En abril del 2015, la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua nombró a 18 trabajadoras sexuales como facilitadoras judiciales para casos leves o menores. En ese país dicen que es la primera vez que se toma una medida así en el mundo.

(CNN Español) – María Elena Dávila tiene cuatro trabajos. Va a una sede del poder judicial en Managua, para facilitar la resolución de conflictos menores, coordina el capítulo Nicaragua de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex), es presidenta de la Asociación de Mujeres Girasoles de Nicaragua y vende su cuerpo. Ser trabajadora sexual, de hecho, es lo que le da para vivir. Así ha sacado adelante a su familia, las otras labores son voluntarias.

“Ellas venden su cuerpo como otros venden ropa o venden sus ideas. Es un trabajo como cualquier otro y quieren que se respete, como cualquier otro”, le explica a CNN en Español Florence Jaugey, actriz y cineasta francesa que está radicada en Nicaragua desde finales de los años 80 y acaba de estrenar “Girasoles de Nicaragua”, un documental que narra la historia de 18 prostitutas nicaragüenses que fueron nombradas facilitadoras judiciales por la Corte Suprema y reivindican el hecho de ser eso: trabajadoras sexuales.

La prostitución no es ilegal en Nicaragua, pero tampoco está regulada y las personas que la ejercen -unas 14.000, según cifras de 2015 del Gobierno- no solo son discriminadas por la sociedad y cargan con un estigma que pesa mucho, que cuesta. También sufren maltrato y abusos por parte de autoridades judiciales y de policía. Y sus derechos, en la práctica, no son los mismos que los que cobijan al resto de trabajadores.

Tener un carné que dice que son facilitadoras judiciales ha significado un reconocimiento, un impulso para seguir luchando porque algún día dejen de pegarles, porque algún día la gente deje de cambiarse de acera cuando se cruza con ellas.

18 girasoles

El 21 de abril de 2015, la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua nombró a 18 mujeres trabajadoras sexuales como facilitadoras judiciales para casos leves o menores.

Fueron varios meses de capacitaciones en resolución alterna de conflictos, funciones del Ministerio Público, Ley de Medio Ambiente, Código de Familia, Ley Contra la Trata de Personas, Ley Integral Contra la Violencia hacia la Mujer y generalidades del Código Procesal Civil, entre otros temas.

Según la página web del Poder Judicial de Nicaragua, los facilitadores “no juzgan los casos, no son defensores ni fiscales, sino son un puente de comunicación entre operadores de justicia y su comunidad/barrio”.

Un facilitador, se lee en el sitio, “es la persona acreditada por la Corte Suprema de Justicia que goza de liderazgo social, comunal y sectorial (…) que trabaja voluntariamente en beneficio de su comunidad para mejorar y garantizar el acceso a la justicia de los pobladores, previniendo, orientando, acompañando y facilitando la resolución de los conflictos que se presenten en su comunidad o sector”.

“Es la primera vez en el mundo que desde el poder judicial se acredita a trabajadoras sexuales para que realicen ese trabajo”, afirma María Elena Dávila, en una conversación telefónica con CNN en Español, desde Managua.

El magistrado de la Corte Suprema Marvin Aguilar García asegura lo mismo. Que ellas son pioneras, que no hay otro caso así en el mundo.

Pero no fue fácil. No lo ha sido. Empezaron atendiendo casos de otras trabajadoras sexuales maltratadas y discriminadas por clientes o por sus jefes en clubes nocturnos. Y hoy, además de colaborar en la resolución de esos conflictos, se han vuelto vitales para mediar en otras causas.

Si no pueden llegar a un acuerdo, las facilitadoras les dan acompañamiento a los involucrados para que otra instancia del poder judicial dirima el conflicto. “Pero no dejamos de hacerle seguimiento al caso, velamos porque se haga justicia”, dice Dávila, empoderada, segura de sí misma.

Tiene 53 años. Terminó el colegio. Pero cuando se vio con una familia encima -tiene dos hijos, uno de 21 años que estudia Arquitectura y otro de 31, que se graduó como ingeniero agroindustrial- y pocas oportunidades, optó por ser trabajadora sexual. “Es una decisión propia, voluntariamente decidí ejercerlo. Es un trabajo en el que tienes la plata más rápido y puedes resolver los problemas más rápido. Nosotras lo vemos así”, afirma.

Así se gana la vida. No hay razón para esconderse. No le avergüenza decirlo.

CNN en Español salió a las calles de Managua para saber qué piensa la gente de la oportunidad que el sistema de justicia les ha dado a estas trabajadoras sexuales. Y así como hay quienes creen que no deberían ejercer esa labor ni tener los mismos derechos que el resto de trabajadores, hay quienes aplauden la iniciativa pues consideran que lucha contra la discriminación y demuestra que todos somos iguales.

“La verdad, no lo veo de una buena forma. ¿Por qué lo tienen que hacer personas que se dediquen a esta profesión? No me parece correcto”, comenta Naum Espinoza, estudiante. “Y no estoy de acuerdo con la legalización de la prostitución, eso es algo inmoral, simplemente no le gusta a Dios”.

Fernanda Aragón, vendedora ambulante, cree que “esas mujeres que se dedican a la vida fácil no tienen moral para intervenir en un problema”.

Pero Freddy Romero, un comerciante, está convencido de que “todos tenemos derecho a que nos den una oportunidad, a no discriminarnos”, y María Fernández, ama de casa de la capital nicaragüense, dice que por ser trabajadoras sexuales no pierden “el derecho de poder tener esta función (de trabajar en el Poder Judicial)” pues “todas las mujeres tenemos igual derecho”.

Hasta el momento, las 18 trabajadoras sexuales nombradas por la Corte Suprema como facilitadoras judiciales han atendido más de 600 casos.

Estar en la pantalla grande

Ni María Elena ni Yesenia, ni Johanna ni Merling… ninguna de las 18 protagonistas de “Girasoles de Nicaragua” había estado antes en una sala de cine.

El pasado 25 de enero fue especial por eso. No solo entraron por fin a una sala para acomodarse en sus sillas reclinables y ver una historia cualquiera en la pantalla grande. Entraron para verse ahí reflejadas. Para ser las estrellas de la noche y, al final de la proyección a la que asistieron 350 invitados, responder preguntas y recibir felicitaciones. (Aunque también, según la directora, escucharon varios insultos).

A una de ellas, por ejemplo, ahora la llaman licenciada. Es una interlocutora válida para las autoridades de Policía y trabaja en el norte del país ayudando a sus compañeras y resolviendo, con efectividad y diligencia, riñas entre borrachos, problemas de deudas, tierras, violencia doméstica.

Muchos no saben que para vivir vende su cuerpo.

“Ellas hacen su trabajo como facilitadoras judiciales muy bien, correctamente”, cuenta Jaugey, quien las siguió con una cámara durante cuatro meses. De 80 horas de grabación, sacó un filme que dura 1 hora y 20 minutos.

“Ahí lo ves en el documental. Nada está montado. Es la mera realidad. Son extremadamente comprometidas, solidarias y eficientes. Y también es muy interesante que no son partidarias, no están ahí por inclinaciones políticas”.

Ninguna gana por ser auxiliar de la justicia. Al contrario, deben sacar de su bolsillo para pagar transporte o hacer llamadas para recibir asesoría de jueces del distrito o de la Procuraduría de Derechos Humanos.

Y llegar a la pantalla grande, contrario a lo que muchos piensan, no significa que quieran dejar de ser trabajadoras sexuales activas.

“Ellas son honestas, reivindican su decisión de vivir de eso. Es muy bello. No ven su trabajo como un vicio, como algo sucio o relacionado con la mafia. Obvio que llegaron a eso por circunstancias difíciles, pero hoy exigen que las respeten. Estas mujeres son increíbles. No se quedan en ser víctimas”, asegura la cineasta francesa.

Desde hace ocho años, cerca de 2.300 trabajadoras sexuales están organizadas en la Asociación Girasoles de Nicaragua y muy pronto, afirma su presidenta, estarán en un sindicato y podrán reclamar los mismos derechos que tienen los demás trabajadores del país en cuanto a seguridad social, por ejemplo.

Cuando terminó la función de estreno, una diplomática, que gana bastante bien y tiene la vida resuelta, se le acercó a la cineasta para decirle que “no entendía cómo era posible que esas mujeres fueran tan positivas”.

“Esa es la lección que dan. Incluso a personas que no están de acuerdo con su forma de ganarse la vida”. Según Jaugey, la prostitución no debe penalizarse ni prohibirse porque eso solo fortalece las redes clandestinas de trata de personas.

“Muchas personas ven la película y se quejan, dicen que eso va en contra de la mujer, hablan del mercantilismo del cuerpo. Pero no podemos tapar el Sol con un dedo. Esto es algo que existe desde que existe la humanidad y es mejor humanizarlo que hacerlo en condiciones infrahumanas. Ellas quieren que su trabajo esté regulado y que no haya intermediarios, que solo ellas puedan hacer negocios con el cliente”, dice.

Con “Girasoles de Nicaragua” estas 18 mujeres dan la cara. Luchan porque la sociedad cambie la imagen que tiene de ellas. “A nosotras nos etiquetan como lo peor, pero queremos mostrar que somos mujeres capaces, que podemos resolver nuestros propios problemas y ayudar a resolver los de otras personas. Aportamos mucho a la justicia del país, ¿no le parece?”, se pregunta Dávila.

Con la colaboración de Samantha Lugo de CNN desde Managua.