucional y las naciones afectadas probablemente harán patentes sus protestas y podrían tomar medidas recíprocas.
Pero una implementación suave podría al menos darle al gobierno un espacio político para presionar con un esquema que tiene apoyo de muchos estadounidenses, especialmente los simpatizantes de Trump.
Hay un especial interés en Washington y alrededor del mundo sobre las diferencias entre el nuevo decreto y la primera versión.
Un nuevo decreto podría aplicarse pronto a personas que aún no estén en el proceso de tramitar su visa. La nueva medida podría aplicar a los siete países nombrados originalmente y mantener la prohibición a la entrada de refugiados sirios, dijo una fuente del Capitolio.