Noventa y siete personas están en Catholic Charities esta mañana. El ambiente se siente como el de una sala de espera de un hospital.
La sensación de anticipación es palpable. Cada vez que un trabajador de beneficencia llega al frente de la habitación con un portapapeles, todos miran hacia arriba, esperando a que sus nombres sean pronunciados, que sus preguntas sean contestadas.
¿Qué sucede si el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) está llamando a mi puerta?
¿Qué tipo de identificación debo tener?
¿Qué pasa con mis hijos si me deportan?
¿Hay formas que podemos llenar para asegurar la tutela de nuestros hijos?
En las últimas semanas, a medida que la noticia de las redadas del ICE y las deportaciones se ha extendido, los abogados y las organizaciones benéficas han estado asesorando a los inmigrantes, tanto documentados como indocumentados, sobre cómo prepararse. Sobre cómo hacerle un espacio al miedo en sus vidas para que este no los consuma. En el Bajo Manhattan, la gente empieza a hacer cola en la madrugada todos los jueves para obtener ayuda sobre cómo manejar sus miedos.
En un piso trece, Catholic Charities organiza lo que llama “sesiones sobre inmigración” donde la gente puede obtener consejos sobre cómo solicitar asilo o una tarjeta verde, qué hacer si los oficiales del ICE llaman a sus puertas o qué derechos tienen como inmigrantes indocumentados. No tengan miedo, aconsejan estos abogados, pero estén listos.
“Es importante no tener más miedo que el que tienes al salir de casa, enviar a tus hijos al colegio o ir al hospital si es necesario”, dice Raluca Oncioiu, directora de servicios legales de inmigración en Catholic Charities. Pero si alguien llama a su puerta, la primera pregunta es: ¿tiene una orden de registro?
Los rumores no son ciertos, aseguran los abogados: No hay agentes del ICE esperando en las plataformas del metro. Pero usa siempre el cinturón de seguridad, no te excedas con la velocidad y no conduzcas con una luz trasera rota. No tengas miedo de ir con la policía si eres víctima de un crimen. No sólo te protegerás del crimen, sino que ayudará a salvaguardar a cualquier persona que pueda ser víctima del mismo crimen, explican los abogados.
Maribelle es una inmigrante indocumentada, una ‘dreamer’ mexicana. Llegó a Catholic Charities porque su hijo menor, que tiene 9 años, recibe terapia del habla en la escuela, y Maribelle quiere averiguar sobre dónde puede obtener más servicios a pesar de su estatus migratorio. Como las otras personas con las que hablamos aquí, se sentía cómoda dando sólo su nombre.
Maribelle también está preocupada por ser deportada. Llegó a Estados Unidos en 1989 cuando tenía 5 años. No ha estado en México desde entonces, y ni siquiera habla español.
“Mis dos hijos más jóvenes, bueno, la del medio, tiene 12 años, está muy asustada, realmente asustada”, dice Maribelle. “Le dije a mi hija que tuviera fe, que estamos juntos y pase lo que pase, estaremos juntos”.
Maribelle dice que reza. Hay millones de personas como ella aquí, así que espera que no sea deportada. También espera que en tres años, cuando su hijo mayor cumpla 21 años, pueda ayudarla a obtener el estatus legal.
Olga es venezolana. Está en Estados Unidos legalmente, pero su visa pronto expirará y ella está en este lugar averiguando cómo solicitar asilo, para escapar de la inestabilidad política y económica en su país.
Su hija, María, es una estudiante universitaria en Nueva York y habla inglés, por lo que acompañó a su madre a Catholic Charities. “Dijeron que necesitamos pruebas”, dice María, explicando el proceso de asilo. Pero, añade, es imposible probar los riesgos que su madre enfrenta en su país de origen.
“No podemos tener una prueba de una persona que te dice a tu cara “Voy a lastimarte”. No tenemos ninguna prueba de que ella está asustada”. María también preferiría permanecer en Estados Unidos después de la universidad. Ella dice que va a buscar trabajo aquí después de que se gradúe, pero le preocupa el hecho de que sea difícil su permanencia.
“Es difícil pensar que tendremos que regresar a nuestro país”, dice María. “No queremos volver”.
Si las cosas no funcionan aquí, tal vez se irán a Canadá. Su hermano vive ahí, y María dice que oye que es más fácil vivir en el país vecino.
Albertina está aquí para hacer un plan, para estar preparada para lo peor. Ella es indocumentada y quiere pelear si es detenida o deportada. Ella tiene tanto miedo que no quiere que su cara sea fotografiada.
Ella vino a Estados Unidos desde Guatemala hace siete años, dejando atrás a sus cuatro hijos. Al igual que otros, quería escapar de la pobreza y la violencia, luchar por una vida mejor para sus hijos. Ahora, dos de ellos, de 14 y 17 años, se han unido a ella. También son indocumentados. Los otros dos, de 12 y 19, permanecen en Guatemala. Los salarios que Albertina gana como niñera le ayudan a pagar el alquiler de los hogares aquí y el de sus hijos en Guatemala. Si le sucede algo, no quiere que sus hijos tengan que regresar a Guatemala.
¿Ha pensado en quiénes serán sus guardianes en caso de ser deportada? “No”, responde rápidamente. “No hay nadie”.
El padre de sus hijos llegó a Estados Unidos y desapareció, asegura ella, y sus hijos en Guatemala viven solos.
Conglomerados de familias esperan en grupos, susurrándose los unos a los otros, los bebés lloran en sus cochecitos, los preadolescentes juegan con los teléfonos de los padres, y una abuela se aferra a su rosario mientras espera a que se pronuncie su nombre.
Margarite está aquí con su hija de 10 años. Margarite es indocumentada y ha vivido en Estados Unidos durante 13 años. Su madre de 78 años está enferma, y Margarite quiere regresar a México para cuidarla. Pero le preocupa no poder volver al país si sale. Ella está aquí para averiguar si puede obtener una visa y qué puede ocurrir tanto con ella como con su familia. Asegura que ha sido víctima de la violencia y espera que se le ayude a obtener una visa.
Ha hablado con sus cuatro hijos sobre lo que ocurrirá si es deportada. Aunque todos nacieron aquí y son ciudadanos estadounidenses, han decidido que quieren permanecer juntos. Así que si la deportan, se irían con ella. Sus hijos le dicen que están asustados, no quieren que la deporten. “Estoy tratando”, les dice.
Los abogados de Catholic Charities dicen que tienen formularios para que las personas llenen, pero le aconsejan a los inmigrantes que han venido aquí hoy a ir a casa y pensar en lo que estas formas significan antes de firmarlas y presentar cualquier cosa. ¿Desean dar la tutela temporal o permanente de sus hijos a otra persona? ¿Necesitan dar a otros el acceso a sus finanzas?
El papeleo es la parte fácil, pero estas son decisiones difíciles.
Jeffrey Kopp, de CNN en Español, contribuyó a este artículo.
Con fotografías de Mark Kauzlarich.